«Obrero y padre amado San José, enséñanos a trabajar teniendo a Cristo presente en nuestros sitios de trabajo siempre con fe».
Por: Diego Rodarte
A este hombre, Dios le confió sus tres más grandes tesoros: a su Madre, a su Hijo y a su Iglesia. San José, el carpintero fuerte de Nazareth es considerado el Santo del Silencio, pues la Biblia no da cuenta de una sola palabra pronunciada por él, sin embargo, sabemos que a Jesús le llamaban el Hijo del Carpintero gracias a que José recibió a María como esposa a indicación del ángel mensajero de Dios.
De acuerdo con algunos relatos apegados a la tradición, José era el tercero de seis hermanos y su familia residía cerca de Belén. Era distinto a sus hermanos, muy inteligente y aprendía todo fácilmente a pesar de ser sencillo, apacible, piadoso y sin ambiciones. A los 12 años iba con un viejo carpintero para aprender ese oficio en el que progresaba sin problemas.
A la edad de 30 años, José acudió al Templo de Jerusalén para pedir la mano de una joven doncella llamada María. En el templo, José recibió una vara de almendro que floreció al momento en que se disponía a dejarla sobre el altar; así se supo que él era el hombre designado por Dios para ser el prometido de María.
Las bodas de María y José fueron solemnes y suntuosas, duraron de seis a siete días y se celebraron en Jerusalén, en una casa situada cerca de la montaña de Sión.
José creyó en Jesús antes de conocerlo, antes de verlo nacer; sus manos fueron las primeras en recibirlo y sus brazos los primeros en abrazarlo. Tuvo que huir a Egipto para salvar la vida de Jesús, trabajar en una tierra extraña y en medio de una cultura que le era ajena. Con su trabajo de carpintero y artesano crió al Mesías, lo sostuvo, lo educó y lo formó.
San José recibió de Dios la gracia necesaria para ser digno esposo de María y digno padre de Jesús. Su misión fue única e irrepetible en la historia de la salvación. Murió sin dolor, sin pesar y satisfecho por la tarea cumplida junto a María, la Madre de Dios y junto a Jesús, el Hijo de Dios. San José es testigo de la fe porque supo disolverse en la historia de Jesús y no ser más que la sombra del Padre al recibir a un hijo que sin ser suyo lo ganó para sí.
EL TRÁNSITO DE SAN JOSÉ
En un extraordinario texto de la tradición de nombre Historia de José el Carpintero, Jesús le promete a José durante su tránsito al cielo:
«A todo hombre que cuide de hacerte sus ofrendas el día de tu aniversario, Yo le bendeciré y le retribuiré en la asamblea de los primogénitos. Y al que haya dado alimento a los indigentes, a los pobres, a las viudas y a los huérfanos y les haya distribuido el fruto de su trabajo el día que se celebre tu memoria, te lo entregaré para que tú lo introduzcas en el banquete de los mil años.
Y a todos los que hayan tenido el cuidado de hacer sus ofrendas el día de tu conmemoración, Yo le daré el treinta, el sesenta y el ciento por uno. Y el que escriba tu historia, tus obras y tu salida de este mundo, y las palabras de mi boca, lo confiaré a tu custodia por todo el tiempo que permanezca en esta vida y cuando su alma abandone su cuerpo y tenga que dejar este mundo, Yo quemaré el libro de sus pecados y no lo atormentaré con ningún suplicio el día del juicio y haré que atraviese sin dolor ni quebrantos el mar de fuego, todo lo contrario de lo que le ocurrirá a todo hombre duro y codicioso que no cumpla lo que está prescrito .
Y aquel al que le nazca un hijo y le ponga el nombre de José, yo haré que en su casa no entre el hambre ni la peste».
La santidad de San José está por encima de los Patriarcas y Profetas del Antiguo Testamento, de los Apóstoles, de los Mártires, de los Confesores, de las Vírgenes y aún de los mismos Ángeles. Ser el padre de Jesús y el esposo de María es lo máximo que podemos decir de él, pues cumplió fielmente su misión y por eso, Dios lo ha encumbrado sobre todos los santos.
PODEROSO INTERCESOR
Santa Teresa de Jesús descubrió en San José a un poderoso abogado y protector dejando plasmado su testimonio en su obra El Libro de la Vida como San José le condedía todo lo que Ella le pedía:
«Tomé por abogado y señor a San José y encomendeme mucho a él, vi claro que así de esta necesidad como de otras mayores de honra y perdida de alma, este padre y señor mío me sacó con más bien que yo les había pedido.
No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer. Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado santo. De los peligros que me ha librado, así de cuerpo como de alma, que a otros santos parece les dio el Señor gracia para socorrer en una necesidad. A este glorioso santo tengo experiencia que socorre en todas cosas y que quiere el Señor darnos a entender que así como le fue sujeto en la tierra, que como tenía nombre de padre, siendo tutor le podía mandar, así en el cielo le hace cuanto le pide.
Querría yo persuadir a todos fuesen devotos de este glorioso santo por la gran experiencia que tengo de los bienes que alcanza de Dios. No he conocido persona que de veras le sea devota y haga particulares servicios que no la vea más aprovechada en gran manera a las almas que a él se encomiendan. Pareceme a algunos años que cada año en su día le pido una cosa y siempre la veo cumplida; si va algo torcida la petición, él la endereza para más un bien mío. Sólo pido por amor de Dios que lo pruebe quien no me creyere y verá por experiencia el gran bien que es encomendarse a este glorioso Patriarca y tenerle devoción«.
En 1476, el Papa Sixto IV establece para la diócesis de Roma el 19 de marzo como fiesta de San José, que luego se extendió a la Iglesia universal. En 1870, Pio IX lo declara Patrono Universal de la Iglesia, Pio XII establece la celebración de San José Obrero, el 1º de mayo, presentándolo como modelo de los trabajadores. El 25 de julio de 1920 Benedicto XV declara a San José como singular protector de los moribundos y Juan XXIII lo incluye en la relación de Santos, después de María, en el Canon Romano de la Misa en 1962.
San José es patrono de los carpinteros y artesanos, por lo que popularmente se les celebra el 19 de marzo, aunque también es patrón de los migrantes, del matrimonio y de los padres de familia.