Por: Diego Rodarte
San Pedro Cuajimalpa
Ubicado al suroeste de la Ciudad de México, en medio los montes de Cuajimalpa, se levanta lo que alguna vez fue el convento carmelita del Desierto de Nuestra Señora del Carmen de los Montes de Santa Fe, conocido hoy en día como el Desierto de los Leones. Este conjunto conventual surge en el siglo XVII ante la necesidad de los monjes carmelitas de encontrar un sitio alejado del bullicio de la civilización para profundizar en la meditación y vivir de acuerdo a la regla de la Orden.
La construcción del monasterio inició en 1605 y fue terminada en 1611, pero la humedad y un fuerte sismo provocó que el lugar se derrumbara en 1705, por lo que tuvo que ser reconstruido por el arquitecto José Miguel de Rivera Sarabia, tomando el aspecto que conserva en la actualidad.
Sin embargo, el convento no fue la única construcción, pues los carmelitas edificaron una amplia serie de accesos que hacían transitable el camino entre el convento de San Ángel y el Desierto de los Leones, delimitando su territorio con un largo muro que en su origen midió 13 kilómetros y que recibió el nombre de la Muralla de la Excomunión, que impedía el acceso a personas ajenas al convento, principalmente a mujeres, y de este modo alejarse de la vida mundana. Si alguna persona cruzaba dicha muralla, quedaba excomulgada por irrumpir en la vida de silencio y oración de los monjes.
Además de la muralla, los carmelitas dispusieron de una serie de ermitas en medio del bosque, no muy lejanas al monasterio y que usaban para retiros espirituales. Cada una de las ermitas lleva el nombre de un santo al que está dedicada: San José, La Soledad, San Alberto, La Magdalena, San Juan de la Cruz, Santa Bibiana, Santa Teresa de Jesús, el Calvario, la Oración del Huerto de Nuestro Salvador, Getsemaní y San Juan Bautista, se cuenta que en esta última, un monje presenció la aparición de San Juan Bautista, razón por la que la ermita lleva su nombre.
EL CERRO DE SAN MIGUEL

En una de las cúspides más altas del Desierto de los Leones, a 3 mil 754 metros sobre el nivel del mar, los carmelitas construyeron una ermita dedicada a San Miguel Arcángel en lo que se dice alguna vez fue un adoratorio dedicado a Tláloc, deidad de la lluvia. Recordemos que durante la evangelización, San Miguel Arcángel fue invocado por los misioneros para extinguir la idolatría, por lo que no es raro que los monjes carmelitas dedicaran este lugar al Príncipe de la Milicia Celestial, además de ser un sitio con una vista inmensa, desde el que se puede apreciar por un lado el Valle de Toluca y por el otro la cuenca de México.
Los carmelitas vieron en la cumbre una atmósfera de recogimiento espiritual que los cautivó, y mandaron traer una imagen de San Miguel Arcángel labrada en piedra de alabastro de 1.20 centímetros de altura y un peso aproximado de 500 kilogramos, que fue entronizada en el interior de la ermita. No se sabe a ciencia cierta el origen de la escultura ni quien fue el autor de la misma, aunque se cree que pudo haberse traído desde la ciudad de Puebla, o por sus rasgos, que sea de origen europeo.
En 1801, la Orden de los Carmelitas abandonó el convento debido al clima frío que no beneficiaba a la población del convento, que fue creciendo con el paso del tiempo, lo que propició la llegada de visitantes que ponían en riesgo el voto de silencio, además de que empezaron a surgir conflictos entre las familias que reclamaban ser las dueñas del terreno. El estallido de la guerra de Independencia en 1810, obligó a los carmelitas a abandonar el Desierto de manera definitiva, por lo que muchas de las imágenes religiosas del convento fueron llevadas a las iglesias cercanas, conservándose algunas en la Parroquia de San Pedro Cuajimalpa.

El abandono del convento permitió que se abriera el acceso al Cerro de San Miguel, surgiendo entre los pobladores de San Pedro Cuauhximalpan una especial devoción por San Miguel Arcángel, por lo que la gente empezó a subir a la ermita de San Miguel el día de su fiesta, peregrinación a la que se unían los pueblos vecinos de San Pedro Atlapulco, San Lorenzo Acopilco, San Pablo Chimalpa, San Mateo Tlaltenango y Xalatlaco.
Una vez en la cumbre, se celebraba una misa de acción de gracias por los favores recibidos durante las cosechas y al término, los fieles regresaban a su población. Con el paso del tiempo surgió el interés de llevarse la pesada imagen a sus comunidades. La tradición oral no refiere en que fecha comenzaron los intentos de bajar la escultura de San Miguel, lo que sí se sabe, es que cada uno de los pueblos intentó bajar la imagen sin éxito alguno, incluso trataron de bajarlo en una carreta jalada por mulas y bueyes, pero en el camino la rueda se rompió, o simplemente el peso de la imagen no permitía su traslado y ante el fracaso de llevarse a San Miguel, los fieles lo regresaron a la ermita.
Llegó el turno del pueblo de San Pedro Cuauhximalpan, hacia donde mira el altar de la ermita. Los fieles subieron con mucha fe y colocaron a San Miguel en una carreta y emprendieron el camino de regreso en medio de una procesión acompañada por cantos, cohetones, música de viento y flores que mujeres y niños llevaban en sus manos. Era tal la alegría y la devoción del pueblo, que al llegar a un punto conocido como «La Venta», cayó una fuerte granizada que no impidió que avanzara el recorrido hasta la Parroquia de San Pedro Apóstol, donde fue colocada la pesada imagen de San Miguel, en uno de los nichos laterales, viendo en dirección a la ermita.
Desde entonces, la fiesta de San Miguel Arcángel se convirtió en parte del calendario ritual del pueblo de San Pedro Cuajimalpa, por lo que se formó una mayordomía que era la encargada de organizar los festejos con cohetes, quema de toros y las misas correspondientes. Cabe señalar, que anteriormente la fiesta de San Miguel Arcángel se celebraba el 8 de mayo, aniversario de las apariciones de San Miguel Arcángel en el monte Gargano en Italia, pero su memoria litúrgica se trasladó al 29 de septiembre junto a los Arcángeles Gabriel y Rafael.
DEVOCIÓN CON ARRAIGO

Cuentan los abuelos que cuando las sequías azotaban la región, se sacaba en procesión la pesada imagen de San Miguel, que era llevada en hombros por lo campos que estaban a punto de perderse. En una ocasión en que hizo falta la lluvia, la comunidad sacó en procesión a San Miguel y al llegar a lo que hoy es Avenida Juárez, comenzaron a verse las nubes y los relámpagos que anunciaban la lluvia; el aguacero fue tan fuerte, que los fieles comentaban entre si que habría que sacar de nuevo al Santo para que viera los destrozos que había dejado la tromba.
Entre los relatos entorno a la imagen de San Miguel, se comenta que unos arrieros del pueblo de San Lorenzo Acopilco, encontraron la escultura dentro de la ermita y de inmediato dieron aviso a los pobladores del descubrimiento. Al día siguiente, al subir a la cima, los arrieros no encontraron la imagen en el lugar donde la habían visto, por esta razón fue colocada una réplica de la imagen en la parte más alta de la Parroquia de San Lorenzo para recordar este acontecimiento.
Con la bajada de la imagen de San Miguel Arcángel al pueblo, se perdió la costumbre de subir en peregrinación a la ermita, que se convirtió en meta de ciclistas y caminantes que suben al Cerro de San Miguel. Pero el interés de mantener viva la tradición oral y festiva en torno a San Miguel Arcángel inspiró la idea de formar el Grupo San Miguel, que tiene como objetivo rescatar los relatos de los abuelos y dar a conocer la historia de la devoción a San Miguel Arcángel en Cuajimalpa.
En el año 2013, surgió la inquietud de retomar la peregrinación a la ermita del Cerro de San Miguel, así que se organizó una primera caminata de forma particular entre los integrantes del Grupo San Miguel, y dos años después se abrió la invitación a la comunidad que comenzó a integrarse, hasta formar un grupo de alrededor de 70 personas que en 2019 peregrinaron hasta la ermita, pero que en 2020 se vio reducido debido a la contingencia sanitaria por covid-19.
La peregrinación se realiza el primer o segundo sábado de septiembre. Muy temprano, antes de que despunten los primeros rayos del sol, los peregrinos se reúnen en la Parroquia de San Pedro para recibir la bendición y emprender el camino hacia el Cerro de San Miguel, pasando por la zona conocida como «El Contadero», que servía como aduana para contar la mercancía que entraba a la Ciudad de México; posteriormente se dirigen a «La Venta», lugar donde cayó la granizada que no impidió el traslado de San Miguel a Cuajimalpa, para después internarse en el bosque, pasando por las presas y veredas que los guiarán hasta la cumbre.

Tras cinco horas de camino, soportando el frío y el cansancio, los peregrinos llegan a la ermita de San Miguel para elevar su oración a San Miguel Arcángel y poner en sus manos sus necesidades, algunos dejan ofrendas de maíz , frutas y verduras recordando el origen agrícola del pueblo de Cuajimalpa y tras pasar un momento en la cumbre, empieza el descenso de regreso a casa.
Con esta peregrinación inician los preparativos de la fiesta que se traslada al domingo más cercano al 29 de septiembre. Los festejos inician con la bajada de San Miguel Arcángel de su nicho en la Parroquia de San Pedro, para ser colocado a un costado del presbiterio e iniciar el novenario de preparación en el que nueve familias reciben en sus casas la imagen peregrina de San Miguel para ofrecer la Coronilla o Rosario de los Ángeles, y al final se expone una breve catequesis sobre la devoción y el significado de la imagen de San Miguel Arcángel.
En sábado de vísperas inician las celebraciones con la entrada de la Cuadrilla de Arrieros de San Pedro Cuajimalpa, que presenta su danza al interior del templo a los pies de San Miguel Arcángel. A las 12:00 de la noche, se quema una primera salva de cohetes anunciando la llegada del día de la fiesta, salva que se repite a las 5:00 de la mañana para despertar a San Miguel con las tradicionales mañanitas.
El momento central de la celebración es la Misa Solemne de fiesta en honor a San Miguel Arcángel, en la que el Párroco recibe la imagen peregrina de San Miguel a un costado de la imagen principal. Al final de la celebración Eucarística, inicia la procesión por las calles de Cuajimalpa, enmarcada por las danzas de Arrieros, Chínelos y Concheros que acompañan el recorrido. Debido al peso de la escultura, se mandó hacer un anda especial y se coloca en una camioneta adornada para la ocasión.
Entre vivas, aplausos y porras, San Miguel regresa a la Parroquia para ser colocado nuevamente en el altar y concluir los festejos por la noche con la quema de toritos, bombas de luces, globos de cantoya y salvas de cohetes.
TIEMPOS DE COVID

La pandemia de covid-19 ocasionó que las principales festividades de Cuajimalpa se cancelaran para evitar la propagación del virus que puso en semáforo rojo a la Alcaldía, sin embargo, la llamada nueva normalidad dio oportunidad a los miembro del Grupo San Miguel de organizar las celebraciones a San Miguel Arcángel de manera simbólica y sin la presencia de fieles, por lo que la peregrinación al Cerro de San Miguel, que se llevó a cabo el 12 de septiembre, fue limitada y con los protocolos sanitarios recomendados por las autoridades.
Las visitas durante el novenario se limitaron a los integrantes de la familia que recibieron la imagen peregrina, además, se buscó que las personas que recibieran la visita no estuvieran en alto riesgo ante la epidemia. La Misa Solemne fue a puerta cerrada y solo se quemaron algunas salvas para no dejar pasar la celebración.
El momento más emotivo fue cuando San Miguel Arcángel salió en procesión en un recorrido breve en el que los fieles, al verlo, no pudieron contener la alegría y estallaron en vivas para honrar al Arcángel; algunas personas corrían para arrojar confetti o pétalos de flores a la camioneta, y en todo momento se respetó la indicación de no seguir el recorrido.
A pesar de las limitaciones, la satisfacción de haber cumplido con la fiesta de San Miguel quedó marcada en el corazón de quienes participaron en la organización de la festividad, pues lo importante para ellos es recobrar el sentido espiritual de la fiesta en honor a San Miguel Arcángel, que ya es considerado Co-patrón de Cuajimalpa, en cuyas manos está el destino de sus fieles que en medio de los tiempos difíciles que atraviesan, no dejan de invocar la protección de aquel que desde la eternidad nos recuerda: ¿Quién como Dios?.
Agradacimiento: Grupo San Miguel Cuajimalpa