«Sé tú mi refugio, quiero esconderme en tu corazón…»
Por: Diego Rodarte
Jesucristo se apareció en cuatro ocasiones a la religiosa Margarita María de Alacoque en el convento de la Visitación en Paray-le Monial, Francia, para entregarle varios mensajes y revelaciones. La primera aparición ocurrió el 27 de diciembre de 1673, la segunda dos o tres meses después, la tercera el primer viernes de junio de 1674 y la cuarta durante la octava del Corpus Christi, entre el 13 y el 20 de junio de 1675.
Durante la primera revelación, Margarita se encontraba arrodillada frente al Santísimo Sacramento, cuando de pronto se vio «penetrada en su divina presencia». Jesús la hizo reposar por un largo rato en su pecho y le descubrió todas las maravillas de su amor y los secretos inexplicables de su Corazón Sagrado:
«Mi Divino Corazón, está tan apasionado de Amor a los hombres, en particular hacia ti, que, no pudiendo contener en el las llamas de su ardiente caridad, es menester que las derrame valiéndose de ti y se manifieste a ellos para enriquecerlos con los preciosos dones que te estoy descubriendo los cuales contienen las gracias santificantes y saludables necesarias para separarles del abismo de perdición. Te he elegido como un abismo de indignidad y de ignorancia, a fin de que sea todo obra mía.»
Margarita María recibió un reproducción de la herida del costado de Jesús cada primer viernes de mes, desde la primera aparición hasta el día de su muerte, eran los momentos elegidos por el Señor para descubrirle los secretos de su amable corazón:
«He ahí, mi bien amada, una preciosa prenda de mi amor, que encierra en tu costado una chispa de sus mas vivas llamas, para que te sirva de corazón y te consumas hasta el último instante y cuyo ardor no se extinguirá ni enfriará. De tal forma te marcaré con la Sangre de mi Cruz, que te reportará más humillaciones que consuelos. Y como prueba de que la gracia que te acabo de conceder no es nada imaginario, aunque he cerrado la llaga de tu costado, te quedará para siempre su dolor y, si hasta el presente solo has tomado el nombre de esclava mía, ahora te doy el de discípula muy amada de mi Sagrado Corazón.»
Durante la segunda revelación, el señor le hizo ver el ardiente deseo que tenía de ser amado por los hombres y apartarlos del camino de la perdición y le prometió esparcir sus gracias y bendiciones por donde quiera que estuviera expuesta su sagrada imagen para tributarle honores y que tal bendición sería como un último esfuerzo de su amor, deseoso de favorecer a los hombres en estos últimos siglos de la redención amorosa a fin de apartarlos del imperio de Satanás. Fue durante esta aparición que Margarita pudo contemplar el Corazón de Cristo:
«El Divino Corazón se me presentó en un trono de llamas, mas brillante que el sol, y transparente como el cristal, con la llaga adorable, rodeado de una corona de espinas y significando las punzadas producidas por nuestros pecados, y una cruz en la parte superior… la cual significaba que, desde los primeros instantes de su Encarnación, es decir, desde que se formó el Sagrado Corazón, quedó plantado en el la cruz, quedando lleno, desde el primer momento, de todas las amarguras que debían producirle las humillaciones, la pobreza, el dolor, y el menosprecio que su Sagrada Humanidad iba a sufrir durante todo el curso de su vida y en Su Santa Pasión», describe Santa Margarita en sus escritos.
En la tercera revelación, Jesús le presentó varias peticiones, le descubrió las inexplicables maravillas de su amor puro con que ha amado a los hombres, recibiendo a cambio ingratitudes y desconocimiento:
«Eso fue lo que más me dolió de todo cuanto sufrí en mi Pasión, mientras que si me correspondiesen con algo de amor, tendría por poco todo lo que hice por ellos y, de poder ser, aún habría querido hacer más. Mas sólo frialdades y desaires tienen para todo mi afán en procurarles el bien. Al menos dame tú el gusto de suplir su ingratitud de todo cuanto te sea dado conforme a tus posibilidades.»
Entonces, el Señor le descubrió como realizar la práctica de la devoción a su corazón junto con su propósito que era la reparación y le avisó sobre las tentaciones del demonio para hacerla caer:
«Primeramente me recibirás en el Santísimo Sacramento tanto como la obediencia tenga a bien permitírtelo; algunas mortificaciones y humillaciones por ello habrán de producirse y que recibirás como gajes de mi amor. Comulgarás, además, todos los primeros viernes de mes, y en la noche del jueves al viernes, te haré participe de la mortal tristeza que quise sentir en el huerto de los Olivos, cuya tristeza te reducirá, sin que logres comprenderlo, a una especie de agonía más difícil de soportar que la muerte. Para acompañarme en la humilde plegaria que elevé entonces a mi Padre, en medio de todas tus angustias, te levantarás entre las once y las doce de la noche para postrarte conmigo durante una hora, con la cara en el suelo, tanto para apaciguar la cólera divina, pidiendo por los pecadores, como para endulzar de algún modo la amargura que sentía por el abandono de mis apóstoles, lo cual me llevó a reprocharles que no habían podido velar una hora conmigo. Durante esa hora harás lo que te diga. Pero, oye hija mía, no creas a la ligera todo espíritu, ni te fíes, porque Satanás está rabiando por engañarte. Por eso, no hagas nada sin permiso de los que te guían, a fin de que, contando con la autoridad de la obediencia, él no pueda engañarte, ya que no tiene poder alguno sobre los obedientes.»
Durante la cuarta revelación le manifestó su deseo de establecer en la Iglesia una fiesta para honrar el Sagrado Corazón de Jesús el primer viernes después de la octava de la fiesta de Corpus Christi para comulgar ese día, pedirle perdón y reparar los ultrajes por Él recibidos durante el tiempo que ha permanecido expuesto en los altares y le prometió esparcir en abundancia las influencias de su divino amor sobre quienes le hagan ese honor y procuren que se le tribute:
«He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres y que no ha ahorrado nada hasta el extremo de agotarse y consumirse para testimoniarles su amor. Y en compensación, sólo recibe, de la mayoría de ellos, ingratitudes por medio de sus irreverencias y sacrilegios, así como por las frialdades y menosprecios que tienen para conmigo en este Sacramento de amor. Pero lo que más me duele es que se porten así los corazones que se me han consagrado. Por eso te pido que el primer viernes después de la octava del Corpus se celebre una fiesta especial para honrar a mi Corazón, y que se comulgue dicho día para pedirle perdón y reparar los ultrajes por él recibidos durante el tiempo que ha permanecido expuesto en los altares. También te prometo que mi Corazón se dilatará para esparcir en abundancia las influencias de su divino amor sobre quienes le hagan ese honor y procuren que se le tribute.»
Tuvieron que pasar diez años para que la devoción al Sagrado Corazón fuera instituida en el monasterio de la Visitación, tiempo en que Santa Margarita María viviera fuertes experiencias sobrenaturales que nunca fueron causa para escapar a las realidades cotidianas, sino al contrario, trajeron duras pruebas y la necesidad de ejercitar heroicamente las virtudes que forjan la santidad en la vida diaria.
Margarita María de Alacoque murió el 17 de octubre de 1690 y tres años después de su muerte, el Papa Inocencio XIII empezó un movimiento que abriría las puertas a la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Proclamó una bula papal dando indulgencias a todos los monasterios Visitantinos, que resultó en la institución de la fiesta del Sagrado Corazón en la mayoría de los conventos. En 1765, el Papa Clemente XIII introdujo la fiesta en Roma, y en 1856 el Papa Pío IX extendió la fiesta del Sagrado Corazón a toda la Iglesia. Finalmente, en 1920, Margarita fue elevada a los altares por el Papa Benedicto XV.
LAS 12 DIVINAS PROMESAS
En mayo de 1673, Jesús le dio a santa Margarita María Alacoque las siguientes 12 promesas para aquellas almas devotas a su Sagrado Corazón. Estas promesas están dirigidas a todo tipo de personas: a las fervorosas, a las tibias y sobre todo a los pecadores, encerrando en si el misterio del amor de Dios:
- «Daré a las almas devotas, todas las gracias necesarias para su estado de vida».
- «Voy a establecer la paz en sus hogares».
- «Voy a consolarlos en todas sus aflicciones».
- «Voy a ser su refugio seguro en la vida, y sobre todo en la hora de la muerte».
- «Voy a conceder abundantes bendiciones sobre todo a sus empresas temporales y espirituales».
- «Los pecadores encontrarán en Mi Corazón la fuente y el océano infinito de la misericordia»
- «Las almas tibias se harán fervorosas».
- «Las almas fervorosas alcanzarán mayor perfección».
- «Bendeciré a cada lugar en el que se exponga y se venere una imagen de mi sagrado corazón».
- «Daré a los sacerdotes y a todos aquellos que se ocupan de la salvación de las almas, el don de tocar los corazones más endurecidos».
- «Los que propaguen esta devoción tendrán sus nombres escritos en Mi Corazón, y nunca serán borrados».
- «A los que comulguen el primer viernes de cada mes, durante nueve meses consecutivos, le concederé la gracia de la perseverancia final».
Ser devoto al Sagrado Corazón es vivir en cercanía con Jesús y ser obedientes a sus peticiones.