«Glorioso mártir San Sebastián, protégenos contra la peste, el hambre y la guerra; defiende nuestras plantaciones y nuestros rebaños, que son dones de Dios para nuestro bien y para el bien de todos».

Por: Diego Rodarte
San Sebastián era hijo de familia militar y noble, nació en Milán en el año 263. Fue tribuno de la primera cohorte de la guardia pretoriana en la que era respetado por todos y muy apreciado por el Emperador, que desconocía su cualidad de cristiano.
Cumplía con la disciplina militar, pero no participaba en los sacrificios idolátricos. Como buen cristiano, no solo ejercitaba el apostolado entre sus compañeros, sino que también visitaba y alentaba a los cristianos encarcelados por causa de Cristo. Fue a partir del encarcelamiento de dos jóvenes, Marco y Marceliano, cuando Sebastián empezó a ser reconocido públicamente como cristiano.
Los dos jóvenes fueron arrestados y les fue concedido un plazo de treinta días para renegar de su fe en Dios o seguir creyendo en Él. Sebastián, enterado de la situación, bajó a los calabozos para dar palabras de ánimo a los muchachos. A partir de ese momento, se produjeron muchas conversiones y como terrible consecuencia, el martirio de Marco y Marceliano.
Debido a todo esto, el Papa San Cayo le nombró defensor de la Iglesia. Sin embargo, el Emperador Diocleciano también se enteró de que Sebastián era cristiano y mandó arrestarlo. Sebastián fue apresado en el momento en que enterraba a otros mártires, conocidos como los “Cuatro Coronados”. Fue llevado ante Diocleciano que le dijo: “Yo te he tenido siempre entre los mejores de mi palacio y tú has obrado en la sombra contra mí, injuriando a los dioses”.

San Sebastián no se amedrentó con estas palabras y reafirmó nuevamente su fe en Jesucristo. La pena ordenada por el Emperador era que Sebastián fuera atado y cubierto de flechas en zonas no vitales del cuerpo humano, de forma que no muriera directamente por los flechazos, sino que falleciera al cabo de un tiempo, desangrado, entre grandes y largos dolores.
Los soldados, cumpliendo las órdenes del Emperador, lo llevaron al estadio, lo desnudaron, lo ataron a un árbol y lanzaron sobre él una lluvia de saetas. Cuando acabaron su misión y vieron que Sebastián ya estaba casi muerto, dejaron el cuerpo inerte del santo acribillado por las flechas. Sin embargo, sus amigos que estaban al acecho, se acercaron, y al verlo todavía con vida, lo llevaron a casa de una noble cristiana romana, llamada Irene, que lo mantuvo escondido en su casa y le curó las heridas hasta que quedó sano.
Cuando Sebastián estuvo nuevamente restablecido, sus amigos le aconsejaron que se ausentara de Roma, pero el santo se negó rotundamente pues su corazón ardoroso del amor de Cristo, impedía que él no continuase anunciando a su Señor. Volvió a presentarse con valentía ante el Emperador, cuando éste se encontraba en plena ofrenda a un dios, quedando desconcertado porque lo daba por muerto, momento que Sebastián aprovechó para arremeter con fuerza contra él y sus creencias. Maximiano ordenó que lo azotaran hasta morir y esta vez, los soldados se aseguraron bien de cumplir sin errores la misión.
El cuerpo sin vida de San Sebastián fue recogido por los fieles cristianos y sepultado en un cementerio subterráneo de la Vía Apia romana, que hoy lleva el nombre de Catacumba de San Sebastián y es considerado gran defensor de la Iglesia.
ABOGADO CONTRA LA PESTE

Durante la Edad media, las personas solían asociar las flechas y las epidemias: ambas llegaban por el aire, pesaban y no hacían ruido, recordando el pasaje de la Ilíada en que Apolo desencadena la peste con el disparo de una flecha, así como citas Bíblicas que hablan del castigo de Dios sobre los impíos:
“Y si el impío no se arrepiente, Él afilará su espada; tensado y preparado está su arco. Ha preparado también sus armas de muerte; hace de sus flechas saetas ardientes”. (Salmo 7; 12-13)
“Mas Dios los herirá con saeta; de repente serán sus plagas.” (Salmo 64, versículo 7).
Los fieles cristianos que buscaban un protector contra las pestes y epidemias, relacionaron las llagas de San Sebastián con las pústulas causadas por la peste que diezmó a Europa en el pasado.
Sebastián sufrió las flechas del martirio y la peste se relacionó con flechas que causaban un daño mortífero a los apestados. Así se convirtió en el santo especializado en preservar y combatir las epidemias, por haber padecido dolores semejantes a los causados por la peste.
El origen de la protección de San Sebastián sobre la peste data del año 680, cuando libró a Roma de una gran epidemia, hecho divulgado por Pablo Diácono en su Historia de Los Lombardos. La obra narra cómo durante una epidemia de peste que asolaba el territorio a finales del siglo VII, una aparición reveló que la plaga no cesaría hasta que se fundara un altar dedicado a San Sebastián en la basílica de San Pedro ad Vincula.

Fue así como se empezaron a erigir iglesias en lugares como Venecia, que sufrieron los embates de las epidemias pestíferas. En la capital de la Serenísima se erigió la iglesia de San Sebastián, con una estatua exterior del mártir asaeteado, a esa iglesia acudían los ciudadanos a suplicarle que los preservara de la peste.
Consecuencia de la Peste Negra, en 1413, en lugares como Navarra se hicieron votos a San Sebastián, que consistían en promesas para guardar sus fiestas, en agradecimiento por los favores recibidos. Tal es el caso de la ciudad de Pamplona, que, tras sufrir una epidemia en 1599, las autoridades municipales se comprometieron a guardar abstinencia las vísperas de San Sebastián y San Fermín.
En Sevilla, cuando se produjo la epidemia de peste del año 1576, el Ayuntamiento y el Cabildo catedralicio acordaron celebrar una función solemne todos los años en honor de San Sebastián, con procesión de ambos cuerpos corporativos, desde la catedral hasta la ermita y el posterior regreso a la Seo Metropolitana.
SAN SEBASTIÁN Y LAS EPIDEMIAS EN LA NUEVA ESPAÑA

Los evangelizadores que llegaron a América en el siglo XVI, trajeron de Europa algunas imágenes y reliquias de santos para sacralizar los templos. Junto a estos objetos, en los murales, portadas, altares y retablos de las iglesias se colocaron imágenes donde se exaltaba la muerte de los mártires y se mostraba su sangre derramada entre los más crueles tormentos.
Dichas representaciones asociadas con la sangre, incluidas las de Cristo, debieron constituir para los indígenas una serie de imágenes que los remitieron a los sacrificios ofrecidos a sus dioses en la época prehispánica.
El martirio de San Sebastián fue quizás asociado con el sacrificio por asaeteamiento que se realizaba con algunos prisioneros capturados en la guerra, además de ser iconográficamente el más cercano a la crucifixión.
Durante la conquista, las epidemias se hicieron presentes en el antiguo territorio mesoamericano, diezmando el más del 90 por ciento de la población nativa en menos de un siglo. La primera gran mortandad se dio a partir de 1520, meses después de la entrada de Hernán Cortés y su ejército a la Gran Tenochtitlán en noviembre de 1519. Se trató de la viruela, llamada en náhuatl Huey záhuatl, “grandes erupciones o granos”.

Al parecer, quien inició la terrible epidemia, fue un esclavo llamado Francisco de Eguía, quien llegó con la expedición de Pánfilo de Narváes a los arenales de Chalchihuecan en abril de 1520. La viruela se esparció rápidamente, primero en tierra caliente, hasta llegar a la Cuenca de México. Para noviembre de 1520, la capital mexica estaba siendo asolada por la epidemia; entre las víctimas, se encontraba el Huey Tlatoani Cuitláhuac.
A partir de entonces, una serie de epidemias azotaron con fuerza a la Nueva España: Viruela (1521), sarampión (1531), viruela (1538), cocoliztli (1545-1548), paperas (1550), cocoliztli (1559, sarampión (1563-1564), cocoliztli (1566), huey cocoliztli (1576-1581), cocoliztli (1587-1588), tlatlaziztli (1590-1592, sarampión y paperas (1595) y la terrible peste del matlazáhuatl (1736-1737).
Ante estos azotes, era común que poblaciones enteras se encomendaran a varios santos como San Roque, así como a la Virgen de Guadalupe, la Virgen de Ocotlán o a la Virgen de los Remedios, pero fue sin duda a San Sebastián a la que le fueron encomendadas varias localidades que actualmente llevan su nombre, y en varios templos importantes se colocó su imagen y dedicaron retablos para implorar su ayuda durante las crisis sanitarias.
Ejemplo de ello, es la imagen de San Sebastián Mártir que se encuentra en el retablo de la Virgen de Guadalupe en la ahora Catedral de Xochimilco, templo dedicado a San Bernardino de Siena. Se dice que en 1576, la población de Xochimilco fue afectada seriamente por la peste del cocoliztli, por lo que Fray Jerónimo de Mendieta, dejó a la suerte el saber a que santo debían encomendarse, siendo seleccionado el Apóstol Santiago. Pasado un año y en vista de que la peste no disminuía, decidió encomendarse a San Sebastián Mártir, y aunque la petición no fue concedida por este santo, se le dio un lugar en el interior del templo para pedir su protección.

Entre los tesoros de la Parroquia de San Luis Obispo de Tolosa, en el pueblo de San Luis Tlaxialtemalco, se conserva un lienzo de grandes dimensiones de autor anónimo que representa a San Sebastián en el momento de su martirio, sin embargo, no son romanos los que lo flechan, sino indígenas, mientras dos ángeles coronan al santo en su martirio, haciendo alusión tal vez a los misioneros que murieron en manos de los naturales, cumpliendo su tarea evangelizadora.
En este mismo lugar, existió una bella escultura de San Sebastián, a la que los fieles de San Luis Tlaxialtemalco veneraban y sacaban en procesión cada 20 de enero, desafortunadamente, la imagen fue extraída del templo sin que nadie se diera cuenta, perdiendo así uno de sus grandes tesoros y la tradición de celebrar a San Sebastián.
Junto con Santa Prisca, San Sebastián es Patrón de la ciudad de Taxco Guerrero, la tradición popular dice que fue elegido en una rifa de santos para acompañar a la santa doncella, sin embargo, Taxco también sufrió los embates de las epidemias, por lo que no es raro que su imagen tenga un lugar importante en esta ciudad.
La parroquia de la Asunción de Nuestra Señora en Amecameca, la imagen venerada en la capilla de San Sebastián Chimalistac, y la fiesta de San Sebastián en Chiapa de Corzo, Chiapas, son también algunos de los muchos ejemplos de la devoción que tuvo San Sebastián en territorio mexicano, y que actualmente sigue estando presente en el corazón de los fieles que se encomiendan a él en tiempos difíciles, pues ante la pandemia de COVID-19 que ha diezmado al mundo entero, muchas comunidades han recurrido a su intercesión, con la esperanza de recibir su favor en espera de que la actual crisis sanitaria que nos aqueja llegue pronto a su fin.