Patrona de nuestra libertad

«La Virgen de Guadalupe fue el estandarte que permitió a Hidalgo encontrar la visión mística y libertaria que lo acompañó en sus luchas».

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Por: Diego Rodarte

El 16 de septiembre de 1810 camino a Guanajuato, el cura Don Miguel Hidalgo y Costilla se detuvo en el santuario de Atotonilco, donde tomó de la sacristía una imagen de la Virgen de Guadalupe que enarboló como bandera del movimiento insurgente que buscaba la Independencia de México, convirtiéndose en un símbolo de unidad alentando la lucha armada.

Fue así como la Virgen de Guadalupe acompañó al pueblo de México en su camino a la libertad, pues los insurgentes identificaron en Ella un signo de igualdad y de redención, pues ya desde su aparición en el Tepeyac, la Virgen María llama al indígena conquistado «hijo», devolviéndole su dignidad como hombre libre y acogiéndolo bajo su regazo, sintetizando así las aspiraciones de independencia que el cura Hidalgo fortaleció al declarar a la Guadalupana protectora de su rebelión.

Una de las principales características de los insurgentes fue que durante la lucha armada portaban consigo la imagen de la Virgen de Guadalupe en escapularios, medallas, sombreros, incluso el propio Miguel Hidalgo llevó una estampa de la Guadalupana zurcida entre sus ropas hasta antes de su fusilamiento.

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Otro caudillo que se distinguió por su fervor Guadalupano fue el cura José María Morelos y Pavón, quien declaró a la Virgen de Guadalupe Patrona de la Independencia durante el Congreso de Chilpancingo el 13 de septiembre de 1813 y decretó en los «Sentimientos de la Nación» el día 12 de diciembre como fiesta nacional:

«Que en la misma se establezca por Ley Constitucional la celebración del día doce de Diciembre en todos los Pueblos, dedicado a la Patrona de nuestra Libertad, María Santísima de Guadalupe, encargando a todos los Pueblos la devoción mensual».

Capturado en Temazcalapa y tras ser sometido a juicio, Morelos fue trasladado a San Cristóbal, Ecatepec para ser fusilado y al pasar por el cerro del Tepeyac pidió a sus custodios que le permitieran detenerse para hacer una oración en la Capilla del Pocito, encomendando su vida y su lucha a la Madre de los Mexicanos.

El insurgente José Miguel Adaucto Fernández Félix, fue otro de los patriotas que luchó bajo el mando de José María Morelos, destacando por su tenacidad y fidelidad a la causa, pero sobre todo por su fervor guadalupano, prueba de ello fue que cambió su nombre por el de Guadalupe Victoria, en honor a la Virgen de Guadalupe a la que varias veces se encomendó para obtener la tan anhelada victoria, que lo llevaría a convertirse en el primer presidente del México Independiente.

EL ESTANDARTE DE MIGUEL HIDALGO

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Respecto al estandarte que Miguel Hidalgo portó durante el inicio de la lucha de independencia, se sabe que se trataba de un lienzo al óleo con la imagen de la Virgen de Guadalupe que fue pintado por el artista novohispáno Andrés López en 1805 como parte de un experimento del bachiller Ignacio Bartolache para comprobar la autenticidad de la imagen plasmada en la tilma de Juan Diego, siendo esta una de las pocas reproducciones «tocádas» por el ayate original.

Esta imagen fue enviada a la Parroquia de Atotonilco en Guanajuato, donde fue enmarcada y colocada en la sacristía del templo. Se dice que el 16 de septiembre de 1810, la imagen fue recortada de su marco y atada a un simple palo que le fue entregado al cura Hidalgo para que la enarbolara delante de sus tropas.

Esta imagen acompañó al ejercito insurgente durante sus primeras batallas hasta la derrota de Aculco, el 7 de noviembre de 1810, cuando el estandarte fue abatido por el ejercito virreinal y recogido por Manuel Perfecto Chávez, quien lo remitió al brigadier José de la Cruz quien a su vez lo envió al virrey Francisco Xavier Venegas a través de su ayudante Agustín de Iturbide.

El virrey consideró una blasfemia el que los insurgentes utilizaran la imagen de la Virgen de Guadalupe ya que era una pintura destinada al culto, por lo que fue reguardada por el Ayuntamiento de Guadalupe, donde fue reparada y enmarcada para ser enviada a la Villa de Guadalupe.

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En 1853, Antonio López de Santa Anna mandó que fuera puesta en el salón de la Cámara de Diputados, pues era necesario colocar el estandarte en un lugar de honor. El 12 de diciembre de ese mismo año, el estandarte de Hidalgo fue devuelto a la Colegiata de Guadalupe en medio de una procesión solemne a la que acudieron autoridades civiles y religiosas que notaron los daños que tenía, como dos perforaciones de bala, por lo que hubo necesidad de restaurarla.

La restauración estuvo a cargo del pintor mexicano Tiburcio Melendez, quien retocó la pintura, cerró los agujeros de bala y la fijó en una tela de algodón para reforzarla y al reverso se escribió la leyenda: «Esta Sta. Imag fue el Estandarte con q’ proclamó la Yndepa. en el año de 1810 el Sr. Cura Ydalgo». Posteriormente fue resguardada en la Parroquia de Indios hasta 1896, cuando fue enviada al Museo Nacional de Artillería de México y posteriormente al Museo Nacional que se encontraba a un costado de Palacio Nacional.

Actualmente, el estandarte de Hidalgo se encuentra en el Museo Nacional de Historia, en el Castillo de Chapultepec, montado en un marco tallado en madera de pino, coronado con un escudo nacional de armas, sobre un pedestal que representa tres cañones y tres mosquetones intercalados que sirven de base al marco.

EL BLASÓN DE HIDALGO

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En cuanto a la imagen oficial que conocemos del estandarte de Hidalgo y que se ha reproducido en murales y utilizado por el sistema educativo mexicano, esta es en realidad el llamado Blasón de Hidalgo, que fue utilizado por los Insurgentes de 1810 a 1813 y que consiste en un estandarte compuesto por cuatro piezas de algodón con una pintura al óleo de la Virgen de Guadalupe.

A la derecha del estandarte se puede distinguir un escudo español que al centro tiene el escudo de la Casa de Borbón, a la izquierda se puede ver el escudo de la Provincia Franciscana de San Pedro y San Pablo en Michoacán.

Ambos escudos son redondos y están coronados. Bajo ellos, a la derecha y continuando a la izquierda está la inscripción en latín y por medio de abreviaturas y monogramas «VIVA MARÍA SANTÍSIMA DE GUADALUPE», bajo estas letras y símbolos se muestran dos ramos de rosas.

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Después de que el cura Hidalgo tomó la imagen guadalupana de Atotonilco, los contingentes que se unieron a la lucha armada tomaban una imagen de la Virgen de Guadalupe de sus respectivas parroquias, por lo que hubo varios estandartes que acompañaron el movimiento y este blasón fue uno de los muchos que les fueron capturados al ejercito insurgente.

Fue el pintor español Antonio Fabrés, maestro de la Academia de San Carlos, quien a instancias de Porfirio Díaz, pintó un cuadro de Miguel Hidalgo para adornar lo que hoy llamamos la Galería de los Presidentes en Palacio Nacional, en la que representa a Hidalgo con una actitud enérgica enarbolando el Blasón, imagen que fue aceptada y reproducida, dejando atrás la imagen original que fue adaptada como estandarte.

Actualmente, el Blasón de Hidalgo se puede apreciar en una vitrina en el Museo Nacional de Historia, junto con las banderas y estandartes que resguarda el acervo del Museo.

Sea como haya sido la historia, lo cierto es que la Nación Mexicana forjó su libertad y su independencia bajo la sombra protectora de la Virgen de Guadalupe, y es bajo la mirada tierna de la Señora del Cielo que México volverá a encontrar la paz en estos tiempos tan agitados para esta nación que una vez santificara la presencia maternal de la Virgen María.

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