Alegría de nuestro pueblo

«Y los pasos del niño se volvieron peregrinos…»

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Por: Diego Rodarte

Para muchos investigadores, hablar del Niñopa en estos tiempos es hablar de una historia de 450 años de antigüedad, de una escultura de arte sacro que necesita cuidados especiales para mantenerse integra y poder continuar una tradición que ha trascendido y que es reconocida incluso a nivel internacional. En torno a él se han creado teorías o hipótesis sobre quien es y sobre su origen, como la idea de que es la representación oculta de una deidad prehispánica o bien, de un fenómeno social que sirve de catarsis para desahogar las penas de un pueblo como Xochimilco.

Pero para quienes realmente conocen y se han introducido en el mundo del Niñopa, todas estas teorías e hipótesis pierden sentido, porque el Niñopa va más allá de una tradición, es el espíritu y la escencia del pueblo de Xochimilco que vive su día a día siguiendo los pasos de este niño peregrino que llena de alegría los hogares que visita, que rompe con la monotonía de las calles con su presencia, el brinco de los chínelos, la música y el estruendo de los cohetes que anuncian su paso.

La presencia del Niñopa es motivo de regocijo para sus fieles que se detienen para verlo pasar, para saludarlo con un beso en su ropón como señal de respeto, para encontrar consuelo en su mirada y un aliento de vida en su sonrisa, avivando la esperanza para seguir adelante y encontrar en Él la fuerza necesaria para luchar contra esa enfermedad, contra un problema económico o laboral, o una pena que carga el corazón y que solo el Niñopa puede sanar.

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Y es que el poder de Dios es tan grande, que quiso valerse de esta pequeña imagen elaborada con madera de colorín para manifestarse en esta tierra florida y recordarnos que fue en la fragilidad de un niño pequeño que Él quiso venir a este mundo para redimirlo, es por eso que en el Niñopa reconocemos a Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, que caminó entre nosotros y que sigue caminando en medio de nuestro pueblo a través de esta imagen peregrina.

Son muchos los testimonios de fe y del amor que Dios manifiesta a través de esta sagrada imagen que no alcanzaría el tiempo para registrarlos todos, pues a cada uno de sus devotos el Niñopa les ha regalado algo diferente, una experiencia, una anécdota, un milagro, algo que los dejó marcados para siempre y que es la huella indeleble del Niño Jesús plasmada en el corazón que le abre las puertas y lo recibe con fe.

Aunque en torno al Niñopa existe un ciclo ritual que se cumple conforme avanza el calendario, nada es igual, cada mayordomía es diferente, cada visita tiene su toque especial y como se dice popularmente «hay de todo», pues hay desde visitas ostentosas y superficiales en las que resaltan más los adornos, el vestido, la comida, las invitaciones, la fiesta, hasta visitas muy humildes en las que el amor, el esfuerzo, incluso el sacrificio son la ofrenda que los hospederos colocan a los pies del Niñopa, quien bendice, acepta y hasta soporta, porque su bandera es la misericordia.

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Es increíble la emoción que despierta la sola idea de su visita, el tener un lugar en la agenda, una fecha especial en el año que se convierte en el centro de todo y que despierta la ilusión, el nerviosismo; y comienzan las pruebas, los tropiezos, las dificultades, y después el silencio, y detrás del silencio las sorpresas, el apoyo de los seres queridos, la ayuda que nunca se imaginó, ese detalle especial que hace de la visita del Niñopa algo perfecto y surge una frase anidada en el corazón de quienes lo conocen: «Las cosas se hacen como el Niño las quiere».

Y que decir de quienes tienen un compromiso a futuro, de quienes tienen que esperar cinco, diez o veinte años para dar una posada, un compromiso mayor que implica trabajo, esfuerzo y mucha dedicación para dar lo mejor al Niñopa y sólo en sus manos queda el destino de aquel compromiso, pues nadie nos garantiza el día de mañana, sólo Él puede dar la salud, la fortaleza y los medios para cumplir con un compromiso tan grande, que cuando se cumpla quedará como un recuerdo que dejará huella en la vida de los posaderos.

El Niñopa es la manifestación de la alegría de Dios en el pueblo de Xochimilco, pues mientras en lugares como Coyoacán, Milpa Alta o Ixtapalapa se ha manifestado como Cristo sufriente, sangrante, coronado de espinas, crucificado o yacente en el sepulcro, en Xochimilco se ha hecho presente como un niño que se deja abrazar, que sonríe, que juega, que hace travesuras, que cambia su expresión cuando algo le disgusta, que se entristece cuando algo va mal o cuyas mejillas se sonrojan al máximo cuando está feliz.

Por encima de la mágico, lo mítico o lo sensacional, predomina la fe en el carácter divino de este niño que en cada travesura deja un testimonio de vida, un milagro que cambia la vida de quien lo conoce y acepta vivir la aventura de caminar junto a Él, porque el Niñopa es Dios con nosotros.

Niñopa, nuestro corazón es tu hogar.

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