«Con estallido de cohetes, rebosantes de alegría, a tu templo hemos llegado a visitarte este día…»
Por: Diego Rodarte
San Felipe del Progreso, Edomex.
San Felipe del Progreso, localizado en la región noroeste del Estado de México, es considerado el municipio con mayor población hablante de lengua indígena, principalmente por la etnia Mazahua, que es la que predomina en la región.
Durante el mes de enero, esta población se viste de fiesta para celebrar con fe y regocijo la fiesta del Dulce Nombre de Jesús en honor a Nuestro Padre Jesús, el tercer miércoles de enero, siendo esta la celebración la más grande que realiza el municipio.
Se dice que la devoción a Nuestro Padre Jesús logró el acercamiento de los hermanos mazahuas a la religión católica. La tradición oral cuenta que hace más de 300 años, un grupo de extranjeros pretendía invadir tierras mazahuas. Durante un combate para defender su territorio, en lo alto del cielo apareció una imagen desconocida, cosa que distrajo a los invasores, así, los indígenas tomaron ventaja en la batalla salvándose de ser conquistados.

Años más tarde, unos peregrinos procedentes de Michoacán que traían consigo una bella escultura de Jesús Nazareno, pasaron por el antiguo pueblo de San Felipe y Santiago Ixtlahuaca, hoy San Felipe del Progreso, donde descansaron por dos días. Al despuntar el alba del último día, los peregrinos colocaron la imagen en una carreta jalada por una yunta y cuando quisieron seguir su camino hacia el occidente de México, notaron que en cuanto se alejaban de la ermita donde la habían dejado en custodia, la milagrosa talla se hacía más pesada.
Al llegar a la barranca de Purla, muy cerca del río, los animales se echaron sin que hubiera poder humano que los levantara, entonces decidieron regresar y notaron que en el retorno la imagen volvía a su peso normal, esto se interpretó como el milagro de que el Señor quería quedarse a vivir entre ellos. Así, los habitantes conmovidos por el prodigio, le otorgaron el nombre de tatajense, palabra Jñatrjo (mazahua) que significa Padre del Cielo y que más tarde se transformaría en Nuestro Padre Jesús.
EL ORIGEN DE LA FIESTA

La sagrada imagen fue colocada en lo que hoy es la parroquia de San Felipe y Santiago, donde comenzó su veneración y los prodigios que el Señor concedía a través de la sagrada imagen, pero fue una epidemia de fiebre amarilla que azotó la región la que acrecentó la fe de los fieles, que confiados, acudieron a Nuestro Padre Jesús para pedir por la salud de sus enfermos.
En este contexto, se reunieron las familias Lara y Marcos, quienes organizaron una celebración en honor a Nuestro Padre Jesús, ofrendando flores y ceras para agradar el Señor y de esta manera aliviar el dolor de los enfermos y de quienes habían perdido a sus familiares. Tiempo después se unirían las familias Lara y Sánchez, quienes donaron las primeras ofrendas de pirotecnia, posteriormente se sumarían las familias Moreno y García con sus respectivas ofrendas.
En la actualidad, la fiesta la organizan las mayordomías conformadas por alrededor de 90 grupos. Algunas mayordomías son tomadas por voluntad, otras son heredadas. Cuando una persona quiere incluirse a una mayordomía, se somete a prueba por cinco años, una vez superados se le entrega a la esposa del aspirante una canasta flores que simbolizan la fe y al hombre una canasta de pan que significa que va a compartir la comida con la gente, venga de donde venga.
La festividad inicia el último domingo de diciembre con la “entrada de las flores”, que consiste en un recorrido por el pueblo llevando copal, música, cohetes y las flores que adornarán los altares del templo parroquial y las capillas de La Purísima Concepción, San Ramón y San Juan Jalpa. El recorrido inicia desde muy temprano en la casa del mayordomo del castillo, de ahí salen casa por casa para reunir a quienes harán sus ofrendas de flores y se dirigen a la Parroquia de San Felipe y Santiago para entregar su ofrenda y participar de la Santa Misa, para después continuar su recorrido por el resto de las capillas.
Años atrás, los campesinos tomaban las flores del campo, malvas, o siempre vivas y en la actualidad se ofrendan rosas, gladiolas u otras flores, ofrenda que representa la fe y la esperanza de quien las entrega.
LA ENTRADA DE LA CERA

Una de las tradiciones más representativas de la Festividad es la traída de la cera, la cual se compra desde tiempos antiguos en la Ciudad de México, esta se lleva a bendecir a la Basílica de Guadalupe para posteriormente llevarla en procesión desde un paraje llamado Tepetitlán al templo de Nuestro Padre Jesús.
Antiguamente, los mayordomos de la cera recorrían caminando largas veredas hasta llegar a la Ciudad de México, llevaban un huacal con pollos y tortillas para alimentarse cuando iban en dirección a la ciudad; los peregrinos hacían un hoyo en la tierra, en el lugar que creían prudente, donde guardaban comida que sacaban al regresar. Con el paso del tiempo comenzaron a trasladarse en tren desde la estación de Tepetitlán hasta la Ciudad de México y actualmente se trasladan en camiones.
Como ya es costumbre, el primer viernes de enero, los mayordomos compran la cera en las cererías del Centro Histórico de la Ciudad de México. Después de la compra, suelen envolverla con servilletas bordadas con imágenes religiosas, flores o decoraciones, que llevaran cargando con ayuda de un ayate. Por la noche, los peregrinos llegarán a su lugar de descanso, donde se realizará un rosario y los mayordomos se turnan para cuidar la cera, los estandartes y las imágenes religiosas que los acompañan.
Al día siguiente, sábado, acuden a la Basílica de Guadalupe para dar gracias y el domingo toman el camino de regreso a San Felipe para detenerse nuevamente en Tepetitlán, donde son recibidos por sus familiares y personas que tienen la encomienda de alimentarlos.

Concluida la comida, los peregrinos se dirigen hacia la capilla de San Martín Caballero acompañados por la música de banda para amenizar el camino. Una vez ahí son recibidos con coronas de palomitas de maíz o collares con pan que les son colocadas a las ceras que llegan.
El lunes, de camino a San Juan Jalpa, las ceras se entregan a sus respectivos dueños y son decoradas de manera libre sin perder el respeto que dicha ofrenda amerita. La cera se coloca dentro de una caja de madera que tiene cintillos para ajustar a la espada y soporta el peso, pues además en la caja se ajustan palos de madera con banderas de colores amarrados a estos en forma de abanico, cada bandera simboliza a un integrante del grupo. Sobre las banderas se sostiene una imagen de Nuestro Padre Jesús, que puede ser bordada o impresa.
El martes, en medio del júbilo de los pobladores, los peregrinos llegan a San Felipe del Progreso, cumpliendo así su promesa con Nuestro Padre Jesús, algunos entran de rodillas al templo soportando el peso de la cera y agradecer así los favores que el Señor ha concedido.
EL DÍA GRANDE


El sábado, vísperas de la fiesta, la imagen de Nuestro Padre Jesús baja de su altar para ser revestido con sus nuevas ropas, de acuerdo con la costumbre, vestido por una sola persona en presencia de algunos mayordomos varones.
Ese mismo día se levantan las portadas que adornan las entradas del santuario y que son donadas por los mayordomos de la danza de los 12 pares de Francia o los moros contra cristianos.
Las mujeres participan en la decoración del templo colocando manteles y pendones bordados en punto de cruz con detalles mazahuas y religiosos, que son característicos de la etnia mazahua, algunos con mensajes para los peregrinos o con la imagen de Nuestro Padre Jesús.
Las servilletas y pendones que adornan el templo son bordados por personas que pertenecen a diferentes comunidades que se concentran en el municipio y quienes las donan las entregan bellamente decoradas con flores, a modo de ofrenda para el Cristo Milagroso.


El día grande, el tercer miércoles de enero, inicia con el repicar de campanas y las tradicionales mañanitas. Al medio día, la imagen de Nuestro Padre Jesús suele salir en procesión en un colorido nicho o Ngunxita “casa de Nuestro Padre Jesús”, decorado con listones, collares de palomitas de maíz, granadas chinas, siempre vivas, entre otras flores.
Durante la procesión por el atrio de la parroquia, las Pastoras cantan y danzan, los fieles entonan alabanzas a Nuestro Padre Jesús y las imágenes de visita suelen acompañar al Señor. A esta danza se suma la de los Santiagueros y la danza de concheros.
La quema de castillos es una de las ofrendas más vistosas de esta celebración, pues se llegan a quemar hasta cuatro castillos diarios como ofrenda de gratitud al Señor. Durante la noche del tercer miércoles de enero se queman más de 30 torres, que se colocan una tras otra frente al atrio y que reciben la bendición del párroco.
Se dice que “los prometeros” iniciaron la tradición de la pirotecnia con un torito, después dos, y poco a poco las demás mayordomías introdujeron el castillo, y así llegaron a crecer hasta quemar cuarenta torres que iluminan el cielo de San Felipe del Progreso.
Durante los días de fiesta se hacen largas filas para pasar a venerar la imagen de Nuestro Padre Jesús, los mayordomos permiten un espacio de tiempo para que las personas puedan dirigir su oración, contemplar la sagrada imagen y persignarse con el cíngulo que tiene atado a la cintura, muchos de los fieles colocan veladoras y ceras a los pies del señor para implorar su protección y sus bendiciones para el año que comienza.
FUENTES:
TEATRALIDAD ANCESTRAL: COSMOGONÍA JÑATRJO EN LA FIESTA A NUESTRO PADRE JESÚS DE SAN FELIPE DEL PROGRESO, ESTADO DE MÉXICO Y SU VINCULACIÓN CON EL MODO DE PRODUCCIÓN TEATRAL CONVENCIONAL. Ivette Cristal Valenzuela Peña. Toluca de Lerdo, Edo. de México, octubre del 2020.
FIESTAS MÁGICAS. Primera temporada. Cap. 22, Festividad de Nuestro Padre Jesús, San Felipe del Progreso, Estado de México. Sistema de Radio y Televisión Mexiquense. 2012.