«Conozco a Cristo pobre y crucificado y eso me basta».
Por: Diego Rodarte
Tlaltenco, Tláhuac
El 4 de octubre la iglesia celebra la memoria de San Francisco de Asís, uno de los santos más conocidos y queridos por católicos y no católicos por su ejemplo de vida, su entrega total a Jesucristo, su hermandad con las criaturas y su gran labor evangelizadora que con los siglos llegó a América donde el Evangelio y la devoción a este gran santo encontraron tierra fértil.
Uno de estos lugares es el pueblo originario de Tlaltenco, perteneciente a la ahora alcaldía de Tláhuac y que fue evangelizado por los franciscanos en 1525, quienes construyeron un templo dedicado a San Francisco de Asís entre 1547 y 1549.
Desde entonces, cada 4 de octubre, los fieles de Tlaltenco celebran a su santo patrón con una sencilla pero significativa fiesta que inicia la tarde del 3 de octubre con la entrega de las promesas de las diferentes sociedades, como la Sociedad de la Flor de octubre que desde hace casi 70 años dona los arreglos florales que adornan la Parroquia de San Francisco, promesa que ha pasado de generación en generación, así como la colocación de las portadas donadas por el Grupo Tepetlapa y los devotos del Señor de Mazatepec, venerado también en el pueblo.
Con la llegada de la imagen de San Francisco de Asís al templo parroquial después de permanecer en casa de un mayordomo que realizó el cambio de hábito de la imagen, inician las tradicionales mañanitas para dar la bienvenida al 4 de octubre, día central de la fiesta en la que con una Misa Solemne y una procesión por las calles de Tlaltenco celebran la vida y la obra de su santo patrón.
La fiesta se extiende hasta el fin de semana, en estos días se dan cita diferentes bandas que amenizan las celebraciones y se realizan eventos culturales y artísticos que dan realce a la celebración.
¿QUIÉN FUE SAN FRANCISCO DE ASÍS?

Francisco Bernardone nació en Asís, Italia en 1182 en una familia acomodada. Después de una juventud disipada, entregada a las pasiones, sintió una fuerte llamada de Dios para vivir en un estado de vida completamente pobre, abandonado a su providencia.
En la capilla de San Damián, a las afueras de Asís le habló Cristo crucificado pidiéndole que reconstruyera la iglesia que estaba desmoronándose, lo que lo llevó a renunciar a las riquezas y a la vanidad de este mundo. Con su vida evangélica y la de muchos hermanos que lo siguieron, inyectó nuevo aliento a la Iglesia. Cantó a la naturaleza, llamando hermanos a todos: a las plantas, animales, al sol, a la luna, incluso a la muerte y predicó la palabra de Dios con sencillez y amor.
Empezó a predicar, atender a los leprosos y pedir limosna para ayudar a los más pobres. Llegó a tener muchos discípulos principales y seguidores. En abril de 1209 el papa Inocencio III aprobó su «hermandad de pobres» (orden de los franciscanos) y le dio sus primeras reglas.
En 1219, viajó por Chipre y San Juan de Acre predicando entre los soldados que participaban en la Quinta Cruzada. Luego predicó en Egipto y Siria.
Fundó la Orden de los hermanos menores, la de las Clarisas para las mujeres consagradas y la Tercera Orden para todos los laicos. En todos, Francisco despertó el gusto por la Santidad y tuvo el privilegio de recibir en su cuerpo las cinco llagas de Cristo. Murió el 3 de octubre de 1226 a la edad de 44 años.