Por: Diego Rodarte
Después de la Misa Solemne de despedida presidida por el Cardenal Emérito Juan Sandoval Iñiguez, se entonó el canto de la Salve y majestuosamente la Virgen de Zapopan bajó de su altar donde durante toda la noche recibió la veneración de sus fieles en la Catedral de Guadalajara.
Tras la bendición con la sagrada imagen, la Virgen fue colocada en un anda de madera y acompañada por el canto Adiós Reina del Cielo, la Soberana de Jalisco salió en procesión en medio del aplauso de sus fieles y al vuelo de las campanas que anunciaban su regreso a Zapopan. Con paso solemne, la procesión avanzó por el atrio hasta llegar al carruaje adornado con abundantes rosas que la trasladaría hasta su Basílica.
A su paso, los fieles aplaudían y lloraban, otros hacían el saludo militar y gritaban vivas a su Reina, al tiempo que las Guardias de Honor procedentes de distintas partes del país entonaban los honores correspondientes. Con el amanecer del 12 de octubre, los contingentes avanzaron por las calles de Guadalajara. En esta ocasión fue un camino distinto al acostumbrado debido a las obras que se realizan sobre el camino que popularmente conducía a la Zapopanita hasta su templo, sin embargo, esto no fue un impedimento para que miles de fieles formaran largas vallas esperando el paso de la Reina.
Más de 200 grupos de danzantes de diversas regiones de Guadalajara encabezaron el recorrido, al mismo tiempo que las bandas de música regional, bien organizadas, amenizaban a un mismo ritmo la procesión, alegrando con sus melodías el paso de la Generala.
Frailes, seminaristas, jóvenes laicos, miembros de la Adoración Nocturna Mexicana, danzantes, músicos, los calandrieros y su ofrenda de gardenias, considerada la flor de la Virgen, y Guardias de Honor formaron una columna que recorrió siete kilómetros hasta el Arco de Zapopan, junto con la compañía de miles de fieles que ya esperaban a la Virgen quien bajó de su carruaje y fue transportada en hombros hasta su santuario.
Con el canto de la estrofa «María está llegando con su bendición» el estallido de júbilo no se hizo esperar, los gritos de alegría y las lágrimas se hicieron presentes nuevamente, las personas rezaban y cantaban, colocaban sus intenciones en el corazón de la Virgen que parecía sonreír al mirar todas las muestras de cariño de sus hijos. Su corazón recibía una a una las plegarias y alabanzas como si fueran flores que arrojaban a su paso. La emoción también se hacía presente en los rostros de los sacerdotes, religiosos y miembros de la guardia que custodiaron a la Virgen hasta el templete donde se llevó a cabo la Misa Solemne de bienvenida.
Es así como una vez más el pueblo de Jalisco refrenda su amor y su fe a la que ellos reconocen como su Reina, Madre y Protectora, que desde hace más de 280 años recorre las calles de Guadalajara, llevando la presencia de Cristo a las diversas comunidades a través de su amor maternal, manifestado en estas tierras desde hace casi 500 años en que María caminaba en el pecho de un fraile que consagró su misión al amor inagotable de la Reina del Cielo.
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