¡Cristo de mis enemigos defiéndeme!
¡Cristo, las balas que no me entren!
Líbrame de todo mal y peligro.

Por: Diego Rodarte
Ciudad de Puebla
Al oriente de la ciudad de Puebla se encuentra ubicado el barrio de la Acocota, mejor conocido como el barrio de los Remedios. En este lugar, poblado alrededor de 1560, se asentaron diferentes grupos indígenas, en su mayoría Tlaxcaltecas, traídos para ayudar en la edificación de la ciudad de Puebla de los Ángeles.
Ese mismo año, el regidor Francisco Díaz de Vargas otorgó un terreno para la construcción de una ermita para los viajeros y que actualmente ocupa la punta oriental del tlaxicalli de Tepetlapa, perteneciente al barrio indígena de Analco. En sus inicios, la ermita fue dedicada a Santiago el Mayor, pero después fue cambiado por la Virgen de los Remedios.


Cuenta la leyenda que una indígena panadera apoyó en la construcción del templo actual y donó la imagen de la Virgen de los Remedios como muestra de agradecimiento a un milagro que le había concedido, por lo que fue entronizada como patrona del templo. Otra versión dice que unos viajeros pernoctaron en la ermita y como agradecimiento regalaron la imagen de la Virgen de los Remedios que traían consigo.
En su interior, la iglesia de Nuestra Señora de los Remedios resguarda diferentes imágenes, algunas elaboradas en madera o pasta de caña, entre las que destacan algunas esculturas de Cristo que evocan diferentes momentos de su pasión y muerte. Una de estas esculturas es la imagen del Señor de la Columna, mejor conocido como “El Señor de la Bala en el Rostro”, ya que en su pómulo izquierdo se observa el agujero de una bala que lo perforó durante la batalla de Puebla el 5 de mayo de 1862.
UN MILAGRO EN MEDIO DE LA BATALLA

En marzo de 1862, el presidente Benito Juárez llegó a la presidencia en medio de un país en crisis como consecuencia de la Guerra de Reforma y la pérdida de la mitad del territorio nacional, acontecimientos que sumieron a la nación mexicana en la pobreza.
Además, el 70% de los recursos económicos se destinaban como depósito al pago de deudas que tenía con tres potencias europeas: España, Inglaterra y Francia, por lo que Juárez tomó la decisión de suspender los pagos de la deuda externa para reconstruir al país.
Al ver afectados su intereses, Francia, Inglaterra y España enviaron tropas a las costas mexicanas llegando por Veracruz; Juárez invitó a los representantes de esas naciones al diálogo, y con la firma del Tratado de la Soledad, el gobierno mexicano se comprometió a realizar los pagos correspondientes. Por ello Inglaterra y España retiraron sus tropas, sin embargo, los franceses decidieron permanecer en el territorio y concretar la invasión.
El avance de las fuerzas francesas comandas por el General Charles Ferdinand Latrille, Conde de Lorencez, provocó la movilización de las tropas mexicanas. El General Ignacio Zaragoza quien ostentaba el cargo de General en Jefe del Ejército de Oriente, decidió concentrar sus fuerzas en la ciudad de Puebla y ponerla en estado de defensa, con el objetivo de enfrentar en ese lugar a las fuerzas invasoras.
Por estar ubicada cerca del antiguo camino a Veracruz, el general Ignacio Zaragoza eligió como cuartel la iglesia de los Remedios, ya que era la ruta por la que los franceses entrarían a Puebla.

A las 9:00 de la mañana del 5 de mayo de 1862, un cañón anunció el inicio de la batalla. El mando francés concentró su esfuerzo en el Fuerte de Guadalupe, por lo que lanzó un primer embate a este punto… aquí comienza la leyenda.
Cuentan que un soldado francés logró internarse en la iglesia de los Remedios, y disparó contra un soldado mexicano, hay quienes afirman que se trataba del mismo general Zaragoza, quien salvó la vida al esconderse detrás de la imagen del Señor de la Columna que recibió el impacto de bala, sin recibir daño mayor más que un agujero en el rostro.
Ante este hecho, la batalla dio un giro, pues a pesar de que el ejército francés superaba en número al ejército mexicano, conformado por voluntarios debido a la división entre liberales y conservadores, las tropas francesas fueron detenidas por el ejército nacional. Se dice que el Cristo envió una fuerte lluvia que dio ventaja a los soldados mexicanos, que al quedarse sin balas, atacaron a los invasores a machetazos, pedradas y con lo que tuvieran a la mano, y tras ser replegados en tres ocasiones, los franceses decidieron retirarse.
Aquella batalla fue considerada una victoria para México ante la invasión extranjera, y el Señor de la Columna quedó como testigo mudo de aquel hecho histórico que le dio el nombre de “El Señor de la Bala en el Rostro”. Se dice que algunos caídos de la batalla del 5 de mayo fueron enterrados en el cementerio que se encontraba en el atrio de la iglesia de los Remedios y que sirvió como fuerte para retener a los franceses.


Actualmente, la imagen del “Señor de la bala en el Rostro” puede ser visitada en la capilla lateral de la iglesia de los Remedios, y durante el tiempo de Cuaresma y semana Santa recibe la veneración de aquellos que han logrado sobrevivir tras haber recibido un ataque o asalto por arma de fuego.