“¡Bendito Juan Diego, indio bueno y cristiano, a quien el pueblo sencillo ha tenido siempre por varón santo! Te pedimos que acompañes a la Iglesia que peregrina en México, para que cada día sea más evangelizadora y misionera”, dijo Juan Pablo II en la homilía de canonización del Santo, el 31 de julio de 2002.

Por: Humberto Raí Ramírez Jiménez
¿Quién fue Juan Diego? Datos históricos y generales
Múltiples datos son los que pudiéramos rescatar para poder decir quien fue realmente Juan Diego “Cuauhtlatoatzin”, un indígena americano que, a decir verdad, hubiera pasado desapercibido sino se le relacionara con el maravilloso acontecimiento de aquel 9 de diciembre de 1531, en la que la Madre del Verdadero Dios por quien se vive se le revelara y le diera instrucciones para erigir en el “cerrito del Tepeyac” un templo para su veneración. En 1531 sucede el famoso acontecimiento guadalupano, de tal importancia que vendría a revolucionar y cambiar la vida social, religiosa e incluso política de la entonces Nueva España.
Para tratar de documentar la existencia de Juan Diego y su papel importante dentro de la historia, nos tenemos que referir primero al texto NICAN MOPOHUA, que es la fuente primaria de la historia de este santo. Un texto del siglo XVI, escrito entre los años 1552 y 1560 por Antonio Valeriano. La primera referencia en el texto guadalupano es la siguiente:
“… sucedió que había un pobre indio, de nombre Juan Diego, según se dice, natural de Cuautitlán”.
El texto hace una referencia muy clara acerca del origen de Juan Diego, que era natural, es decir, originario o nacido en Cuautitlán. Aunque con cierta duda de ello según refiere el texto y que, de alguna manera, retomando los textos de José Luis Guerrero de 1988 y de Luis Becerra Tanco del siglo XVII, refieren muy concretamente la procedencia de Juan Diego en Cuautitlán. De acuerdo con la tradición, Juan Diego nació en 1474, perteneciente a la etnia de los chichimecas y su nombre “Cuauhtlatoatzin” significa «Águila que habla» o «el que habla como águila».

Existen diversos relatos a partir de la figura de Juan Diego desde el punto de vista religioso, histórico y científico. Una de tantas versiones que se pueden rescatar es la raza del indio, algunos lo señalan como un indígena pobre, “humilde” de la categoría de los macehuales y otros, en cambio, le dan un tinte noble y un parentesco familiar con grandes personajes para la historia de México, tal es el caso de autores que aseguran era nieto del gran Nezahualcóyotl, retomando dos visiones del santo, la historia antes de su conversión y de la conquista de México y otra después de su bautismo en la fe católica.
Otro aspecto importante es la vida matrimonial y de familia que llevó, si bien, una de sus virtudes más importantes y es por lo que se le reconoce, es la virginidad o castidad, que aun siendo casado no tuvo descendencia con su entonces esposa María Lucía, quien murió dos años antes de las apariciones. También se dice que anteriormente, en su vida durante la época prehispánica, por llamarla de alguna manera, si tuvo descendencia, pero este es un tema muy controversial y que saldría totalmente de contexto en este artículo.
El indio fue bautizado por los primeros misioneros franciscanos en torno al año de 1524 con el nombre de Juan Diego. Era considerado un hombre piadoso por los franciscanos y agustinos asentados en Tlatelolco, donde aún no había convento ni iglesia, sino lo que se conocía como «doctrina», una choza donde se oficiaba misa y se catequizaba. Juan Diego hacía un gran esfuerzo al trasladarse cada semana saliendo «muy temprano del barrio de Tlayacac, que era donde vivía, y caminar hacia el sur hasta bordear el cerro del Tepeyac».
Según lo escrito por Luis Lasso de la Vega y de acuerdo con la tradición, en 1531, diez años después de la conquista de Tenochtitlan, el sábado 9 de diciembre, a sus 57 años de edad, muy de mañana en el cerro del Tepeyac escuchó el cantar del pájaro mexicano tzinitzcan, anunciándole la aparición de la Virgen de Guadalupe. La Virgen se le apareció cuatro veces entre el 9 y el 12 de diciembre de 1531 y le encomendó decir al entonces obispo, fray Juan de Zumárraga, que en ese lugar quería que se edificara un templo. La Virgen de Guadalupe le ordenó a Juan Diego que cortara unas rosas que misteriosamente acababan de florecer en lo alto del cerro para llevarlas como señal al obispo Zumárraga.

Se menciona de acuerdo a la tradición, que cuando Juan Diego mostró al obispo las hermosas flores que nacieron durante el invierno, se apareció milagrosamente la imagen de la Virgen, llamada más tarde de acuerdo al testimonio de Juan Bernardino, tío de Juan Diego, Santa María de Guadalupe, impresa en el ayate. El prelado ordenó la construcción de una ermita, donde Juan Diego viviría por el resto de sus días custodiando la imagen en la actual capilla de indios. Zumárraga omitió dejar alguna constancia del milagro de las rosas, o de la construcción de la ermita, así como de la existencia del indio Juan Diego.
El mensajero de la Virgen de Guadalupe murió en la Ciudad de México en 1548 a la edad de 74 años en la fecha atribuida del 30 de mayo.
Fue beatificado junto a San José María Yermo y Parres y los beatos Niños Mártires de Tlaxcala en la Basílica de Guadalupe el 6 de mayo de 1990 y canonizado en 2002, en ambas ocasiones por Juan Pablo II, y su festividad fue establecida el día 9 de diciembre de cada año, día en que dieron comienzo las apariciones en el cerro del Tepeyac.
La Casa de Juan Diego
En el actual municipio de Cuautitlán, antiguamente conocido como de Romero, en el Estado de México, se encuentra un famoso santuario conocido como «El Cerrito» también llamado la Casa de San Juan Diego. Dicho santuario se localiza muy cerca de la cabecera municipal y pertenece a la Diócesis de Cuautitlán.
Para hablar de la casa de San Juan Diego, tenemos que tomar en cuenta que no existe ninguna crónica o documento que nos hable de su descripción, ni tampoco un documento con cierto título de propiedad que constate que dicha casa perteneciera a Juan Diego. En primer lugar, tomando en cuenta un documento que lleva por nombre “testamento de la hija de Juan García Martín”, como en las “Informaciones de 1666”, aseguran que Cuautitlán es el lugar de origen de Juan Diego y especialmente del barrio de Tlayacac como su residencia.
En segundo lugar, hay que tomar en cuenta documentos, como el del Licenciado Fragoso Castañares de 1852, que señalan que el lugar donde se construyó la iglesia pertenece al pueblo de Santa María Tlayacac. De acuerdo a las informaciones, se dice que en ese lugar estaba la casa de Juan Diego y otros documentos escritos en “lengua mexicana” aseguraban que en esa casa donde se construyó la capilla se había aparecido la bendita Señora a Juan Bernardino. Al igual que en la documentación de las informaciones de 1798-99, se dice claramente que en ese lugar donde nació y vivió Juan Diego a la par de su tío y se encontraba su casa, se construyó la capilla que vemos actualmente.
En cuanto a las exploraciones arqueológicas que se han dado en el lugar, efectivamente corresponden a una casa y que además de encontrarse los restos de una vivienda, también lo fueron de una antigua capilla como se puede constatar en la documentación fotográfica. Efectivamente los restos arqueológicos que se encontraron en el lugar, primeramente, corresponden realmente a una casa.
Los trabajos de exploración en un inicio fueron desarrollados en 1964-67 por el licenciado Alberto Fragoso y supervisada por el INAH. Entre los restos encontrados, fueron seis habitaciones en las que destaca un tlecuil o fogón, un horno, un temazcal, entre otros. Los materiales de la casa son principalmente adobe con aplanados de cal en color blanco. Dentro de ese conjunto se encuentran los restos de la capilla del siglo XVI construida a raíz de las apariciones.
Los muros de la capilla de adobe, con la mampostería de piedra, un altar y frente a él se localizó una ofrenda con objetos suntuarios y que señala la importancia sagrada del lugar. De acuerdo a la descripción del Licenciado Fragoso, la ofrenda está constituida por varios elementos, en los que destacan:
- Un collar de 21 cuentas de piedra verde,
- Un cuchillo de pedernal blanco,
- Una oreja de piedra verde, entre otros.
Dicha ofrenda es prehispánica y correspondería a la época mexica entre los siglos XV y principios del XVI.
Santa María Tulpetlac y la ruta de Juan Diego

Perteneciente a la jurisdicción de Ecatepec, Santa María Tulpetlac tiene cierta relevancia ya que se le ha dado importancia en los últimos años sobre la vida y veneración de Juan Diego. El texto de Luis Becerra y Tanco es el que se ha tomado como base para sustentar la presencia de Juan Diego en este sitio, ya que, en las “informaciones de 1666” se menciona lo siguiente:
“… que en el santo Baptismo se llamó Juan y por sobrenombre Diego, natural, según fama, del pueblo de Quautitlán, distante de esa Ciudad quatro leguas hacia la parte del norte, casado con una india llamada María Lucía de la mesma calidad de su marido, venía del pueblo en que residía (dícese a ver sido el de Tolpetlac, en que era vecino).
Pero en la documentación de 1666 nada se menciona en ese entonces de ese pueblo y las consideraciones o referencias que hacen a él sería una añadidura posterior de Antonio Pompa y Pompa al “papel” de Beccerra y Tanco, y que si bien se haría muy probablemente a Cuautitlán.
De la capilla de Tulpetlac se lee en un documento de 1889, que se conoce como la Guía del Archivo Episcopal de Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos, en el cual se cita “… Ecatepec. Sobre licencia para abrir al culto una capilla arruinada y erigida a la Virgen de Guadalupe…”.
Dicha capilla para esos siglos ya estaba arruinada y es necesario asegurar que dada la importancia que tuviera y si realmente sucedió allí un acontecimiento tan importante como lo sería la Quinta aparición de la Virgen de Guadalupe, no tendría que estar en esas condiciones y cabe mencionar también que en el lugar no hay evidencia documental, ni mucho menos arqueológica que avale la existencia de la casa de Juan Diego y de Juan Bernardino en dicho pueblo.
En cuanto a la ruta de Juan Diego se dice que iniciaba en el pueblo de Tulpetlac, distante unos 13 kilómetros del Tepeyac. Pasando por los pueblos de Tola y así seguir derecho hacia el Tepeyac. Dicha ruta suena razonable y ya que muchos investigadores señalan que la ruta de este pueblo y Coatitla, sería mucho más fácil que la de Cuautitlán.
De Cuautitlán al Tepeyac

Como se ha mencionado anteriormente la ruta de Cuautitlán a Tlatelolco en un primer término suena muy difícil y sin sentido, pero para poder afirmar la posibilidad es necesario tomar en cuenta que los caminos de Cuautitlán a la Ciudad de México ya existían desde le época prehispánica y que se utilizaron durante mucho tiempo más en la época novohispana y que si bien, algunos de ellos perduran actualmente.
Como punto de partida tenemos que señalar que el camino iniciaría en el centro de Cuautitlán, de allí partir hacia el centro de Tultitlán que dista a unos tres kilómetros de distancia, posteriormente llegar a la falda norte de la sierra de Guadalupe pasando por lo que se conoce como “el tesoro”, cerca de la mitad de la sierra se encontraría un poblado que existió hacia el siglo XVII, llamado San Jerónimo Tamazólac , bajando hacia el sur, y dejando la sierra, se llegaría a un poblado llamado Santa Cecilia Acatitlán, lugar de orígenes prehispánicos y en el cual se conserva una pirámide y templo del siglo XVI, posteriormente se llegaría a Tenayuca.
De allí la ruta tiene ciertos cambios considerables y según el texto de Luis Córdoba Barradas, menciona que pudiera tener tres posibilidades para llegar al Tepeyac, pero la más concreta sería pasar directamente al pueblo de Santiago Atepetlac, Ticomán, Zacatenco, Santa Isabel Tola y de allí en seguida al Tepeyac, para partir después por la antigua calzada a Tlatelolco. Y que si bien, todas las razones hacen suponer que viajar de Cuautitlán a Tlatelolco en el siglo XVI era más fácil por la ruta del Tepeyac.
Otros datos sobre San Juan Diego

Según los datos históricos, después de los hechos de las apariciones guadalupanas, el Santo pidió vivir en una pobre casa junto al templo de la «Señora del Cielo», en el que pasaría sirviendo y orando hasta su muerte ubicada en mayo de 1548. Como un privilegio especial recibía la comunión todos los días, cosa que no ocurría con los demás indígenas, se confesaba con frecuencia, practicaba el ayuno y la penitencia, además relataba el hecho de las apariciones de la Virgen a quienes se acercaban a él, por lo que fue la tradición oral el primer medio con el que se difundió el acontecimiento guadalupano.
En relación con sus reliquias mucho se ha especulado sobre su paradero y hasta cierto punto se encuentran en un lugar desconocido, ya que para poderlo canonizar se debieron presentar pruebas físicas del hombre santo y que si bien desconocemos con exactitud. La canonización dada por S.S. Juan Pablo II en 2002 fue un acontecimiento histórico y revolucionario que reafirma las apariciones de Nuestra Señora.
El P. Eduardo Chávez, postulador de la causa de canonización mencionaba que en la primera parte de la causa de canonización “se tiene que analizar la fama de santidad que Juan Diego tuvo a través de los siglos y que varios documentos mencionan donde se le llama ‘varón santo’, ‘varón santísimo’, donde se le dibuja y pinta con resplandor”, posteriormente, señala, se necesita “comprobar un milagro”. Este milagro fue el de “un joven que quiso suicidarse, y saltó desde una altura de 10 metros, rompiendo su cabeza en el suelo”. En cuatro días quedó sano y se menciona que la madre del joven le pidió a Juan Diego por la vida de su hijo. Finalmente, el Papa “determina canonizarlo, después de toda esta investigación y análisis, y de toda la parte teológica, vida y virtudes de Juan Diego, y la comprobación de un milagro».
San Juan Diego fue nombrado Patrono de los floristas por el Papa Francisco. Cabe señalar que en la iglesia de Santiago Tlatelolco se encuentra una pila bautismal de grandes dimensiones en la que según la tradición Cuauhtlatoatzín nació a la vida cristiana.
Con su carisma humilde, muy escondido en el manto de la Virgen de Guadalupe, San Juan Diego nos muestra un camino de sencillez y humildad, de contemplación mariana y de fidelidad a la voluntad de Dios.
Agradecimiento
Para la documentación fotográfica de este artículo agradecemos la generosidad del párroco y rector de la Quinta Aparición, padre Marcos Antonio Rodríguez por habernos permitido la estancia en el lugar.