El Señor de la Humildad

«Señor Nuestro, Jesucristo, Tú nos predicaste siempre la humildad y nos diste ejemplos admirables de ella en tu santísima vida y sobre todo en tu dolorosísima pasión y muerte, te pedimos nos ayudes a imitar tus divinos ejemplos…»

 

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Por: Diego Rodarte

Calle de Manzanares, Ciudad de México

Su mirada apacible transmite paz y dulzura. Coronado de espinas, ataviado con una túnica, sentado majestuosamente en el centro de su retablo, en medio del silencio y la contemplación de las Carmelitas Descalzas de la Santísima Trinidad que custodian el lugar, espera El Señor de la Humildad a quienes lo buscan entre del barullo y el ajetreo del barrio de la Merced, en el número 32 de la calle de Manzanares.

«Al Señor de la Humildad se le llama así porque está en esos momentos del Jueves Santo en que fue tomado preso, iba atado de manos mientras los soldados lo golpeaban y Él no decía nada. Ante Anás y Caifás un soldado lo abofetea por responderle al Sumo Sacerdote; en prisión es donde se burlan de Él; una vez ante Pilatos lo sentaron, así como lo vemos, le amarraron las manos, le pusieron un manto rojo y lo coronaron de espinas, y Él, con esa humildad de Dios nos demuestra que sólo así se puede encontrar la paz, sin responder a la violencia», comentó la Madre Aurelia Gacía López, quien junto con sus hermanas realiza labor evangelizadora en el barrio de Manzanares.

Esta capilla, considerada la iglesia más pequeña de la Ciudad de México, se le ha dado el nombre popular de la capilla de los «carteristas» o de los «rateros», pues se dice que los ladrones y prostitutas del lugar acuden a encomendarse al Señor de la Humildad, y no es de parecer extraño, pues no fue a los justos sino a los pecadores a los que Jesús vino a llamar al arrepentimiento.

Cuenta una leyenda que un judío al que  apodaron «el encuera Cristos» se adueñó de las joyas del Señor de la Humildad y se quedó con ellas mientras pudo salir de la miseria. Luego montó un negocio como prestamista que trascendió en el barrio de la Merced, y una vez que hubo acumulado su fortuna, regresó las joyas que pertenecían a la sagrada imagen. Fue así como surgieron algunas creencias en torno al Señor de la Humildad, una de ellas es que los ladrones que se encomiendan a Él, deben dejar de robar al menos 24 horas para no ser arrestados por la policía.

«Estamos en una zona de mucha prostitución, donde hay delincuencia, drogadicción, mucha pobreza, pero también hay mucha nobleza y mucha sencillez. Nuestro Señor dijo que Él venía por los enfermos… Él quiere estar aquí con sus hijitos más vulnerables, los que más sufren y la piedad de la gente de verdad conmueve, hay gente que entra con mucha adoración y reverencia, adoran a Dios, le hablan  con mucha fe», explica la Madre María Luisa, quien colabora en la catequesis de niños y jóvenes, además de ayudar a los necesitados que tocan a la puerta de su comunidad.

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La sexoservidoras acuden a la capilla para tomar un descanso, buscar consuelo o refugiarse de la violencia que sufren, así como pedir la protección de aquel que siendo Justo Juez, defendió a una mujer acusada de cometer adulterio. No es una vida fácil, pues a muchas de ellas las arrastró la necesidad por falta de oportunidades, las falsas promesas, el engaño, la explotación o la trata de personas.

«Llegan a llorar sus problemas y yo creo que eso a Dios le gusta, que le hablemos, que lo tratemos como unos hijos a su padre, independientemente de todo lo que sufren, de todas las miserias humanas, físicas y espirituales. Ojalá todos pudiéramos acercarnos porque no es mucha la gente, pero los que vienen lo hacen de corazón y yo creo que Dios va obrando y es muy grande su presencia en medio del dolor y el sufrimiento, Él quiere estar aquí y aquí sigue, porque quiere estar entre sus hijos que lo necesitan», comenta la Madre María Luisa.

A pesar de la mala fama que se le ha dado al barrio de Manzanares, la capilla del Señor de la Humildad es una de las más visitadas del Centro Histórico, principalmente por los amantes del estilo Barroco que acuden a contemplar la fachada de estilo churrigueresco y el retablo bañado en hoja de oro que entroniza al Señor de la Humildad junto con la Virgen María y San José. Pero fue gracias al trabajo pastoral del Padre Manuel Rodríguez Jasso, que junto con comerciantes y vecinos de la zona, lograron levantar la calle de Manzanares, sobre todo, después del operativo de mayo de 2011 contra la trata de personas y la venta de drogas en torno de la capilla, e impulsaron que la fiesta del Señor de la Humildad se llevara a cabo el 6 de agosto, día de la Transfiguración o del Divino Salvador.

Este día, la sagrada imagen sale de su templo, que tiene una capacidad para apenas 20 personas y que en esta fecha es insuficiente para recibir a la gran cantidad de fieles que lo visitan, pues consideran que es muy milagroso:

«Muchas personas nos han compartido su experiencia con el Señor de la Humildad, una viejecita me decía: como quiero yo al Señor de la Humildad , si yo le contara todos los milagros que me ha hecho, usted no me lo creería. Otra Señora me decía: Madre, vine a darle gracias al Señor de la Humildad porque mi esposo ya tenía un mes enfermo y estaba muy grave hospitalizado, los médicos decían que ya estaba desahuciado. Me sentía muy mal y no hice otra cosa más que venir a pedirle al Señor de la Humildad que me ayudara y a la semana mi esposo ya estaba en casa. Y así la gente se expresa, que es muy milagroso», relata la Madre Aurelia.

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Una pequeña procesión alrededor de la capilla antecede la Misa Solemne en la que se llevan a cabo Primeras Comuniones y Confirmaciones, mientras los festejos se desarrollan entre música, bailables, danzas y una feria que se coloca en las inmediaciones de la capilla.

Para la Madre Maria Luisa, esta festividad hace más fuerte la presencia de Dios pues «en este momento vemos como tenemos la huella de Dios y esta nostalgia por lo Divino nos hace anhelar el amor de Dios y se ve en todas estas expresiones de fe, nos muestran esas áreas del alma que muchas veces se olvidan y a mi me da mucho gusto que las personas todavía le muestren a Dios su gratitud con las alabanzas, con las danzas y que son cosas que le agranda mucho a Nuestro Señor». 

Durante la Semana Santa, los niños y jóvenes de la calle de Manzanares son los protagonistas de la representación de la Pasión de Cristo, y se ha convertido en una de las tradiciones más importantes de la capilla, además de recibir a centenares de fieles durante la Visita de las Siete Casas.

«La adoración al Santísimo es la actividad principal de nuestra congregación, principalmente en la capilla, pero también hay otras actividades como las posaditas en diciembre. En Semana Santa se realiza el Vía Crucis viviente con los niños y jóvenes y a través de la representación se les trata de evangelizar para que no se desvíen a las drogas y al alcohol que es algo muy común que ellos ven aquí, entonces es una manera de rescatarlos, de evangelizarlos», comenta Madre María Luisa.

De acuerdo con los historiadores, la capilla del Señor de la Humildad fue construida en el siglo XVIII sobre una de las siete capillas levantadas por Hernán Cortés durante la conquista, y reúne todas las características para considerarse una «catedral en miniatura» por sus dos torres, coro alto, coro bajo, presbiterio, sacristía, un órgano de principios del siglo XX y su cúpula, lo que la hacen única  en su estilo y una de las joyas arquitectónicas que resguarda la Ciudad de México.

«Aquí el Santísimo Sacramento está expuesto todo el día… aquí la gente entra, se persigna, le piden al Señor y el Señor en ese silencio de amor nos está mirando y es cuando Él obra esos milagros, ve la fe de la persona, el amor al venir a arrodillarse frente al altar. El corresponde con su amor infinito haciéndoles esos milagros… debemos estar muy agradecidos con Dios por habernos dado la oportunidad de estar en esta capillita. No dejen de venir a visitar al Santísimo Sacramento que está en una forma viva  y presente. Aumenten su fe, su amor y su confianza en Dios», concluyó la Madre Aurelia.

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