«María, ayudadme, Virgen del Perpetuo Socorro, no permitas que pierda a mi Dios».
Por: Diego Rodarte
Conocida en todo el mundo, Nuestra Señora del Perpetuo socorro es una de las advocaciones marianas más veneradas y antiguas, se dice que fue pintada entre los siglos XIII y XIV y es copia de una de las pinturas que de acuerdo con la tradición fue pintada por el Evangelista San Lucas retratando a la Madre de Dios.
La historia nos dice que en el siglo XV, un acaudalado comerciante de la isla de Creta, llevaba consigo el ícono de la Virgen del Perpetuo Socorro que tomó de una iglesia para impedir que fuera destruido por los sarracenos y llevarlo a Italia para su resguardo.
Siendo un hombre piadoso y devoto de la Santísima Virgen, se embarcó en un navío que se dirigía a Roma, pero mientras navegaba se desató una violenta tormenta que puso en riesgo la vida de los navegantes. Confiado en el poder de la Madre de Dios, el comerciante tomó el cuadro y lo puso en alto implorando el socorro de la Virgen. Como respuesta a su plegaria, el mar se calmó y la embarcación llegó a salvo a su destino.
Una vez en Roma, el mercader decidió pasar un tiempo con un amigo muy querido a quien le mostró el cuadro y le dijo que algún día el mundo entero conocería a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Con el paso del tiempo, el mercader enfermó de gravedad y sintiendo que su fin estaba cerca, llamó a su amigo para rogarle que después de su muerte colocara el cuadro de la Virgen en una iglesia digna para que fuera venerada públicamente. El amigo prometió al mercader que cumpliría su deseo, pero este no se realizó, ya que la esposa de aquel hombre se había encariñado con la imagen y no permitió que fuera llevada a una iglesia.
Se dice que la Virgen se apareció al hombre en tres ocasiones, advirtiéndole que debía colocar la imagen en una iglesia o algo terrible sucedería. El hombre le contó a su esposa sobre aquella advertencia de la Virgen, pero la mujer se burló de él, y para evitar algún disgusto, decidieron quedarse con el cuadro. Al poco tiempo, el esposo enfermó gravemente y murió en pocos días.
La esposa afligida, trató de convencerse a sí misma de que el cuadro estaría mejor protegido en su casa, pero un día, su hija de seis años le comunicó que una hermosa y resplandeciente Señora se le había aparecido mientras miraba el cuadro y le pidió que le dijera a su madre y a su abuelo que era su deseo que la imagen fuera colocada en una iglesia, y que de no cumplir su voluntad, serían reprendidos con la muerte.
La mamá, asustada, prometió obedecer a la Señora, pero una vecina, al oír lo de la aparición, persuadió a la mujer de quedarse con el cuadro y que todo eso de la aparición era solo un sueño, pero de pronto, comenzó a sentir unos dolores tan fuertes que creyó que iba a morir. Llena de dolor, comenzó a implorar el perdón y la ayuda de la Virgen, y al tocar el cuadro, arrepentida de sus palabras, la vecina quedó curada.
Ante este acontecimiento, la viuda se preguntaba en que iglesia debía poner la pintura, entonces, la Virgen se le apareció nuevamente a la niña y le dijo que la pintura debía ser colocada en la iglesia que queda entre la Basílica de Santa María la Mayor y la de San Juan de Letrán. Al oír esto, la mujer cayó en la cuenta de que se trataba de la iglesia de San Mateo Apóstol y se apresuró a entrevistarse con el superior de los Agustinos quienes eran los encargados de la iglesia.
La imagen de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro fue llevada a la iglesia en procesión solemne el 27 de marzo de 1499. Durante el traslado, un hombre tocó la imagen y quedó curado de la parálisis de un brazo, por lo que se le consideró una imagen milagrosa por la gran cantidad de curaciones y gracias que concedía desde el altar mayor de la iglesia de San Mateo donde fue colocada y permaneció ahí casi trescientos años.
Pero la invasión de Napoleón y del ejército francés a la ciudad de Roma en 1798, obligó a los Agustinos a sacar el cuadro en secreto, antes de que la iglesia de San Mateo fuera destruida junto con otros templos. Una vez terminada la invasión, la milagrosa imagen de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro fue colocada en la capilla privada de los Padres Agustinos en la iglesia de Santa María, en Posterula, donde permaneció casi 64 años en el olvido.
Pero la devoción a la Virgen del Perpetuo Socorro resurgió gracias al trabajo de los Padres Redentoristas, quienes construyeron su monasterio y la iglesia de San Alfonso sobre las ruinas de la iglesia de San Mateo, donde fue venerado el ícono de la Virgen del Perpetuo Socorro. Fue el Padre Michael Marchi quien se dio a la tarea de buscar el cuadro original y por voz de un hermano lego, supo que se encontraba en Posterula.
Los Padres Redentoristas, con el deseo de que la imagen de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro fuera venerada públicamente otra vez, pidieron al Padre Superior que tratara de conseguir el cuadro para su iglesia, quien tras un tiempo de reflexión, decidió solicitarle la pintura al Papa Pío IX.
El Santo Padre escuchó con atención la historia de la sagrada imagen, y siendo un fiel devoto de la Virgen María, escribió una carta a los Padres Agustinos exponiendo su deseo de que el milagroso cuadro de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro fuera devuelto a la iglesia entre Santa María la Mayor y San Juan de Letrán, encargando a los Redentoristas que difundieran su devoción en todas partes.
Al enterarse los Agustinos sobre la historia de la Virgen del Perpetuo Socorro, hicieron entrega de la sagrada imagen y fue llevada en procesión solemne en medio de la alegría del pueblo romano que adornó las calles con abundantes flores para enmarcar el paso de la «Madonna» hasta llegar al altar que le fue construido especialmente para su veneración en el templo de San Alfonso.
DESCRIPCIÓN DE LA IMAGEN
La imagen de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro fue pintado en un estilo plano, característico de los iconos y tiene una calidad primitiva. Cuenta con iniciales escritas en griego, las letras a lado de la corona de la Virgen la identifican como la «Madre de Dios». Las iniciales a lado del niño «ICXC» significan Jesucristo. Las letras griegas en la aureola del niño «OWU» significan «El que es», mientras las tres estrellas sobre la cabeza y los hombros de María indican su virginidad antes, durante y después del parto.
Las letras más pequeñas identifican al ángel de la izquierda como San Miguel Arcángel, mientras el ángel de la derecha es identificado como San Gabriel Arcángel. Ambos Arcángeles sostienen los signos de la Pasión: San Miguel sostiene la lanza y la caña con la esponja empapada de vinagre, mientras San Gabriel sostiene la cruz y los clavos. No tocan los instrumentos de la pasión con las manos, sino con un paño que los cubre.
Cuando el retrato fue pintado no era común pintar aureolas, por lo que el artista redondeó la cabeza y el velo de la Virgen para indicar su santidad. Los halos y las coronas doradas fueron añadidas mucho tiempo después. El fondo dorado simboliza la luz y resalta los colores de las vestiduras. El velo de la Virgen es de color púrpura, signo de la divinidad, mientras que su traje es de color azul , indicando su humanidad.
En esta imagen, la Virgen esta fuera de proporción con el tamaño del Niño Jesús porque es precisamente a María a quien el autor quiere resaltar. El Niño refleja una expresión de madurez que representa su calidad de Dios eterno, está vestido como en la antigüedad solían hacerlo los filósofos: túnica ceñida por un cinturón y manto echado al hombro y una sandalia cuelga de su piecito como si se le hubiera desprendido por el miedo, ya que su rostro refleja una expresión de temor y con las dos manitas aprieta la mano derecha la Virgen buscando su protección materna, mientras María mira ante sí con actitud de recogimiento y pensativa, como si estuviera recordando en su corazón la dolorosa profecía del anciano Simeón.
Esta bella imagen nos recuerda el centralismo salvífico de la Pasión de Cristo y de María, al mismo tiempo que el socorro bondadoso de la Virgen María. En la actualidad, Nuestra Señora del Perpetuo Socorro es venerada en todo el mundo y en su honor se han construido iglesias y santuarios, además de cofradías que promueven su devoción.
En el Centro Histórico de la Ciudad de México, una de las Cofradías dedicadas a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro se encuentra en el templo de la Santísima Trinidad, donde cada 27 de junio celebran con alegría la solemnidad dedicada a esta antigua advocación de la Madre de Dios.