Por: Diego Rodarte
Después de dos años de no haberse realizado debido a la contingencia sanitaria por COVID-19, regresó a las calles de la ciudad de Puebla la Procesión de Viernes Santo, que este año celebró su 30 Aniversario y en la que participaron las imágenes de mayor devoción que se veneran en los templos del centro histórico y sus alrededores, junto con sus cofradías.
Las procesiones de Semana Santa en Puebla iniciaron al poco tiempo de la fundación de la Angelópolis. Las primeras iglesias, que fueron las de San Francisco y la de Santo Domingo, sacaron procesiones que fueron creciendo con los años y adquiriendo una mayor importancia, convirtiéndose en la ciudad más importante de procesiones de Semana Santa de la Nueva España.
Las imágenes de mayor devoción y valor artístico salían en andas muy ricas, algunas con recubrimientos de plata o de metal, adornadas con palios de las telas más finas, candelabros y otros elementos, de tal manera que era un lujo ver las procesiones en aquellos tiempos.
A medida que pasaba el tiempo se fueron creando las cofradías, es decir, hermandades que cargaban las imágenes. Los integrantes debían cubrir una serie de requisitos importantes para pertenecer a la cofradía; cada uno de los miembros aportaba dinero en determinado tiempo, y como ellos eran cofrades, al baúl donde se depositaba el dinero se le llamo cofre. Ese dinero se prestaba a redito, no había bancos, así que las cofradías eran las que iban incrementando su dinero con estos préstamos y esto redundaba en la elegancia y riqueza de las andas en que procesionaban.

Con la aplicación de las Leyes de Reforma, que prohibían cualquier manifestación religiosa en la vía pública, en 1861, se dejaron de hacer procesiones en Puebla, ya que el ejercito tomó las iglesias, decomisó las andas y los ornamentos con el fin de «evitar» la procesión que se perdió con el paso del tiempo.
En 1992 un grupo de personas decidió revivir la procesión del Viernes Santo por las calles del Centro Histórico de Puebla y estudiaron detalladamente cuales eran las imágenes de mayor antigüedad y devoción que había en la ciudad. Fue así que decidieron colocar una imagen en la Puerta del Perdón de la Catedral que fuera el símbolo de la procesión, eligiendo al Señor de la Expiración que se venera en el templo del Carmen y que tiene la particularidad de tener costillas y dientes humanos que se pueden apreciar cuando se observa detenidamente.
Otra imagen del templo del Carmen que participa es la de la Virgen de los Dolores, obra de José Villegas Cora, el mejor escultor de la Nueva España en el siglo XVIII, que procesiona al igual que Nuestra Señora de la Soledad del Sagrario Metropolitano, la única imagen sevillana de la ciudad que llegó a Puebla en 1704.
En cuanto a las imágenes de Jesús Nazareno, una de las de mayor devoción es la de Nuestro Padre Jesús de las Tres Caídas del templo de Analco, una escultura que tiene la cualidad de que su pie derecho emana un perfume muy especial. Esta imagen se incorporó a la procesión en lugar de un Nazareno que cargaba la cruz de pie y que fue de los primeros en salir en el cortejo.

El Jesús Nazareno del templo de San José es una de las imágenes más populares que participa en la Procesión del Viernes Santo. Era tanta la devoción a este Cristo, que se le construyó una capilla junto a la iglesia de San José, considerada una de las más hermosas que existe en la ciudad de Puebla.
Cuentan que, cuando se revivió la procesión y se recreó la cofradía de los nazarenos, constituida en 1595, los encargados descubrieron que el Nazareno tenía sandalias de oro, pero una había sido robada. Cuando se le quitó la sandalia para hacer la del otro pie, se dieron cuenta que estaba gastada la suela de oro. Al principio pensaron que era por el roce de sacar y meter la sandalia, pero para sorpresa de todos, la imagen no tiene los pies sobre la base, sino que tiene un soporte de metal y alrededor de 3 centímetros entre la planta y el suelo, y está gastada como si hubiera caminado, e indagando, constataron en las crónicas y leyendas de su tiempo que el Nazareno de San José salía por las noches a visitar a los enfermos.
Finalmente, el Señor de las Maravillas del convento de Santa Mónica es el que cierra la procesión, siendo la imagen que goza de mayor veneración en la ciudad de Puebla. Las monjas del convento de Santa Mónica aseguraban que el Señor cobraba vida en las noches y se quejaba al recibir los azotes de un soldado que acompañaba el conjunto escultórico que se ubicaba a un lado del coro, a partir de entonces se volvió la imagen más venerada y querida de la ciudad.
En 2019 se incorporó a la procesión el Santo Niño Jesús Doctor de los Enfermos, venerado en el Municipio de Tepeaca en el estado de Puebla y que goza de especial devoción a nivel nacional. Su presencia en Tepeaca data de 1942, cuando el presidente municipal en turno acondicionó una parte adyacente al Palacio Municipal para convertirlo en el hospital del municipio «Guadalupe Castillo de Bautista». Para atender la institución, el funcionario mandó llamar a cuatro hermanas de la congregación Josefina, quienes fungieron como enfermeras. Entre las religiosas que llegaron se encontraba Carmen Barrios Báez, quien traía consigo la imagen del Niño Jesús.

En una ocasión, Carmen Barrios encontró vacía la vitrina que resguardaba al Niño Dios. Inmediatamente avisó al personal del edificio, quienes comenzaron a buscarlo. Como si se tratara de una travesura, minutos después el Niño ya estaba en su lugar de reposo con los zapatos llenos de fango.
Junto con el Santo Niño Doctor, este año se incorporó la imagen de Jesús de la Divina Misericordia en el marco del XXV Aniversario de Puebla como Centro Internacional de Difusión de Misericordia Divina. Ambas imágenes salieron porteadas de sus respectivas Cofradías del templo de la Compañía.
Minutos después de las diez de la mañana, las siete cofradías participantes partieron de sus templos rumbo a la Catedral de Puebla, donde en punto de las 12:00 horas, después de escuchar el mensaje del Arzobispo de Puebla, Mons. Víctor Sánchez Espinosa, salieron al recorrido acompañados por los grupos de tamborileros y matraqueros que marcan el paso de la procesión, así como las bandas de música que acompañan el cortejo.
Las expresiones de fe y devoción no se hicieron esperar, pues muchos de los asistentes llevaban consigo imágenes, principalmente del Señor de las Maravillas y del Santo Niño Doctor, y al paso de ambas imágenes gritaban vivas y oraciones para expresar su devoción, contrastando con la solemnidad de las cofradías que de manera organizada transitaban por las calles. Desde los balcones, algunos músicos y cantantes interpretaban temas penitenciales o saetas a Jesús Nazareno y a la Virgen María en sus advocaciones de los Dolores y la Soledad.


El cortejo hizo una parada frente al templo de Guadalupe, donde se rezó el Santo Rosario y el señor Arzobispo hizo una meditación, para continuar de regreso hasta la Catedral, donde concluyó el recorrido a las tres de la tarde, hora en que expiró Nuestro Señor Jesucristo.
Para finalizar, Mons. Víctor Sánchez impartió la Bendición Papal que permite ganar la Indulgencia Plenaria a quienes participaron en la Procesión, posteriormente, las cofradías regresaron a sus respectivos templos para continuar con los oficios propios del Viernes Santo.
Esta procesión, que congregó a más de 100 mil personas, se ha consolidado como uno de los actos espirituales y culturales más grandes de la Angelópolis y de todo nuestro país.