«Vengan todos y adoremos al recién nacido Rey…»

Por: Diego Rodarte
En las catacumbas de Roma, los primeros cristianos manifestaron su fe a través de pinturas, relieves y esculturas, y a partir del siglo III comenzaron a representar escenas que aluden al nacimiento de Cristo, la adoración de los pastores y los magos, incluso, algunas con la presencia de la mula y el buey, animales nunca mencionados en los evangelios pero con un alto grado simbólico.
El arte de la Edad Media también representó el nacimiento de Cristo, presentando generalmente a la Virgen recostada junto al pesebre y sentada durante la adoración de los Reyes Magos.
Dos semanas antes de la Navidad de 1223, San Francisco de Asís se encontraba en el poblado de Greccio, pequeña población italiana de aspecto medieval y de unos mil 600 habitantes, situada entre Roma y Asís. Estando enfermo de gravedad y pensando que esa sería su última Navidad, San Francisco llamó a su amigo Juan Velita y le dijo:
«Si quieres que celebremos en Greccio esta fiesta del Señor, date prisa en ir allá y prepara enseguida lo que te voy a decir: quiero celebrar la memoria del niño nacido en Belén y deseo contemplar de algún modo con mis ojos cuanto sufrió en su condición de niño, como fue reclinado en el pesebre y como fue puesto sobre el eno entre un buey y una mula».

Juan Velita siguió las indicaciones de San Francisco y arregló una gruta muy semejante a la de Belén, donde algunas personas representarían a María, José y los pastores. Se preparó un altar con un pesebre junto al que colocaron un buey y una mula, y se celebró la Santa Misa.
Para los habitantes de Greccio fue como si hubiera retrocedido el tiempo y se encontraran en Belén, como si ellos fueran los pastores que aquella primera navidad visitaron a Jesús avisados por los ángeles. Con una figura de cera de tamaño natural que representaba al Niño Jesús, San Francisco, con ternura y profundidad mística, contó a todos los presentes la maravillosa historia de la Navidad y los fieles pudieron sentir en su corazón el amor y la bondad de Dios.
Tres años después de esta celebración, San Francisco de Asís murió, dejándonos la tradición del pesebre de Belén, que los religiosos franciscanos comenzaron a representar en los conventos e iglesias para celebrar la navidad, difundiéndolo por todo el mundo.
Cuenta la tradición que en el siglo XV, en Nápoles, se construyó el primer Belén de barro y que el rey Carlos III construyó en el Palacio Real de Nápoles, una sala para pesebres que podía visitar todo el pueblo. Fue así que en Italia y España, se crearon maravillosas obras de arte como los nacimientos barrocos.
NAVIDAD EN MÉXICO

En mayo de 1524 llegaron los primeros misioneros al puerto de Veracruz, con el firme propósito de evangelizar a los habitantes de la Nueva España. Los historiadores señalan que la primera Navidad propiamente celebrada en México de la que se tiene registro fue en 1526.
Fray Pedro de Gante fue uno de los misioneros que introdujo las fiestas decembrinas dentro del proceso de evangelización, aprendiendo la lengua náhuatl y asimilando las costumbres de los naturales, y poco a poco fue transformando sus cantos y danzas en ritos cristianos, combinando la música indígena con versos solemnes dedicados a Cristo, además, pintaba temas alusivos a la Navidad e incorporó a los más pequeños, disfrazando a los niños indígenas de ángeles para que cantaran villancicos en Nochebuena.
A finales del siglo XVI se empezaron a construir retablos cuyas pinturas ilustraban aspectos de la vida de Cristo, entre ellas, escenas de la Natividad y la Adoración de los Reyes, pero no hay evidencia anterior al siglo XVIII sobre el uso formal de los Belenes.
Los primeros Belenes construidos formaban una gruta o una casita de paja en la que se colocaba la imagen de la Virgen María, San José y el Arcángel Gabriel y un pesebre donde se recuesta al Niño Jesús flanqueado por la mula y el buey. Posteriormente se fueron agregando la figura de los Reyes Magos y de los pastores que adoraban al Niño.
Pero el imaginario y las costumbres propias de cada región del país, hicieron que los Belenes se fueran ampliando, agregando vegetación, fuentes, pozos, casas y animales como gallinas, guajolotes, conejos, borregos y otras especies. Los pastores también fueron adquiriendo identidad indígena, pues se les vestía con calzón de mata, zarape, sobrero de palma y las mujeres con rebozo, trenzas y huipiles, cada uno desarrollando un oficio, como leñadores, cocineras haciendo tortillas, pescadores, campesinos, entre otros, formando pequeñas ciudades en medio de montañas rodeadas de musgo en torno al portal donde nace el Niño Dios, por lo que en México tomaron el nombre de Nacimientos.
Es costumbre que el nacimiento se empiece a colocar a partir del 16 de diciembre, cuando inician las tradicionales posadas, como una forma de prepararse para celebrar el nacimiento de Cristo, destinando un lugar especial en la casa o parroquia. Dependiendo de la costumbre de cada familia es como se le da forma, pues hay nacimientos que representan solo el misterio del pesebre, hasta grandes escenografías que representan pasajes bíblicos que van desde la Anunciación, pasando por la visita de María a su prima Isabel, el viaje de María y José a Belén, colocando al centro el portal y el nacimiento de Cristo, el viaje de los Reyes Magos, la Huida a Egipto y la matanza de los Santos Inocentes.
Hay incluso quienes agregan los Desposorios de la Virgen con San José, y otros que inician con el pecado de Adán y Eva, pasando por diferentes escenas de la historia de la Salvación, como el Diluvio Universal, hasta llegar al Nacimiento de Cristo, cuando se cumplen las profecías y la promesa de salvación.
En la actualidad, artesanos y artistas plásticos han utilizado diferentes técnicas para la elaboración de los nacimientos tradicionales, utilizando materiales como barro, cera, talavera, madera o resinas, creando verdaderas obras de arte alusivas al misterio de la Navidad.
LA MULA Y EL BUEY

Dos personajes que no pueden faltar en el nacimiento son la mula y el buey. Una piadosa tradición cuenta que la noche en que nació Jesús era muy fría, y la Virgen María y San José estaban tan cansados que se quedaron dormidos sin percatarse que el Niño tenía frío, fue entonces que la mula y el buey que se encontraban en el establo, al reconocer en ese niño a su creador, se acercaron al pesebre y con su aliento le dieron calor.
Más allá de este relato popular, el buey y la mula tienen un significado profundo, pues aunque el evangelio no los menciona, en antiguas representaciones del nacimiento de Cristo, pueden no aparecer la Virgen María y San José, pero en todo momento está presente la figura de estos dos animales.
El Evangelio Apócrifo del Pseudo – Mateo en el capítulo XIV explica:
«El tercer día después del nacimiento del Señor, María salió de la gruta y entró en un establo, y depositó al niño en un pesebre, y el buey y el asno lo adoraron.
Entonces se cumplió lo que había sido anunciado el Profeta Isaías al decir: «El buey ha conocido a su dueño y el asno el pesebre de su Señor».
Y estos mismos animales que tenían al Niño entre ellos, lo adoraban sin cesar. Entonces se cumplió lo que se dijo por boca del profeta Habacuc: «Te manifestarás entre dos animales».
Y José y María permanecieron en este mismo lugar con el niño durante tres días».

Este texto que no se encuentra en la Biblia habla de los dos animales, pero fue escrito entre el siglo VI o VII, 500 o 600 años después de los Evangelios, por lo tanto, el texto mencionado recoge dos ideas que se conocían desde siglos atrás.
La primera es que el texto del Profeta Isaías es un reclamo al pueblo de Israel y al ser humano, porque parece más fácil que dos animales o bestias reconozcan la presencia de Dios en su vida a que lo haga el ser humano: «Conoce el buey a su amo y el asno el pesebre de su dueño; pero Israel no me conoce, mi pueblo no recapacita», (Isaías 1, 3-4).
La segunda idea tiene que ver con la universalidad de la salvación y el reconocimiento del Mesías por todos los pueblos. Esta idea parte de una interpretación que desde el siglo II hicieron los teólogos de las profecías de Isaías y Habacuc de acuerdo a la Biblia en la versión de los setenta.
En este caso, el buey, considerado puro por los Judíos y habituado al yugo representa al pueblo de Israel que soportó el yugo de la ley, y al asno o mula, considerado animal impuro y bestia de carga, representa al pueblo de los paganos, gentiles o no judíos.

La presencia de los dos animales significa el reconocimiento de todos los pueblos al recién nacido como Mesías y Salvador, algo semejante a lo que representan los pastores y los magos en las escenas del nacimiento. Los pastores que recibieron en primer lugar el anuncio del nacimiento por ser habitantes de Judea, representan al pueblo judío, mientras que los magos de oriente, que recibieron después la noticia por venir de lejos y no ser judíos, representan a todos los pueblos de la tierra, de esta manera, pastores y magos, representan también el reconocimiento universal a Cristo como Mesías y Salvador.