«Aparte de la cruz, no hay otra escalera por la que podamos llegar al cielo».
Por: Diego Rodarte
Santa Rosa de Lima nació el 20 de abril de 1586 en la ciudad de Lima, capital virreinal del Perú. Era hija de Gaspar Flores y de María de Oliva, matrimonio que procreó 12 hijos a los que educaron cristianamente. Fue bautizada con el nombre de Isabel en la parroquia de San Sebastián de Lima, siendo sus padrinos Hernando de Valdés y María Orozco, pero su madre comenzó a llamarla Rosa por su belleza y la suavidad de su piel que era como la del pétalo de una rosa.
En compañía de sus hermanos, la pequeña Rosa se trasladó al pueblo serrano de Quives cuando su padre asumió el empleo de administrador de un obraje donde se refinaba mineral de plata. Fue ahí donde en 1597 recibió el sacramento de la Confirmación de manos del arzobispo de Lima, Santo Toribio Alfonso de Mogrovejo, quien efectuaba una visita pastoral en la jurisdicción; fue ese día cuando la niña asumió definitivamente el nombre de Rosa.
La dificultades económicas que enfrentaba su familia y el constante sufrimiento que padecían los trabajadores indios, despertaron en Rosa la preocupación por remediar las enfermedades y miserias de los más necesitados, manifestando así su vocación religiosa y elevación espiritual. Aprendió música, canto y poesía instruida por su madre y con su habilidad en las labores de costura ayudó a sostener económicamente a su familia. Cuando regresaron a Lima, Rosa comenzó a destacar por su abnegada entrega a los demás y por sus extraordinarios dones místicos.
En la adolescencia, Rosa se sintió atraída con singular fuerza por el ejemplo de Santa Catalina de Siena, monja dominica del siglo XIV; y siguiendo sus pasos se despojó de su atractiva cabellera e hizo voto de castidad perpetua, contrariando los planes de sus padres, que tenían la idea de casarla. Tras mucha insistencia, sus padres desistieron de su propósito y le permitieron seguir con su vida espiritual. Quiso ingresar a la orden dominica, pero al no haber ningún convento de la orden en la ciudad, en 1606 tomó el hábito de terciaria dominica en la iglesia limeña de Santo Domingo, bajo el nombre religioso de Rosa de Santa María.
Rosa siguió viviendo con sus familiares, ayudando en las tareas de la casa y preocupándose por las personas necesitadas. Pronto adquirió fama por sus virtudes, que practicó a lo largo de su vida dedicada a la educación cristiana de los niños y al cuidado de los enfermos; llegó a instalar cerca de su casa un hospital para poder asistirlos mejor. En estos menesteres hizo amistad con San Martín de Porres, un fraile mulato que siglos más tarde sería elevado a los altares.
La fama de santidad de Rosa se iba extendiendo por todo Lima, y temerosa de caer en la vanidad, hacia 1615, con ayuda de su hermano Hernando Flores, construyó una pequeña celda en el jardín de la casa de sus padres, ahí, Rosa se retiraba a orar y a hacer duras penitencias con tal severidad, que su madre pensaba que dichas prácticas eran impuestas por sus confesores. Sin embargo, era la misma Rosa la que se imponía dichas mortificaciones, tales como usar una corona de espinas bajo el velo, clavar sus cabellos a la pared para no quedarse dormida, hiel como bebida, ayunos rigurosos y disciplinas constantes.
Sus experiencias místicas y estados de éxtasis eran muy frecuentes. Se dice que cada jueves en la mañana se encerraba en su oratorio y no volvía en sí hasta el sábado por la mañana y se le atribuyeron dones como el de la profecía, además de milagros obrados en vida, como el de haber salvado a Lima de la invasión de piratas holandeses en 1615 gracias a su intercesión.
Como consecuencia, Rosa sufrió la incomprensión de familiares y amigos y padeció etapas de hondo vacío. En este tiempo, el demonio la atacaba de diversas maneras, presentándole terribles tentaciones que la hacían sufrir enormemente, pero todo esto fructificó en una intensa experiencia espiritual, llena de éxtasis y prodigios, sin perder jamás la alegría del espíritu y la belleza de su rostro, alcanzando el grado más alto de la escala mística, el matrimonio espiritual: cuenta la tradición que en la iglesia de Santo Domingo vio a Jesucristo, quien le pidió que fuera su esposa. El 26 de marzo de 1617 se celebró en Santo Domingo de Lima su místico desposorio con Cristo, siendo uno de sus confesores, Fray Alonso Velásquez, quien puso en su dedo el anillo simbólico en señal de unión perpetua.
Poco tiempo después de su desposorio místico, Rosa cayó gravemente enferma y quedó afectada por una aguda hemiplejía, quedando bajo el cuidado de su amiga Doña María Uzátegui, a quien Rosa le solicitó que fuera ella quien la amortajara cuando llegara la hora. En torno a su lecho de agonía se hallaba el matrimonio de los Maza Uzátegui con sus dos hijas, doña Micaela y doña Andrea, y una de sus discípulas más cercanas, Luisa Daza, a quien Rosa le pidió entonara una canción con acompañamiento de vihuela.
Rosa de Santa María murió la madrugada del 24 de agosto de 1617, sus últimas palabras fueron: «Jesús está conmigo», y entregó el espíritu a la edad de 31 años.
Sus restos fueron trasladados al convento dominico de Nuestra Señora del Rosario de Lima, a la que acudió una gran multitud para sus exequias. El 25 de agosto hubo una Misa de cuerpo presente oficiada por Fray Pedro de Valencia, obispo electo de La Paz, y luego se procedió a enterrar el cuerpo de la santa en una sala del convento, sin toque de campanas ni ceremonia alguna, para evitar la aglomeración de fieles y curiosos.
El proceso de beatificación comenzó casi de inmediato, con la información de testigos promovida en 1617 – 1618 por el arzobispo de Lima, Bartolomé Lobo Guerrero. Cincuenta años después, el Papa Clemente IX la beatificó y en 1671 Clemente X la canonizó con el título de Santa Rosa de Lima; pues tiempo atrás había sido declarada patrona de Lima y Perú, y un año antes de su canonización, el mismo Clemente X la había declarado patrona principal de América, Filipinas y las Indias Occidentales, siendo la primera santa latinoamericana.
La festividad de Santa Rosa de Lima se celebra el 30 agosto en la mayor parte del mundo, aunque el Concilio Vaticano II la trasladó al 23 de agosto.
EL ROSTRO DE SANTA ROSA
En el año 2015, un grupo de científicos peruanos y brasileños, con la autorización de la Orden de Predicadores Dominicos, con ayuda de tecnología moderna, reconstruyó el rostro de Santa Rosa de Lima basados en el estudio de su cráneo, que se conserva como reliquia en el templo de Santo Domingo , en el Centro Histórico de Lima.
El estudio en 3D estuvo bajo los cuidados de Cícero Moraes, proveniente de Brasil. El equipo de investigadores estuvo conformado por odontólogos, antropólogos, forenses y especialistas en levantamiento de cráneos, también colaboraron la Sociedad Peruana de Odontología Legal, Forense y Criminalística (Spolfoc), de la Universidad Inca Garcilaso de la Vega y la Universidad San Martín de Porres.
Bajo estrictas medidas de seguridad, el cráneo fue trasladado temporalmente a una clínica de Lima, donde se realizaron tomografías computarizadas, la segunda fase del proceso se realizó en Brasil, donde se hizo la reconstrucción computarizada del rostro de la santa.
El rostro de Santa Rosa de Lima fue revelado el 23 de agosto de 2015 en la parroquia de Santa Rosa, en la isla brasileña de Guaruja. Los científicos se refirieron a Santa Rosa como una mujer bonita, con rasgos suaves y el rostro bien distribuido, quizá diferente a las pinturas clásicas, sus ojos eran grandes.
En noviembre de ese mismo año, los científicos revelaron los que bien podrían ser los rostros reconstruidos de San Martín de Porres y San Juan Masías, cuyos cráneos se encuentran junto al de Santa Rosa de Lima, quien extendió su perfume de santidad por todo el mundo.
Fotografías:
RETABLO DE SANTA ROSA DE LIMA
Quique Munguía
Catedral Metropolitana de la Ciudad de México