Nuestra Señora de los Remedios

«Desde el fondo del océano se alzaban voces de otros pueblos y ansiosa de ofrecer su amor a nuevos hijos se hizo marinera y navegó porque al otro del mar estaban las tierras fabulosas de un nuevo continente…»

El pase de diapositivas requiere JavaScript.

Por: Diego Rodarte

La milagrosa imagen de Nuestra Señora de los Remedios, venerada en su santuario ubicado al poniente de la Ciudad de México, tiene un lugar de excelencia en el corazón de los devotos de la Virgen María desde los primeros años de la Evangelización.

Se cuenta que uno de los soldados de Hernán Cortés llamado Juan Rodríguez de Villafuerte trajo de España una pequeña imagen de la Virgen de los Remedios que le fue obsequiada por su hermano para que lo protegiera durante su travesía por el nuevo mundo, llegando a tierras mexicanas el 19 de abril de 1519, convirtiéndose en la primer advocación de la Virgen María en pisar el continente Americano.

Al llegar a la gran Tenochtitlán, Hernán Cortés ordenó quitar los ídolos del Templo Mayor y en su lugar se colocara honrosamente la imagen de la Virgen de los Remedios en el lugar preciso donde se efectuaban los sacrificios humanos; ahí permaneció la imagen durante varias semanas señoreando el Valle y se dice que en ese tiempo obró muchos prodigios, pues cuando los indígenas intentaron quitarla, la imagen se volvía tan pesada que no podían moverla, hecho que consideraban un misterio.

El estallido de la guerra entre españoles y mexicas obligó a que la imagen fuera retirada y durante la derrota de la Noche Triste el 30 de junio de 1520 fue llevada  a cuestas en medio de la cruel batalla al cerro de Otomcapulco, cerca de Tacuba para ser escondida debajo de un maguey quedando en el olvido durante algunos años.

IMG_5303-01

Hacia 1540 un cacique llamado Ce Cuauhtli, mejor conocido Juan Águila caminaba por la cima del cerro cuando tuvo una revelación de la Señora del Cielo que le pedía que lo buscara por aquellos lugares, encontrando la pequeña imagen de madera entre unas piedras debajo de un maguey. El indígena llevó la imagen a su casa donde la conservó durante 10 años, pero cierto día la Virgen desapareció y por más que la buscaron no lograron encontrarla. Movido por un impulso extraño, Juan Águila volvió al cerro donde la encontró la primera vez, hallándola en el mismo sitio.

El indígena regresó a su casa con la Virgen preguntándole que era lo que le había causado descontento, pero esta volvió a desaparecer en varias ocasiones, encontrándola en el cerro. Juan Águila le colocó varias ofrendas a fin de tenerla a gusto, pero al ver que el suceso se repetía, optó por encerrar la imagen dentro de una caja bajo llave, sin embargo la Virgen volvió a desaparecer, encontrándola nuevamente bajo el maguey en la cima del cerro.

Confundido, el cacique recurrió al Dr. Álvaro Treviño quien al escuchar el relato de Juan Águila, decidió acompañarlo a su casa donde ordenó colocar un altar digno creyendo que así la imagen de la Virgen permanecería en su lugar, pero para su sorpresa volvió a desaparecer encontrándola en el mismo sitio de su hallazgo.

Ante este hecho, resolvieron construir una pequeña ermita en la cima del cerro donde fue entronizada la pequeña escultura de María con el niño Jesús en brazos en la que permaneció hasta 1574 cuando inició la construcción de su nuevo templo.

REMEDIOS VS GUADALUPE

IMG_4980-01

Con el paso del tiempo la devoción a la Virgen de los Remedios fue creciendo, pues en más de una ocasión se recurrió a su amparo para proteger a la Nueva España de sequías, epidemias, inundaciones o terremotos que la azotaban, por lo que en más de una ocasión la Virgen salió de su templo para ser colocada en la Catedral de México por largas temporadas.

Pero la aparición de la Virgen de Guadalupe en 1531 provocó una ingenua rivalidad entre los creyentes, pues los indígenas veían a la Virgen de los Remedios como una invasora que llegó junto con los españoles para conquistarlos, por lo que le dieron el sobrenombre de «La Gachupina», mientras que en la Virgen de Guadalupe reconocían su identidad como mexicanos.

Finalmente, la Virgen de Guadalupe ganó el patronato de la Nueva España al erradicar la peste del Matlazáhuatl que diezmó la ciudad de 1736 a 1739 y durante la lucha de independencia su imagen fue enarbolada como un símbolo de libertad que los insurgentes portaron con devoción durante los 11 años que duró la guerra.

En respuesta, los españoles tomaron como bandera la imagen de la Virgen de los Remedios y era tanta la rivalidad que existía entre ambos mandos que hubo episodios en el que los españoles fusilaban la imagen de la Virgen de Guadalupe mientras que los insurgentes fusilaban la imagen de la Virgen de los Remedios.

Incluso se uso como trampa para descubrir a los insurgentes una imagen de la Virgen de los Remedios colocada frente a la Virgen de Guadalupe en la Catedral de México, si alguien pasaba frente a la Virgen de los Remedios sin hacerle reverencia y se la hacía a la Virgen de Guadalupe era acusado de sedición, de ser contrario a España y por tanto era encarcelado y hasta fusilado.

Cuentan que durante este conflicto un indígena acudió al santuario del Tepeyac llevando consigo una imagen de la Virgen de los Remedios y estando frente a la Guadalupana, tuvo una revelación de la Virgen en la que le comunicaba: «Dile a tus hermanos que no peleen, soy la misma que está frente a ti y la que llevas en tus brazos», fue así como el indígena comprendió que Guadalupe y Remedios eran una misma persona: María, la Madre del verdadero Dios.

Con el fin de la independecia comenzó la reestructuración del mapa de la Ciudad de México, dejando fuera a la localidad de Naucalpan donde se encuentra el Santuario de la Virgen de los Remedios por tratarse de una advocación «enemiga» del movimiento insurgente, aún así, la devoción a la Virgen de los Remedios tuvo tal fuerza que en la actualidad existen varios templos levantados en su honor en todo el país.

En 1974 el Papa Paulo VI concedió la Coronación Pontificia de la imagen y su santuario fue elevado al rango de Basílica por decreto del Papa Juan Pablo II. Su fiesta se celebra el primero de septiembre con una procesión en la que la imagen original sale de su templo a la Capilla del Ángel, donde se realiza la Misa Solemne en su honor y recibe peregrinaciones provenientes de distintos puntos del país.

 

Un comentario

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s