«San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla. Sé nuestro amparo contra la perversidad y las asechanzas del demonio».
Por: Diego Rodarte
San Miguel del Milagro, Tlaxcala
En la época prehispánica, los antiguos Tlaxcaltecas construyeron una fortaleza en la comunidad de Cacaxtla para defenderse de sus enemigos los Cholultecas y los Huejotzincas y levantaron un teocalli donde realizaban rituales paganos que originaron que la región se viera azotada por una infestación demoniaca que inicialmente proporcionó victorias guerreras pero que después se tradujo en males espirituales y físicos para los habitantes de la región.
El 25 de abril de 1631, en la localidad de San Bernabé Capula, pueblo de Santa María Nativitas, durante la procesión de la festividad de San Marcos, San Miguel Arcángel se le apareció a un indígena de nombre Diego Lázaro de San Francisco, de 17 años de edad, casado y cristiano piadoso. En esta primera aparición San Miguel le reveló:
«Has de saber hijo mío que yo soy San Miguel Arcángel: vengo a decirte que es voluntad de Dios y mía que digas a los vecinos de este pueblo y de su contorno que en esta quebrada que hacen dos cerros, y es aquella que está frente a este lugar, hallarán una fuente de agua milagrosa que sanará todas las enfermedades, la cual está debajo de una peña muy grande. No dudes de lo que te digo ni dejes de hacer lo que te mando».
Pero Diego Lázaro no dijo nada a nadie por temor a que no le creyesen y guardó en secreto la visión que había tenido, pero días después enfermó gravemente y estuvo a punto de morir. Trece días más tarde, la madrugada del 8 de mayo, estando en agonía, penetró en la choza de Diego Lázaro una ráfaga de luz, como un relámpago que asustó a sus familiares al punto de hacerlos abandonar la choza.
En aquel momento, Diego Lázaro pudo ver a San Miguel rodeado de un gran resplandor, devolviéndole la salud y lo llevó, sin saber él como, hasta una quebrada. El Arcángel caminaba delante del indígena alumbrando el camino con tanta claridad que parecía medio día. A su paso las peñas se abrían y las ramas de los árboles y de las matas se desplegaban para abrirles paso y al llegar a la barranca San Miguel, tocando la tierra con un callado de oro rematado con una cruz, le dijo:
«Aquí, en donde toco con esta vara está aquella fuente de agua que te dije cuando ibas en la procesión. Manifiéstalo luego, y no sea como la otra vez… que de no hacerlo serás gravemente castigado y sábete que la enfermedad que has padecido, fue en pena de tu inobediencia».
Al momento se levantó un gran torbellino de vientos encontrados del que salían grandes alaridos, gemidos y voces como de personas que en tropel huían de ahí y San Miguel le explicó:
«No temas, que este es sentimiento que hacen los demonios enemigos de ustedes, porque conocen los grandes beneficios que por mi intercesión han de recibir los fieles en este sitio de nuestro Señor; porque muchos, viendo las maravillas que aquí se han de obrar, se convertirán y harán penitencia de sus pecados y todos darán gracias a Dios por su misericordia, y los que llegaren aquí con fe viva y dolor de sus culpas, con el agua y tierra de esta fuente alcanzarán remedio de sus trabajos y necesidades y confortarán con ellas a los enfermos en artículo de muerte».
Después bajo del cielo una luz de mayor esplendor que bañó con claridad el lugar donde está la fuente:
«Esta luz que has visto bajar del cielo, es la virtud que Dios, con su Divina Providencia, me comunica en esta fuente para salud y remedio de los enfermos y necesitados. Dilo así a los que te he ordenado, y para que te den crédito, tú solo podrás quitar la peña que está sobre la fuente». Luego el Arcángel se desapareció de su vista.
Diego Lázaro contó lo ocurrido a su familia y dando crédito a sus palabras lo acompañaron hasta el lugar señalado, pero les fue imposible mover las rocas que yacían sobre la fuente, de pronto, Diego Lázaro pudo mover la roca como si lo ayudara una fuerza extraordinaria, abriendo la fuente de agua milagrosa, pero aún así, el indígena, temeroso de que las autoridades religiosas no le creyeran y lo castigaran severamente, no acató la orden de San Miguel.
La tercera aparición tuvo lugar el 13 de noviembre en la choza de Diego Lázaro, después de la misa de la festividad de San Diego de Alcalá, en la que tuvo una experiencia mística dolorosa, porque sintió que una mano invisible lo golpeaba con fuerza. Al llegar a casa se le apareció el Arcángel San Miguel y le dijo:
«¿Por qué eres cobarde y negligente en lo que yo te encomendé? ¿Quieres que te castigue de otra manera por tu desobediencia? Levántate y haz diligencia en publicar lo que te mando».
De inmediato, Diego Lázaro subió a la fuente, llenó una vasija con el agua y se fue a ver al obispo de Puebla, Don Bernardo Gutiérrez de Quiróz, quien escuchó atento el relato de las apariciones y recordó que el Padre del Cielo había revelado los misterios del reino a la gente sencilla y como descubrió que el indígena era sincero, ordenó abrir la investigación y mandó que el agua santa se distribuyera entre los enfermos del Hospital Real y resultó que todos recobraron la salud.
La noticia de estas curaciones se extendió por Puebla, Tlaxcala y de muchas partes comenzaron a llegar peregrinos a la barranca del «Milagro».
Para constatar sobre la veracidad de este acontecimiento, la Iglesia ordenó en tres ocasiones que se investigara. La primera investigación consistió en entrevistar a los familiares de Diego Lázaro sobre la rectitud de su vida y luego sobre su enfermedad, ya que ellos fueron los testigos principales de la curación del indígena que tras los acontecimientos se fue a vivir a la barranca del milagro durante tres años al cuidado de los enfermos.
Después de las tres apariciones del Arcángel San Miguel, se enteró de los hechos el Gobernador de Tlaxcala, Don Gregorio Nacianceno, quien luego de interrogar a Diego Lázaro se enfureció, lo llamó indio perro y lo amenazó con mandarlo golpear a palos de resultar falsas sus declaraciones.
Mientras tanto, el arzobispo de Puebla, Don Bernardo Gutiérrez de Quiróz, sabedor del gran número de peregrinos que acudían al lugar de las apariciones y de las curaciones que el agua y la tierra habían obrado en su familia, en las religiosas del convento de Santa Catalina y en los enfermos del Hospital de San Pedro, en Puebla, abrió la investigación canónica y nombró juez de la causa al Canónigo Doctor Alfonso de Herrera, Penitenciario de la Catedral de Puebla y le indicó que de inmediato se demoliese la primitiva ermita, se prohibieran bajo pena de excomunión las peregrinaciones, se cerrara el pozo y se extinguiera toda devoción de no ser cierto el acontecimiento.
En Canónigo, luego de acudir al lugar de las apariciones para dar curso a la investigación y de constatar la certeza moral de los testimonios, celebró la Santa Misa y un Te Deum de acción de gracias, aprobó la devoción a San Miguel Arcángel en el lugar y regresó a Puebla para informar sobre el éxito de su investigación. El arzobispo todo lo aprobó y confirmó, ordenando la construcción de una ermita y fue el arzobispo de Puebla, Don Juan de Palafox y mendoza quien decretó la construcción del templo actual para ánimo de los fieles en 1643.
En el atrio, a la derecha del santuario se encuentra la fuente de agua milagrosa que hizo brotar el Arcángel Miguel dentro de una capilla de cantera, en cuya fachada se puede apreciar el momento de la aparición en un relieve esculpido en alabastro. El acceso a la fuente permanece cerrado en atención a que el agua es escasa. Se dice que la fuente se ha secado en varias ocasiones debido a la falta de reverencia con que algunas personas la toman, por lo que el párroco del lugar cuida de proveerla gratuitamente a los peregrinos que realmente la necesitan.
Cada año, los fieles celebran las tres apariciones de San Miguel Arcángel el 25 de abril, el 8 de mayo y el 13 de noviembre, pero la fiesta principal, a la que los habitantes llaman la feria es el 29 de septiembre, fecha en que la iglesia celebra a los Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael, por lo que la mayor afluencia de peregrinos se registra los días 28, 29 y 30 de septiembre.
San Miguel del Milagro es el único santuario en México consagrado a San Miguel Arcángel y a él llegan peregrinos de todas partes en busca de la salud física, espiritual y mental, encontrando en este sitio fortaleza, paz y protección de aquel poderoso intercesor que arrojó al demonio a los abismos, librando de las asechanzas del enemigo a quien busque su amparo.