El Santo Niño de las Suertes

«Te adoro, amable Niño, el más humilde y el más grande de los hijos de los hombres; el más pobre y el más rico, el más débil y el más poderoso…»

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Por: Diego Rodarte

Santiago Tepalcatlalpan, Xochimilco

En el año de 1806, dos sacerdotes misioneros que caminaban por el rumbo de Tlalpan escucharon en el camino el llanto de un niño pequeño. Desconcertados, comenzaron a buscar en las inmediaciones, ya que se encontraban en un sitio despoblado, lo que les pareció muy extraño y al acercarse al sitio de donde provenía el llanto encontraron una pequeña imagen del Niño Jesús que dormía plácidamente sobre un cráneo; al mismo tiempo, en aquel lugar brotó un manantial de agua al que se le llamó «El ojo del Niño» en lo que hoy es el seminario de los Padres Salesianos.

Maravillados por aquel hallazgo, los sacerdotes llevaron la pequeña imagen al Señor Arzobispo  Don Francisco de Lizana Beaumont, quien al contemplar al Santo Niño, alabó la Misericordia de Dios. En un principio, el Arzobispo pensó donar la imagen a las monjas del monasterio de la Purísima Concepción, pero habiendo consultado al Cabildo, acordaron hacer un sorteo y que fuera a través de la suerte que Dios eligiera a qué convento de la ciudad quería ir.

Al hacerse la rifa, salió ganador el convento de las Monjas Concepcionistas de San Bernardo. Consciente de la situación de pobreza en que vivían las monjas de esta comunidad, el Arzobispo dispuso que se volviera a hacer la rifa y nuevamente salió ganador el nombre de San Bernardo.

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El Arzobispo consideró que por su situación las monjas no le darían las atenciones que el Niño merecía, incluso había resuelto reunirlas en otra comunidad donde recibieran sustento con menos dificultades; así que ordenó que se sacara de la papeleta el nombre de San Bernardo, pero por tercera vez y de manera prodigiosa salió ganador el nombre de San Bernardo escrito con letras de oro, por lo que el Arzobispo no dudó en mandar al prodigioso Niño con las monjas Concepcionistas de San Bernardo, quienes lo recibieron como un don del cielo.

Al preguntarle a la Madre Superiora con qué nombre se veneraría al Niño, la Madre decidió que lo llamarían «El Santo Niño de las Suertes», pues la imagen fue echada a «las suertes» como comúnmente se le llamaba a los sorteos de aquella época, y fue así como el pequeño niño llegó a sus manos. Desde entonces, las Monjas Concepcionistas son las afortunadas custodias que promueven la devoción al Niño Jesús bajo la advocación del Santo Niño de las Suertes.

Aunque es una imagen encontrada en territorio mexicano, el Niño de la Suertes tiene rasgos europeos; su rostro angelical reposa plácidamente sobre una calavera, lo que nos indica que se trata de un Niño Jesús Pasionista, es decir, una alegoría de las muchas premoniciones sobre la futura pasión y muerte de Cristo, aunque también evoca el dominio de Cristo sobre la muerte, representaciones muy comunes del Niño Jesús entre los siglos XVII y XVIII.

Con la supresión de los templos religiosos durante la Guerra de Reforma, las monjas Concepcionistas tuvieron que cambiar su lugar de residencia, estableciéndose en la colonia Tacubaya. Ahí se construyó una pequeña capilla donde los fieles acudían a venerar al Niño de las Suertes, pero el paso del tiempo y los fenómenos naturales fueron deteriorando el convento, a tal grado que se vieron obligadas a mudarse al pueblo de Santiago Tepalcatlalpan, ubicado en Xochimilco, ahí se construyó el convento y el nuevo templo dedicado al Santo Niño de las Suertes, donde es venerado desde enero de 2010.

Cada año, el segundo domingo de enero, cientos de personas se reúnen para celebrar la fiesta del Santo Niño de las Suertes, a quien se le invoca para pedir algún favor relacionado con la salud, el trabajo, pero principalmente por aquellas mujeres que no pueden concebir y quieren tener un hijo, o que viven un embarazo de alto riesgo, obteniendo el favor del Divino Niño.

Como agradecimiento, aquellos que son favorecidos por el Niño llevan juguetes como pelotas, carritos, sonajas y peluches, o bien veladoras y milagritos como testimonio de los milagros que concede a sus devotos. Durante la fiesta es tradición rifar una imagen del Niño de las Suertes en recuerdo de aquel sorteo que lo puso en manos de las Concepcionistas. Además, los fieles regalan dulces a los asistentes, así como estampas, calendarios u objetos alusivos al Niño de las Suertes.

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