«Señor, muéstranos al Padre y nos basta»
Por: Humberto Raí Ramírez Jiménez
A lo largo y ancho del territorio mexicano, las fiestas patronales de los pueblos y comunidades, son el eje central de la vida de sus habitantes. Cada uno con sus usos y costumbres que los caracterizan y los hacen únicos al resto de los demás porque afianzan la pertenencia e identidad en las figuras de sus santos patrones que son engalanados para presidir los festejos en su honor.
En la cuenca de México, especialmente en la gran Ciudad, donde a pesar del tiempo y de las circunstancias actuales, las fiestas patronales juegan un papel importante en la consolidación de la sociedad capitalina.
En la región norte, en la alcaldía Azcapotzalco, que cuenta con pueblos y barrios originarios que si bien, son el alma festiva de la demarcación, su centro juega un papel importante, ya que es el origen y cabecera de su historia y su tradición.
A decir de Minerva Rodríguez Licea, “Azcapotzalco posee un gran valor histórico y cultural, debido a que cuenta con un legado que data desde periodos prehispánicos por la presencia del Señorío Tepaneca, así como un importante desarrollo durante el virreinato con la introducción de la Orden Dominica, además de la relevancia que algunos inmuebles tuvieron durante los movimientos armados de la Guerra de Independencia y la Revolución Mexicana”. Es esa historia la que identifica a los “chintololos” y los hace orgullosos de sus orígenes.
EN EL HORMIGUERO

La palabra Azcapotzalco, que proviene del náhuatl “azcatl” hormiga, “potzoa” acumular y “co” lugar, que significa “en el hormiguero”. El sitio denominado Azcapotzalco se encontraba poblado por los tepanecas durante el período en que llegaron los españoles; esa cultura que se había asentado desde siglos atrás, dejó su legado y trascendencia con las actividades que día a día llevaban a cabo.
“Entre 1375 y 1428 aproximadamente, la ciudad-estado, en náhuatl altepetl– de Azcapotzalco, expandió sus dominios desde su posición como principal centro tepaneca, en la orilla occidental del área lacustre, hasta unificar, al final de aquel periodo, la totalidad del área lacustre, la totalidad del área central mesoamericana. A la muerte de Tezozomoc, huey tlatotoani y gran artífice de la expansión de Azcapotzalco, el llamado Imperio Tepaneca había alcanzado su máximo desarrollo político y territorial, incluyendo bajo su dominio muchos antiguos reinos –en náhuatl tlalocayotl– del área, así como otros creados bajo su dominio, caso este último de los mexicas, que, en el periodo posterior, se harían con el poder”. (Santamarina, 2006:10).
La caída de Azcapotzalco, en el año 1428, fue devastadora, debido a que la triple alianza les retira de sus territorios, perdiendo sus usos y costumbres originales, adoptando la cultura mexica. Tras la llegada de los españoles, Hernán Cortés restituyó la autonomía de Azcapotzalco como señorío y restablece sus antiguos barrios o calpullis en 1532.
EVANGELIZACIÓN


Tras la conquista territorial y militar del área que se convertiría en la Nueva España, se llevó a cabo la conquista espiritual. A la región de Azcapotzalco llega la Orden de Predicadores, mejor conocidos como los Dominicos entre los años 1528 y 1529. Ellos fueron los que establecieron capillas en los antiguos barrios, algunas de tamaño muy pequeño que facilitarían el acercamiento de los indígenas a la nueva religión cristiana.
Los frailes comenzaron a asentar la fe religiosa sobre el centro ceremonial de los tepanecas; guiados por fray Lorenzo de la Asunción, comenzaron con el emplazamiento de los templos en los pueblos y barrios de la región, pero sobre todo cumplir con el cuidado de los indígenas y de su educación tanto en la fe, como para la adopción de un oficio que les permitiera desarrollarse en su entorno actual.
Es así que también se erige en su centro, el gran templo de los Santos Apóstoles, Felipe y Santiago, en donde se fundó un convento que más tarde tuvo la función de recibir a los frailes dominicos que acudían de retiro. Por ser un recinto de grandes dimensiones, permitió que allí se llevaran a cabo la evangelización de los pueblos y villas de Azcapotzalco.
LA IGLESIA DE LOS SANTOS FELIPE Y SANTIAGO

El templo de los Santos Felipe y Santiago fue construido por Fray Lorenzo de la Asunción, llegado a México en 1554, quién además construyó los templos de Tacubaya y Yautepec en Morelos, al igual que las 27 capillas de los pueblos para la evangelización de los naturales y de la antigua parroquia. La iglesia de Azcapotzalco sufrió modificaciones a partir de las necesidades y acontecimientos acaecidos en la región a lo largo del tiempo. La parroquia se concibió con la advocación de los Santos Apóstoles Felipe y Santiago, pero durante los siglos XVII y XVIII se estuvo reconstruyendo y remodelando siguiendo los modelos estilísticos de la época.
Se dice que la parroquia de los Santos Apóstoles se erigió sobre una construcción prehispánica que fue demolida para dar cabida al nuevo edificio; algunas de las piezas que la componían posteriormente fungieron como materia prima. Al conjunto se le dieron varios usos, ya que fue vicaría, curato, convento y lugar de retiro. Posteriormente quedó en el abandono y sufrió algunos deterioros, a principios del siglo XVIII se dispone nuevamente para el culto religioso y años más tarde es usado únicamente como convento para los frailes; cabe mencionar que no se encontraba en aquel momento como actualmente se puede observar, ya que lo último que se realizó fue la portada y la capilla del Rosario, un claro ejemplo del barroco en México y es el tesoro que la orden dominica regaló a Azcapotzalco.
En 2019, el templo de los Santos Apóstoles pasó de ser parroquia a la categoría de Catedral creándose la nueva Diócesis de Azcapotzalco.
LOS SANTOS APÓSTOLES FELIPE Y SANTIAGO EL MENOR

Cada 4 de mayo la Iglesia recuerda a los Santos Apóstoles Felipe y Santiago, quienes formaron parte del grupo de discípulos más cercanos a Jesús, los Apóstoles. Ambos coronaron sus vidas, dedicadas al anuncio de la Buena Nueva a través del martirio.
Felipe, nació en Betsaida y antes de seguir a Jesús fue discípulo de Juan el Bautista. Fue uno de los primeros llamados por el Señor. Después de la Ascensión, junto al resto de apóstoles y la Virgen María, Felipe recibió el Espíritu Santo en Pentecostés. Posteriormente partió a la región de Frigia (ubicada hoy entre Turquía, Hungría, Ucrania y el Este de Rusia) para anunciar la Buena Noticia a las gentes de esas tierras. San Felipe murió apedreado y crucificado en Hierápolis.
Santiago recibe el sobrenombre de “el Hijo de Alfeo”; también se le conoce como “el primo del Señor” porque su madre era parienta de la Virgen María. A él se le atribuye la autoría de la primera epístola católica. En esta se encuentra consignado uno de los principios más importantes de la vida cristiana: “La fe sin obras, está muerta”. En los Hechos de los Apóstoles se le describe como un personaje muy querido de la Iglesia de Jerusalén, a quien se le llamaba con frecuencia “el obispo”.

La tradición nos cuenta que, a Santiago, los judíos lo capturaron y lo llevaron a la parte más alta del templo. Desde allí lo echaron hacia el precipicio. El apóstol cayó de rodillas y murió mientras repetía las palabras de Cristo: “Padre Dios, te ruego que los perdones porque no saben lo que hacen».
Las imágenes de los Santos Apóstoles, veneradas en la actual Catedral de Azcapotzalco, son de grandes dimensiones, elaboradas en madera policromada, estofada juntamente con tela encolada, ubicadas aproximadamente en el siglo XVIII por las características de los estofados que ambas piezas poseen y cuyos rasgos coinciden con otras piezas de la región.
Ambas imágenes fueron posiblemente elaboradas en la región por un mismo obrador, ya que las dimensiones y policromía son muy similares y al parecer no han tenido intervención alguna desde sus orígenes. La imagen del apóstol Felipe se identifica por los colores verde y rojo en sus ropajes y la cruz que porta en su mano derecha. El apóstol Santiago por los tonos morados y grises de sus ropas y el báculo que porta en la mano izquierda, así como la pequeña museta con dos conchas a los lados, que si bien, no debe confundirse con Santiago el Mayor. Ambas piezas poseen un gran cariño entre los pobladores y es por ello que, desde sus inicios, les han rendido tributo con solemnes festejos y verbenas en su honor el día de su fiesta.
LA FIESTA PATRONAL


La fiesta que gira en torno a los patrones de Azcapotzalco ha sido de gran importancia para sus fieles, y que por diversas circunstancias ha tenido diferentes variaciones sin pasar desapercibida ante los cambios que con el tiempo se han generado.
La fiesta consta en algunas ocasiones de un novenario de preparación para la fiesta. En los días posteriores, cercanos al 4 de mayo, las santas imágenes son bajadas de sus nichos del retablo principal para presidir sus festejos. El día principal se les tocan las mañanitas con la banda de música, se hace una kermés en el atrio; durante el día hay quema de pirotecnia y lo más importante, la solemne Eucaristía y la procesión por las calles de la cabecera.
Tras la pandemia de Covid-19 que azotó al mundo, la fiesta tuvo que restringirse en 2020 y 2021. Este año 2022, fue muy significativo para el pueblo de Azcapotzalco, ya que la autoridad eclesiástica y los organizadores, así como la presencia de los Naturales, se esforzaron para rescatar la fiesta. Se llevó a cabo una procesión con las benditas imágenes de los apóstoles que fueron llevados por sus devotos en andas cargados al hombro y adornados de bellas flores. Tan singular acontecimiento contó con la participación de los estandartes de los pueblos, barrios y capillas de Azcapotzalco, dándole un sentido de unidad entre los pueblos y de identidad con su cabecera.

Al término de la procesión, se llevó a cabo la Santa Misa solemne Presidida por su obispo diocesano, Mons. Adolfo Castaño Fonseca, quien en su homilía enfatizó en la alegría de su iglesia particular de Azcapotzalco por celebrar con solemnidad a los patrones de la Catedral como Diócesis, ya que por la pandemia de Covid no se había podido realizar ningún festejo.
Resalto que la elección de los Santos Apóstoles fue de manera gratuita al ser llamados por el Señor a participar de su reino e hizo la invitación al pueblo de Dios para que “al celebrar a éstos amigos de Jesús recordemos nuestra propia vocación adquirida en nuestro bautismo, que al igual que a los Apóstoles elegidos, nos hace discípulos y misioneros en los distintos estados de nuestra vida”.
Esta fiesta sin duda quedará para la historia del pueblo de Azcapotzalco y de sus habitantes, ya que se trató de rescatar las tradiciones que los caracterizan y el empeño para que cada año la fiesta de los santos Apóstoles vaya en crecimiento y se realice de forma digna y mejor organizada con la participación y entusiasmo de todos los fieles.
Referencias: La parroquia de los Santos Apóstoles Felipe y Santiago de la Orden Dominica en Azcapotzalco de Minerva Rodríguez Licea.
Agradecimientos a Miguel Cervantes