El Cristo del Amor

«He aquí que mi siervo prosperará, será engrandecido y exaltado, será puesto en alto…»

Por: Diego Rodarte

En la antigua Parroquia de Indios, en la Villa de Guadalupe, se conserva una hermosa imagen de Cristo Crucificado, venerada bajo el nombre de El Cristo del Amor, una talla en madera de zompantle (colorín), policromado con incrustaciones de uñas naturales que data del siglo XVII.

Entorno a esta imagen no existe una historia o prodigio en particular por el que se promueva su devoción. El Cristo se encontraba en la parte alta del presbiterio de la Parroquia de Indios, que durante muchos años estuvo sin una techumbre que cubriera su interior de las inclemencias del tiempo, por lo que el crucifijo permaneció a la intemperie, sufriendo graves deterioros.

Con el rescate del recinto que resguarda los cimientos de las dos primeras ermitas construidas en el Tepeyac para cumplir el deseo de la Virgen de Guadalupe, el entonces Párroco del templo de Santa María de Guadalupe Capuchinas, Dr. Armando Colín, tomó la iniciativa de restaurar la sagrada imagen de Cristo Crucificado, y en agosto de 1997, comenzaron los trabajos de restauración, realizados por el Mtro. David Salvador y María del Pilar Cordero.

La restauración consistió en consolidar las grietas en la madera, eliminación de pintura de aceite en toda la escultura, eliminación de pasta epóxica, reposición de encarnación y tratamiento de la madera con pentaclorofenol para su conservación.

Una vez restaurado, el Cristo fue llevado en procesión solemne del taller de restauración del Museo de la Basílica al templo de Capuchinas el 10 de abril de 1998, Viernes Santo, para ser venerado por los fieles durante los oficios de la Pasión del Señor, permaneciendo ahí hasta su traslado definitivo a la Parroquia de Indios el 9 de junio de 1998, día en el que el entonces Arzobispo Primado de México, Cardenal Norberto Rivera Carrera, reabrió el templo con motivo de los 450 años de la muerte de San Juan Diego Cuauhtlatoatzin.

Actualmente, el Cristo del Amor se encuentra en el muro lateral izquierdo de la Parroquia de Indios, donde algunos fieles se detienen a murmurar algunas oraciones para suplicar el favor del Hijo de Dios, y como testimonio de sus bondades, hay algunos «milagritos» que dan fe del amor y la misericordia que Nuestro Señor Jesucristo derrama desde la cruz.

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