Los Viernes de Cuaresma y Semana Santa en Tlalnepantla

Procesión del Señor de las Misericordias a finales del siglo XIX/Foto: Archivo Histórico de Tlalnepantla

Por: Diego Rodarte

En todo el territorio mexicano, el tiempo de Cuaresma y Semana Santa está marcado por una serie de costumbres que prevalecen en pueblos y barrios que son puntos de peregrinación para honrar a Cristo en el misterio de su Pasión y Muerte, y que son fruto de la evangelización de estas tierras, pero en ciertos lugares existen resquicios de lo que fueron grandes celebraciones y que hoy han quedado en el olvido, o prevalecen de manera simbólica a través de imágenes, las cuáles retratan el sacrificio de Jesucristo por la redención de la humanidad.

Tal es el caso de Tlalnepantla y sus pueblos que, durante muchos años, y hasta la primera mitad del siglo XX, celebraban de una forma muy peculiar los Viernes de Cuaresma en algunas comunidades con sus imágenes pasionarias particulares y de forma especial, las celebraciones de estos días de la cuaresma, giraban también en torno al Señor de las Misericordias que se venera en la actual Catedral de Corpus Christi.

En 1555, los misioneros franciscanos llegaron a lo que ahora es el territorio de Tlalnepantla, donde se encontraban las poblaciones de origen otomí y nahua, las cuales fueron unificadas en una sola doctrina para facilitar la tarea evangelizadora, surgiendo así el pueblo de Tlalnepantla, que quiere decir “La tierra de en medio”, ya que el convento franciscano congregaba a ambos pueblos que dominaban el territorio y teniendo como cabeceras a Tenayuca de mexicanos y otomíes de  Teocalhueyacan.

El Señor de las Misericordias en sus festividades/Foto: Tomada de redes

Ambos grupos étnicos convivían en un mismo curato, y aunque existían rivalidades, la diferencia entre ambos quedó marcada en la construcción de la actual Catedral de Corpus Christi, porque hay una parte construida en cantera rosa que proviene de la región de  Tenayuca, marcando la parte de los mexicanos, y otra parte en cantera gris que construyeron los otomíes, de tal manera que la iglesia estaba dividida arquitectónicamente entre uno y otro grupo.

En el Archivo parroquial de la actual Catedral de Corpus Christi, existe un documento que se conoce como el Directorio de los Franciscanos, catalogado por la Doctora en Historia, Rebeca López Mora, como parte del Archivo Histórico Parroquial de Tlalnepantla, y que, de acuerdo con la especialista, están marcadas las directrices de gobierno y las actividades que se realizaban en todas las fiestas de cada pueblo.

“Tlalnepantla es un pueblo que estuvo primero bajo un gobierno indígena, en donde estaban los dos grupos étnicos, pero más o menos para 1666 se separan los gobiernos y entonces hay un gobernador para otomíes y otro gobernador para mexicanos… Cabe recordar que los frailes que construían los conventos, los ponían en una cabecera, es decir, un pueblo central, donde estaba el gobierno indígena y a partir de ahí había pueblos sujetos, y estos pueblos sujetos estaban muy dispersos…”, explica la Dra. López Mora en entrevista para EL COLOR DE LA FE.

Los frailes franciscanos tenían que visitar todos los pueblos de la zona de Tlalnepantla, que comprendía desde Villa Nicolás Romero, colindando con Villa del Carbón, hasta Ticomán, en lo que ahora es la Alcaldía Gustavo A. Madero, buscando en todo momento que ambas parcialidades, otomíes y mexicanos, participaran en las prácticas religiosas, principalmente para el tiempo de Cuaresma.

Divino Preso venerado en San Pedro Barrientos

“El primer lunes de cuaresma empezaban las confesiones de los dos pueblos, para estas confesiones a cada pueblo se le iba asignando uno de los frailes. Dice este Directorio que los padres tenían que sentarse desde la mañana, ir a comer y luego hasta la puesta del sol iban confesando e iban visitando cada uno de estos pueblos, todas estas funciones o actitudes religiosas tenían un costo, se le tenía que dar de comer a los padres y además pagar su estancia en ese pueblo”, comenta la Dra. Rebeca López Mora.

Cada Viernes de Cuaresma se celebraba una misa en la que participaban específicamente cada uno de los pueblos, iniciando la parcialidad de los mexicanos, a quienes les correspondían los primeros tres Viernes de Cuaresma, mientras que a los otomíes les tocaba celebrar el cuarto, quinto y sexto viernes.

El primer y segundo Viernes de Cuaresma se subía al pueblo de San Pedro Barrientos (Tepemaxalco), ahí se ofrecía un desayuno, se celebraba una misa, se hacía un rezo y la gente salía en procesión caminando hasta la Parroquia de Tlalnepantla, llevando una imagen de Cristo que se veneraba en el pueblo:

Cristo venerado en la Parroquia de San Antonio la Loma

“En la iglesia central había una misa cantada que se oficiaba por la tarde de los Viernes de Cuaresma en honor del Cristo de la Misericordia, que ahora se conoce como El Señor de las Misericordias, pero en ese entonces nada más se hablaba de “El Cristo de la Misericordia”.

Es una imagen que ha sido muy estudiada, porque es una escultura de pasta de caña muy ligera y se tiene idea de que la mandaron hacer los franciscanos desde el siglo XVI, por eso es una de las imágenes más veneradas en Tlalnepantla.

Estas misas especiales, cantadas, las pagaban las personas importantes de los pueblos. En cada pueblo había una persona que podía ser una especie de cacique o bien, las personas más importantes tenían asignado este cargo, porque era para ellos un honor pagar estas misas”.

Al terminar la celebración de la misa, se daba una plática cuaresmal en lengua náhuatl por tratarse de la parcialidad de mexicanos y al finalizar la predica regresaban a su pueblo.

Señor de la Columna venerado en San Bartolo Tenayuca

Siguiendo la dinámica de los viernes anteriores, el Tercer Viernes de Cuaresma salía una procesión desde San Bartolomé Tenayuca junto con toda la parcialidad de mexicanos, hasta la Parroquia de Corpus Christi para participar en la misa del Cristo de la Misericordia y en la plática cuaresmal en mexicano:

“Cuando iban saliendo de Tenayuca, aunque no lo dice el documento, participaba toda esta zona de mexicanos: Santa Cecilia Acatitlán, San Rafael, San Lucas, San Bartolomé, Ticomán, Santa Isabel Tola, San Jerónimo y Santa María Cuautepec, entre otros y en la parte de otomíes participaban los pueblos de San Mateo Tecoloapan, Atizapán, Santa María Calacoaya, San Pedro Azcapotzaltongo y San Miguel Ila.

Era mucho más poblada la zona de otomíes que la de mexicanos, pero la de mexicanos siempre fue la preponderante, en el sentido de la atención, incluso fueron los primeros gobernadores. En el gobierno de los indios, que era un gobierno autónomo que tenían en la época colonial, los primeros gobernadores siempre fueron los mexicanos y después fue como una concesión darles un gobierno a los otomíes y un gobierno a los mexicanos”, revela la Dra. Rebeca.

Cabe mencionar que en el pueblo de San Juan Ixtacala existía la devoción del Tercer Viernes de Cuaresma, ya que en la iglesia de dicho pueblo se encuentra una imagen de Jesús denominado El Señor de la Caña, del cual se cuenta que se le dedicaba dicha celebración, pero al coincidir en algunas ocasiones con la fiesta de San José, Co-patrono de Ixtacala, no se podían realizar ambas festividades, y se decidió solamente retomar la memoria de San José.

Señor de la Caña venerado en San Juan Ixtacala

El Cuarto Viernes de Cuaresma correspondía a la parcialidad de los otomíes o los “otomites”, a quien se les daba una plática en lengua otomí y salían en procesión del pueblo de San Lorenzo Xolalpa hacia la Parroquia de Tlalnepantla. También se celebraba una misa en honor al Santo Ecce Homo, que era una imagen de Cristo muy venerada por los otomites, que al igual que los mexicanos, pagaban los oficios del día y la estancia de los frailes.

Esa misma tarde, en el pueblo de Santa María Cuautepec, se oficiaba una misa por ser una zona muy poblada y de especial importancia para los mexicanos, por lo que se le daba una atención especial.

El Quinto Viernes, nuevamente se oficiaba una misa en honor al Cristo de la Misericordia, pero esta era pagada por los Fiscales Mayores de cada parcialidad, un cargo pagado por la Iglesia encomendado a personas cuya función era cuidar el buen desarrollo cristiano de los pueblos.

De acuerdo con la Dra. López Mora, había “fiscales menores que acompañaban a la gente para que fuera a misa y acusaban a los que tenían una actitud no cristiana, por ejemplo, emborracharse o realizar prácticas paganas. También estaban al cuidando de las pequeñas iglesias de visita que estaban a lo largo de todo el pueblo de Tlalnepantla, entonces seguramente había un fiscal para mexicanos y un fiscal para otomíes”.

También se celebraba una misa en el pueblo de San Francisco Atizapán, así se llevaba a cabo la Cuaresma, hasta llegar al Viernes de Dolores, cuando empezaban las grandes celebraciones y los gastos fuertes.

Señor de la Preciosa Sangre de Cuautepec

EL Viernes de Dolores había fiesta por la mañana y por la tarde, y se llevaba a cabo una misa en San Francisco Tizapán (Atizapán), en la que participaban tres sacerdotes a los que se les tenía que pagar. Se consideraba que era una misa cara porque había sermón, además, era misa cantada, por lo que su costo era de siete pesos.

Ese mismo viernes, se celebraba otra misa en el pueblo de Santa María Cuautepec, otra en Ticomán, una más en San Lucas y otra en Santa María Calacoaya, las cuales eran pagadas por un mayordomo:

“En cada pueblo había una cofradía dedicada a la advocación de los santos patrones de cada uno de estos pequeños pueblos, pero estas cofradías en realidad tenían dos funciones: por un lado, era tener una tierra que le llamaban “la tierra de los santos”, que se cultivaba en común del pueblo y lo que sacaban era para la fiesta de esa iglesia de visita y también había un mayordomo que cuidaba que ese dinero se juntara.

A veces estas tierras las arrendaban, pero el dinero iba para la fiesta y los cofrades podían tener ciertas ayudas cuando morían, entonces el dinero que se juntaba era para cantarles una misa o para ayudarles en su entierro.

La cofradía del Santísimo Sacramento era una cofradía en la que participaban tanto los indios como los españoles y fue de las más importantes. Esta cofradía no tenía tierras, se pagaba directamente por participar y al morir los integrantes tenían derecho a misas y apoyo para el entierro, era como una sociedad de apoyos mutuos.

Estas eran las funciones de las cofradías y estaban cuidadas por estos mayordomos, que hacían las cuentas directamente con el párroco, en este caso con los frailes franciscanos, le daban cuenta de cuanto se estaba obteniendo de esta tierra”.

LA SEMANA MAYOR

El Señor de Tepalcingo de Santa María Nativitas Xocoyahualco/Foto: Ernesto Castillo Mercado

Durante la Semana Santa participaban las dos parcialidades de indios que se congregaban en la Parroquia de Tlalnepantla, iniciando el Domingo de Ramos con la Bendición de las Palmas:

“Tlalnepantla era un pueblo muy peculiar, estaban juntos, pero no revueltos. Cada República de Indios, tanto de mexicanos como de otomíes, pagaban las palmas, se las repartían a su pueblo y cada uno de los encargados les daba una palma a los franciscanos, entonces los franciscanos llevaban una palma de los otomíes y otra de los mexicanos, nunca fueron iguales hasta prácticamente el siglo XIX, siempre estuvieron separados estos dos grupos”, explica la Dra. Rebeca López.

La ceremonia iniciaba con la procesión de las palmas para ingresar a la parroquia y se oficiaba una misa cantada. También se oficiaban misas cantadas en otros lugares, como el pueblo de San Jerónimo Tepetlacalco y era pagada por una de las personas importantes del lugar.

El Jueves Santo era considerado el día más importante de la Semana Santa y el que implicaba un gasto mayor, pues se tenían que comprar las ceras que iluminarían toda la noche la velación, acompañado a Jesucristo en la Oración del Huerto y al Santísimo Sacramento, incluso se pagaba la toalla con la que se hacía el lavatorio de pies, por lo que se utilizaba el dinero que se guardaba durante todo el año en la caja de comunidad y que se destinaba para esta ocasión.

Señor de Jerusalén venerado en el pueblo de los Reyes

Tal era la importancia de este día, que se contaba con la participación de los gobernadores de ambas parcialidades y no se trabajaba durante el día:

“Incluso el lavatorio de pies se hacía muy temprano, se hacía a las 2:00 de la tarde… después en la portería se les daba de comer a los pobres a cuenta de los dos gobiernos, tanto de mexicanos como de otomíes y se salía en procesión con los cristos, es decir, todas las imágenes de Cristo las llevaban en procesión”.

La Dra. Rebeca López Mora refiere que existe una relación muy antigua en la que se habla de una representación en la que se asignaban personajes para la Aprehensión de Cristo y la Crucifixón: “Se dice en este Directorio que quienes cuidaban el Santísimo Sacramento mientras se quedaba resguardado eran los sacristanes, pero también estaban los soldados que se cambiaban cada 15 minutos para hacer esta guardia”, comenta.

El Viernes Santo se hacía la representación de Las tres caídas, que terminaba en el patio del cementerio, ahí se daba un sermón y se regresaba al curato, donde se hacía el descendimiento y el Sermón del Tránsito a las 3:00 de la tarde, recordando el tránsito de Jesucristo de la vida a la muerte. Por la noche se daba el pésame a la Virgen que era llevada en procesión en andas mientras las mujeres llevaban velas encendidas.

Santo Entierro de la Catedral de Tlalnepantla

Como parte de los ritos del Viernes Santo, se donaba un vaso de vino y ostias, en ese tiempo llamadas soletas, y los gastos del día corrían por cuenta de la parcialidad de mexicanos.

El sábado Santo se realizaba un rosario para acompañar a la Virgen y el Domingo de Resurrección se daba un sermón desde el púlpito anunciando la alegría de la Pascua y la Resurrección de Cristo.

“Estas ceremonias se realizaban durante todo el periodo que estuvieron los franciscanos. Ellos salieron del curato de Tlalnepantla en 1754 y de haber tenido varios frailes que atendían a la comunidad se quedan solamente con un párroco y a veces un Vicario, por lo que muchas de las cosas se restringieron, sí se hacían visitas, pero estaba especificado que día de visita y prácticamente cada año iba el párroco a visitar cada una de las comunidades, a revisarles todas las cosas que tenían, es decir hacer inventario, que no hubiera mermas y ver las mejoras, y él daba la anuencia de si estaba bien o mal.

Lo que sí sabemos es que todavía se seguía haciendo la representación, en un documento en el archivo del curato de Tlalnepantla de 1801 se dicen todos los personajes que se van a dar en la representación de la Semana Santa, lo cual significa que es muy probable que los asuntos de la Semana Santa se siguieron haciendo casi igual en el curato durante mucho tiempo, prácticamente hasta el siglo XX”.

Cristo venerado en San Miguel Chalma

Con el paso de los años, las costumbres propias de Cuaresma y Semana Santa establecidas en el Directorio Franciscano se fueron modificando debido a los diferentes cambios que hubo, por ejemplo, en la última parte de la época colonial se empieza a obligar a los indios a aprender el español y a partir de la Independencia se termina la separación entre otomíes y mexicanos, considerándolos ciudadanos libres.

En la segunda mitad del siglo XX, las iglesias de visita son convertidas en Parroquias de la actual Arquidiócesis de Tlalnepantla, por lo que en cada una se fueron estableciendo tradiciones específicas y el crecimiento de la urbanización fue dejando atrás las procesiones que se realizaban.

En cada parroquia de Tlalnepantla existen imágenes que evocan la Pasión de Cristo y que siguen vigentes en la devoción y la memoria del pueblo:

Cristo Resucitado «Señor de la Ascensión» de la Catedral de Tlalnepantla

“Cada parroquia va a tener una imagen más apreciada que las otras, en el caso de Tlalnepantla, la que sigue siendo sumamente importante es el Señor de las Misericordias, hay una fiesta el Domingo de la Ascensión, hubo una cofradía durante mucho tiempo y todavía hay personas que pertenecen a esta cofradía que se dedican a adornar el altar y exponer la imagen el día de su fiesta y también para que participen en la Semana Santa.

También está la imagen del Ecce homo, que está bajo resguardo y está la imagen del Santo Entierro, ese cristo estuvo mucho tiempo en la parte de afuera, en los arcos y son las imágenes más antiguas de Cristo que se tienen en Tlalnepantla”, concluye la Dra. López Mora

Otra escultura que es considerada parte del tesoro artístico y devocional de la Catedral de Tlalnepantla, es la imagen de Cristo Resucitado o Señor de la Ascensión como se le llama en documentos del archivo parroquial, elaborado con la técnica de caña de maíz a finales del siglo XVI y que se conserva en el claustro de la Catedral, como una huella inequívoca de la relevancia que tuvieron los días santos en la época Novo Hispana.

Santo Entierro venerado en San Pedro Barrientos

Agradecimientos:

Dra. Rebeca López Mora, Doctora en Historia por la Facultad Filosofía y Letras de la UNAM, Profesora de tiempo completo de la FES ACATLÁN. Elaboración del Catálogo del Archivo Histórico Parroquial de Tlalnepantla.

Pbro. Valeriano Gómez, Párroco de San Juan Bautista Ixtacala.

Eduardo Caballero, Cronista Comunitario de San Juan Ixtala.

Colaboración de: Lic. Humberto Raí Ramírez Jiménez, Cronista Comunitario y R.P.

Fotografías: Cristos venerados en la región de Tlalnepantla.

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