«Y siendo frágiles vasijas que contienen un tesoro, no dudaron y entregaron su vida por amor».
Por: Diego Rodarte
El 1° de noviembre la Iglesia Católica celebra la fiesta de Todos los Santos para recordar a todos aquellos que sin ser canonizados han alcanzado la plenitud de la santidad y la vida eterna en el Reino de Dios. Santos anónimos que nunca fueron reconocidos pero que también interceden por la Iglesia peregrina en la tierra.
Esta festividad fue instituida por el Papa Gregorio III y extendida por toda la Iglesia por el Papa Gregorio IV en el siglo IX, pero sus antecedentes tienen su cimiento en los numerosos mártires cristianos que murieron durante la persecución del emperador Dioclesciano. Se dice que en la antigua Roma existía un templo dedicado a todos los dioses romanos, pues sus deidades eran muy celosas y vengativas, por lo que los romanos acudían a este templo para hacer sus oraciones y no «brincarse» a ninguna deidad y así evitar que su ira cayera sobre ellos por algún descuido.
Cuando la Iglesia Católica fue reconocida como la religión oficial de Roma, los templos paganos fueron convertidos en templos cristianos y en particular este templo fue utilizado para trasladar las reliquias de los mártires, por lo que se convirtió en el templo de Todos los Mártires y años más tarde se consagró a la Virgen María bajo el título de Santa María de Todos los Mártires.
Con la institución de la fiesta para la Iglesia Universal, no solo se reconoció a los mártires cristianos, también se decidió considerar a todos aquellos que de manera anónima, practicaron las virtudes cristianas, cumplieron con las palabras del evangelio y pusieron a Dios en el centro de sus vidas.
LA VENERACIÓN DE LAS RELIQUIAS
Esta práctica devocional dentro de la Iglesia Católica representa el contacto del creyente con la persona que ya goza de la presencia de Dios. Las reliquias consisten en la parte del cuerpo de alguna persona considerada Santa o bien algún objeto que fue utilizado por el santo y son venerados por algún motivo piadoso.
Las reliquias se dividen en tres grados:
- Primer grado: algún fragmento del cuerpo como la cabeza, un brazo, cabello, un trozo de uña o un hueso.
- Segundo grado: se refiere a algún fragmento de la ropa del santo o alguna pertenencia como un rosario, la biblia, una medalla o crucifijo u objetos asociados al sufrimiento de un mártir.
- Tercer grado: cualquier objeto que haya tocado una reliquia de primer grado o la tumba del santo.
Las reliquias no tienen un poder especial por si mismas pero se adopta la idea de que Dios en su infinito poder puede utilizarlas como medios para obtener un milagro. Para la Iglesia es aceptable que se le rinda culto a las reliquias para enriquecimiento de la fe pero sin incurrir en la superstición y el esoterismo.
Durante el siglo XVI, en Europa era común decorar las reliquias de los santos con oro, plata y piedras preciosas para exponerlas en las iglesias, monasterios y santuarios a fin de «transmitir la gloria de lo que les esperaba a los seguidores devotos y fieles a la iglesia después de la vida y lo que podían esperar en el cielo».
En la octava de Todos los Santos, el 8 de noviembre se celebraba la fiesta de la Veneración de las Reliquias en las iglesias y catedrales importantes; se montaban imponentes altares en donde eran expuestas a la veneración en ostentosos relicarios. Años más tarde la celebración se fijo para el 5 de noviembre pero desapareció con el paso del tiempo y en la actualidad algunas iglesias acostumbran exponer sus reliquias el 1° de noviembre.
LAS RELIQUIAS Y LAS CALAVERITAS DE AZÚCAR
En los reinos católicos de León, Aragón y Castilla se tenía la costumbre de preparar para la fiesta de Todos los Santos, ciertos alimentos como dulces y panes que imitaban las reliquias de los santos simulando cráneos, astillas de hueso, hasta esqueletos completos de canillas con miel.
En Italia, los huesos de santo se hacían con almendras y se elaboraban figuras con forma de frutas y animales con los que se identificaba a algún santo y se les llamaba frutti dei morti. También se elaboraban unas roscas que simbolizaban el fin de la vida.
En el siglo XVIII, en los conventos de la Nueva España, las monjas de Santa Clara y San Lorenzo elaboraban calaveras de alfeñique imitando las reliquias de los santos. Durante el Virreinato era costumbre visitar la mayor cantidad de reliquias posibles para ganar indulgencias, terminando el recorrido en la Catedral Metropolitana, donde antes de entrar compraban un pan o un dulce en forma de reliquia que eran bendecidos y llevados a los hogares para colocarlos en la «mesa del santo», ahí había la imagen de un santo que se adornaba con los dulces y panes con forma de huesos benditos, pidiendo así que santificara y protegiera el hogar.
Estas «reliquias» de alfeñique eran decoradas a modo que simularan las joyas con las que eran enriquecidas las reliquias de los mártires en Europa y solo podían adquirirlas los ricos, por lo que el resto de la población compraban los cráneos que se hacían en moldes de barro con azúcar derretida.
En el México actual, la fiesta de Todos los Santos está asociada a las ánimas de los niños, popularmente llamados «angelitos» por haber muerto en la edad de la inocencia sin conocer el pecado. A ellos se les coloca en sus ofrendas calaveritas de azúcar con su nombre en la frente junto con dulces y juguetes, como animalitos de barro o alfeñique dependiendo de la región del país y se ha vuelto tradición regalar a familiares y amigos una calaverita con su nombre como una forma de hermanarse y celebrar la vida.