Por: Diego Rodarte
Iztapalapa, CDMX
Durante el mes de septiembre el santuario del Señor del Santo Sepulcro se llena de flores y color, ya que los medios pueblos de Axomulco y Atlalilco refrendan su promesa de agradecer año con año el milagro que el Señor de la Cuevita concedió al pueblo de Iztapalapa al erradicar la epidemia de cólera morbus que azotó mortalmente a la población en 1833.
En la época prehispánica Ixtapalapan era una península que formaba parte del lago de Texcoco y estaba dividida en dos pueblos: Axomulco y Atlalilco. Con la llegada de los conquistadores, ambos poblados se unificaron formando el pueblo de San Lucas Ixtapalapa y fue dividido en ocho barrios: San Lucas, La Asunción, San Ignacio, San Miguel, San Pablo, San Pedro, San José y Santa Bárbara.
En 1833 proveniente del Río Ganges en la India y entrando por el puerto de Veracruz llegó a México la bacteria del cólera morbus que se extendió rápidamente por los estados de Campeche y Yucatán hasta llegar a San Luis Potosí y luego a Guanajuato. Para el mes de julio de 1833, el estado de Querétaro fue infectado con la llegada de algunos sobtrevivientes de la Hacienda del Jaral, registrándose el primer caso en la Ciudad de México el 6 de agosto de aquel año con la muerte de una mujer que sucumbió a causa del cólera.
A la semana siguiente, la falta de higiene en los alimentos durante la fiesta de Santa María la Redonda fue el detonante de que la epidemia se extendiera por la ciudad, pues tan sólo dos días después fueron sepultadas 1200 personas.
La situación no era diferente en el pueblo de Ixtapalapa: la gente comenzaba a morir víctima de deshidratación, vómitos, fuertes dolores de estómago y diarreas severas producidas por la bacteria del cólera, ocasionando la muerte en menos de 24 horas. Era tal el grado de mortandad que en los libros de defunciones de la iglesia ya no cabían los nombres de los fallecidos y se tuvo que improvisar un nuevo panteón en el barrio de San Miguel para sepultar los cadáveres. Se cuenta que había casos patéticos en los que «por la mañana una persona era sepultada y por la tarde sus familiares eran velados».
Como la enfermedad atacaba principalmente a personas adultas, muchos niños quedaron huérfanos y comenzaron a vagar por las calles. Fue entonces que los ancianos del pueblo comenzaron a juntar a los niños a los que llamaron «los solteros» y los llevaron a la capilla del Señor de la Cuevita al pie del Cerro de la Estrella y postrándose ante el Señor, con lágrimas en los ojos comenzaron a rezar implorando su protección y rogaron porque aquella terrible peste cesara por completo.
Durante tres días se realizaron celebraciones litúrgicas y actos rogativos, al tiempo que la capilla era adornada con portadas de flores y tapetes de aserrín. Confiando plenamente en el poder de Dios, manifestado en la sagrada imagen del Señor de la Cuevita, los pobladores prometieron que si los libraba de aquella enfermedad lo honrarían generación tras generación.
Y sus plegarias fueron escuchadas: el primer día murieron tres personas, el segundo día murieron dos y el tercer día no se registró ningún deceso, el Señor de la Cuevita había salvado a su pueblo.
Así, al año siguiente, esos mismos niños se reunieron en la capilla formando la Cofradía de los Solteros de la República de Indios y que hoy se conoce como la Sociedad de los Solteros, que es la encargada de organizar las fiestas de septiembre en honor al Señor de la Cuevita. Con el paso de los años fueron surgiendo nuevas mayordomías y sociedades, además, se retomó la antigua distribución de los llamados «medios pueblos» de Axomulco y Atlalilco.
Los festejos inician el tercer sábado de septiembre con la colocación de las portadas interior y exterior por parte del medio pueblo de Axomulco compuesto por los barrios de San Pablo, San Miguel, San Pedro, San José y la Asunción y cuyas asociaciones y mayordomías, conformadas por familias voluntarias, entregan las promesas correspondientes de acuerdo al cargo desempeñado: ceras, enflorado, la portada interior, la portada exterior y los tapetes de aserrín.
El día grande se celebra el domingo con la llamada Misa de Función a la que acuden los mayordomos con la reliquia del Señor de la Cuevita, junto con las imágenes de cada sociedad. El lunes por la tarde, se realiza una procesión con el Santísimo Sacramento por el atrio del Santuario, concluyendo así los festejos propios del pueblo de Axomulco.
Ocho días después, el medio pueblo de Atlalilco, conformado por los barrios de San Lucas, San Ignacio y Santa Bárbara, celebra la octava de la fiesta desde el día sábado, siguiendo las mismas actividades de la comunidad hermana de Axomulco, cuyo momento central es el domingo de la octava, en que la imagen titular custodiada por los mayordomos de Atlalilco es llevada al Santuario para la Misa de Función en la que se realiza el cambio de mayordomía y se entrega la «imagen interina» al mayordomo saliente, concluyendo los festejos el lunes siguiente con la procesión del Santísimo.
De esta manera, el pueblo de Iztapalapa refrenda su devoción y su agradecimiento al Señor de la Cuevita, tal y como sucede durante la Semana Santa y el 3 de mayo, fecha de su llegada al pie del Cerro de la Estrella, desde donde protege al pueblo que lo nombró su protector y el centro de sus tradiciones.