«Contigo estamos señora, Madre del dolor transita, para enjugar esas lágrimas que corren por tus mejillas, ofreciéndote el consuelo de una vida arrepentida…»
Por: Diego Rodarte
En el Monasterio de Concepcionistas de Jesús María, ubicado en la Alcaldía Gustavo A. Madero, se conserva una hermosa imagen de la Virgen de los Dolores que es considerada un testimonio silencioso de las catástrofes naturales que sufrió la Ciudad de México en la época Novo Hispana, y cuya devoción ha sobrevivido a los embates de la exclaustración y la persecución religiosa que sufrió el país a mediados del siglo XIX y principios del siglo XX.
Las Hermanas Concepcionistas pertenecen a la Orden de la Inmaculada Concepción fundada por Santa Beatriz de Silva en 1489, en Toledo, España. Aunque la Inmaculada Concepción no era un dogma de fe en aquellos tiempos, era una devoción muy extendida por los Franciscanos y es durante una revelación que la Santísima Virgen María pide a Santa Beatriz que funde un monasterio para honrar el misterio de su Inmaculada Concepción.
Fue a petición de la Virgen María que las Hermanas Concepcionistas vistieran el hábito conformado por un hábito blanco y un manto azul, tal y como se le representa en el misterio de su Inmaculada Concepción, por lo que las Hermanas utilizan el manto azul para la misa todos los días y en las solemnidades, cuando rezan laudes y vísperas.

«Una particularidad de nuestro hábito es el escudo, que según nuestra regla, debemos tener suspendido en el pecho, porque significa tener entronizada a la Santísima Virgen María en nuestro corazón, y en el manto también lo tenemos cocido en el hombro derecho como una forma de defender a la Inmaculada Concepción y rescatar la virtud de la pureza que la Santísima Virgen vivió durante toda su vida y que es un valor que purifica nuestro corazón y nos hace ver la bondad y la belleza de la creación», explica la hermana Jazmín de María, perteneciente al Consejo de la comunidad de religiosas del Monasterio de Jesús María y encargada de custodiar el aspecto histórico de la comunidad, así como la sagrada imagen de Nuestra Señora de las Aguas.
Tras la muerte de Santa Beatriz de Silva, la Orden se desestabilizó porque no había quien le diera continuidad al trabajo y las ayudara a profundizar en la espiritualidad y el carisma de la congregación. Cuando lograron tener una Regla propia que las rigiera como congregación, las Concepcionistas se fueron extendiendo por toda España.
Con el descubrimiento de América y el inicio de la evangelización, el primer Obispo de México, Fray Juan de Zumárraga, solicitó que hubiera religiosas en estas tierras, pero debido a las dificultades que implicaba el traslado y el tiempo de viaje, no había religiosas dispuestas a emprender la odisea.

El primero monasterio de religiosas fundado en México era un Beaterio, conformado por mujeres que también habían hecho voto de Virginidad y que tomaron la Regla de la Orden de la Inmaculada Concepción en el año de 1530, y es hasta 1540 cuando logran consolidarse como congregación en México, creando el monasterio de la Inmaculada Concepción de la Madre de Dios y a partir de ahí se extendió dando vida a otras Ordenes Religiosas, como las Carmelitas y las Clarisas.
El Monasterio de Jesús María fue fundado en 1580 por hermanas del primer monasterio de Concepcionistas en México con la ayuda de Pedro Tomás Denia, un hombre piadoso que tenía la inquietud de ayudar a las hijas de los conquistadores que no podían pagar la dote para convertirse en religiosas, y con Gregorio de Pesquera se une para fundar el Real Convento de las Concepcionistas de Jesús María, en el centro de la Ciudad de México y así ayudar, como bienhechores, recolectando ayudas para la consolidación del monasterio.
La devoción a la Virgen de los Dolores siempre ha estado presente en la congregación, esto se sabe gracias a los libros de contabilidad, en los que están registrados los gastos para las fiestas del Viernes de Dolores, cuando se compraban ceras, flores y se pagaba una misa especial:

«No sabemos en qué momento llegó la Virgen, pero existe la teoría de que la imagen la pudieron haber traído desde España, pero con la reciente restauración, se llegó a la conclusión de que se trata de una imagen hecha con manufactura mexicana con influencia española en la cuestión artística.
Es a raíz del milagro ocurrido en 1714 que se le da el título de Nuestra Señora de las Aguas, y es cuando empezamos a tener un registro histórico, incluso de hermanas que toman como apellido religioso el nombre de Nuestra Señora de las Aguas.
Antes de eso se menciona mucho a Nuestra Señora de los Dolores como una devoción que ya tenía la comunidad, pero no sabemos si era en particular esta imagen o era otra, o bien, una devoción en general», comenta la hermana Jazmín.
LA VIRGEN CAMINA SOBRE EL AGUA

En junio de 1714, la Ciudad de México sufrió el azote de terribles inundaciones que anegaron los barrios de la capital, derribando iglesias, conventos, calles y casas. En aquel tiempo, la imagen de la Virgen de los Dolores se encontraba en el coro bajo del convento.
Como todos los días, la hermana sacristana se encontraba haciendo el aseo en la capilla, cuando se percató que el vestido de la Virgen estaba mojado, lo cual le pareció muy extraño porque los floreros estaba retirados de la imagen y no había agua cerca que pudiera mojar el vestido:
«Así pasaron varias horas y el vestido seguía mojado, entonces la hermana decidió mojar otra parte del vestido y vio que la parte que ella mojó se secó y lo demás continuaba húmedo. Eso le pareció muy extraño y avisó a la Abadesa y a las Hermanas, y a su vez, ellas le notificaron al Obispo.
El Obispo mandó un relator y las hermanas dieron su testimonio de como piensan que se pudo haber mojado el vestido y al comprobar que se trataba de un hecho sobre natural lo registraron como un milagro… cuentan que los naturales de la ciudad, llegaron al convento buscando a la Virgen y ellos decían que la habían visto caminar sobre el agua y cerrar las compuertas de una presa que estaba apunto de desbordarse y así salvar a los habitantes de esa zona; la ubicaron en el monasterio y fueron a rendirle veneración», relata la hermana Jazmín de María en entrevista para EL COLOR DE LA FE.
Carlos Sigüenza y Góngora en su libro Paraíso Occidental, relata que una piadosa mujer de origen indígena llamada Petronila de la concepción, servía como donada en el Real Convento de las Concepcionistas de Jesús María, cuando vio a la Santísima Virgen sosteniendo las paredes del templo.

Con gran admiración y sencillez, la mujer se acercó a la Virgen y le dijo que en lugar de sostener las paredes, quitara la inundación y no tendría ese trabajo, a lo que la Virgen respondió que aquella inundación era castigo de Dios a la ciudad.
El 1 de julio de 1714, las religiosas observaron que todo el ruedo del vestido y parte del manto estaban empapados de agua, a la altura de un poco más de una cuarta, había días en que el agua escurría de sus ropas y días que escurría un poco menos, esa humedad duró dos años.
De acuerdo con el relato de Sigüenza y Góngora, la Virgen salía del convento en medio de la inundación y caminaba por las aguas hasta llegar a las compuertas de una presa que estaba por Peralvillo, y de esa forma se acabó la inundación, al ver este milagro muchos indios se convirtieron.
Al ser notificado, el Arzobispo de México, José Pérez de Lanciego Eguiluz y Mirafuentes, nombró un Jurado que declaró este acontecimiento como un hecho sobrenatural y quedó asentado en la Prueba Canónica que las Hermanas Concepcionistas resguardan en el archivo del convento.
Así, se determinó que el primero de julio se celebrara su fiesta con el título de Nuestra Señora de las Aguas, sin embargo, las hermanas seguían celebrando el Viernes de Dolores y posteriormente la Solemnidad de Nuestra Señora de los Dolores en torno a la misma imagen.
A partir de entonces, el culto a Nuestra Señora de las Aguas fue creciendo, pues de acuerdo con los libros de contabilidad, se hacía una inversión importante para las celebraciones en honor a la Virgen, pero con la promulgación de las Leyes de Reforma, la devoción fue perdiendo fuerza debido a la exclaustración de los conventos ordenada por el gobierno:

«El 13 de enero de 1863, las hermanas salieron en la noche y tomaron lo que pudieron. Nosotras nos preguntamos si tomaron a la Virgen así como está o fue desmontada y durante la persecución se fue deteriorando. Ahí hay una laguna en la que no tenemos registrado que pasó con la Virgen…
Es hasta 1903 cuando tenemos una reimpresión de la novena: hay un pequeño escrito de una señora que dedica la novena a las religiosas, lo que nos sirve de referencia de que después de que las hermanas habían sido exclaustradas, aún existía devoción a la Virgen, pero todavía en esas fechas no había una estabilidad para la comunidad, todavía seguían escondiéndose y es hasta la restauración de la comunidad en 1963 que las hermanas encuentran un escrito donde dice que la imagen la tienen familiares de la última hermana que había quedado después de la persecución y las hermanas piden que se les devuelva, pero tardaron siete años en recuperarla.
En una carta de las hermanas supimos que estuvo con unas Clarisas que no la querían devolver, tal vez por el valor histórico o artístico, pero nosotras esperamos que haya sido un valor devocional, que hayan querido tenerle ese amor y veneración a la Virgen, y cuando la devuelven piden que se rece por la familia».
En la capilla del convento que ahora resguarda la imagen, existía un cuadro con milagritos y fotografías a manera de exvoto por algún milagro recibido por intercesión de Nuestra Señora de las Aguas, también se encontraba el vestido del milagro doblado dentro de un marco y que fue restaurado por la profesora Lorena Román de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía, (ENCRyM) junto con sus alumnos: «el vestido no está completo, tiene mucho faltante, solo se conserva la parte de enfrente y no se aprecia cual era el modelo del vestido», señala la hermana Jazmín.

Con el regreso de la imagen y la restauración de la Orden, la devoción a Nuestra Señora de las Aguas tuvo periodos en la que su devoción se fue recuperando y periodos en la que fue decayendo, quedando como una devoción propia del Monasterio de Jesús María:
«Había una hermana, la Madre Angélica que le tenía mucha devoción y mucho amor a la Virgen, la tenía con flores, le hacía sus vestidos y promovía mucho la devoción a la Virgen de las Aguas y venían muchas personas que ella conocía directamente. Entonces era una devoción de la comunidad y de la gente que venía a visitarla.
La Madre Angélica sale de la comunidad en un proyecto de fundación en Querétaro y se empezó a perder nuevamente la devoción. Fue a raíz del proyecto de restauración de la imagen que se empezó a dar a conocer otra vez… ahora las personas vienen y por nuestro estilo de vida, solo la portera tiene contacto con las personas que vienen a ver a la Virgen, pero no les pregunta su nombre ni de donde vienen y con lo que ha publicado el INAH en internet, han venido más personas», señala la Hermana Jazmín.
LAS BONDADES DE LA VIRGEN

Entorno a Nuestra Señora de las Aguas existen testimonios de las bondades con que ha favorecido a los fieles que con una fe sincera acuden a pedir su intercesión, ya sea para casos difíciles o cuestiones de salud:
«La Madre Angélica nos platicaba de una persona que a su esposo lo iban a meter a la cárcel y que iba a ser enjuiciado, y la mujer, en lugar de ir al juicio, se vino para el convento y le pidió a la Virgen que dejaran en libertad a su esposo, y la Virgen le hizo el milagro, porque mientras la mujer se encontraba aquí en oración su esposo fue absuelto y puesto en libertad.
También vienen parejas que no pueden tener hijos y le piden a nuestra Madre Fundadora el milagro de tener un bebé y se los concede, pero se lo piden a nuestra Santa Madre Fundadora y a la Virgen de las Aguas. Una pareja vino, habían tenido un aborto y después no podían concebir, tardaron un tiempo y le pidieron a la Virgen de las Aguas que les permitiera tener un hijo, ya después vinieron a darle las gracias, el niño ya cumplió un año de edad», recuerda la hermana Jazmín.
La celebración en torno a la Virgen de las Aguas suele ser muy arraigada dentro de la comunidad, ya que las hermanas no cuentan con un capellán que celebre la Santa Misa en un horario fijo, por lo que acuden pocas personas que se ajustan a los horarios. También se hacía el cambio de vestido, pues la Madre Angélica solía vestirla con los colores del hábito Concepcionista, pero con la salida de la Madre del convento, los cambios de ropa se fueron reduciendo.
Un dato interesante es que durante la Pascua, las Hermanas solían vestir a la Virgen con colores llamativos, y en fechas previas a su restauración vestía un ajuar de color negro en su calidad de Dolorosa.
LA RESTAURACIÓN

El 10 de enero de 2019, aniversario de la fundación del Real Monasterio de Jesús María, la Virgen de las Aguas ingresó a los talleres de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural, (CNCPC), del Instituto Nacional de Antropología e Historia, (INAH), para su intervención y estudio, a cargo de la restauradora perito Judith Katia Perdigón Castañeda, debido a que las religiosas se percataron de que la imagen de candelero, esculpida en madera, se estaba partiendo debido al paso de los años.
El objetivo del proyecto de restauración fue devolver a la escultura su belleza original y su iconografía, además de eliminar elementos ajenos a la obra original que cambiaron su estética con el paso del tiempo. Un problema recurrente era que las personas solían arrancarle las lágrimas y para evitar esto, la capilla que la resguarda tuvo que ser modificada.
Tras un largo proceso de restauración que se prolongó debido a que la imagen requirió una atención profunda, la imagen de Nuestra Señora de las Aguas regresó al Monasterio de Jesús María el 19 de diciembre de 2019, y desde entonces, gracias a la difusión de su restauración, la devoción y el cariño hacia la Señora de rostro dulce y lloroso ha ido creciendo nuevamente:
«Algo que nos ayudó mucho con la restauración fue el cambio que hubo en la apariencia de su rostro… la expresión de su rostro refleja la ternura con que la Virgen nos ama, se preocupa por nosotros, las lágrimas y ese silencio en el que Ella sufre por nuestros pecados, nuestros desagravios, nuestras ingratitudes como seres humanos y aún así nos lleva en su corazón, está ahí, esperándonos y creció más nuestro amor hacia Ella», conlcuye la hermana Jazmín de María.
Agradecemos a las Hermanas Concepcionistas del Monasterio de Jesús María, en especial a la Hermana Jazmín de María, por sus atenciones para la realización de este reportaje.
Gracias, interesante artículo de la Virgen de las Aguas. Pero ahora, que la Virgen María de las Agua, nos traiga este preciado líquido a México
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