De Querétaro al Tepeyac

«Del cielo cayeron flores el domingo en la mañana, dicen que no eran flores, era la Guadalupana».

Por: Diego Rodarte

Alrededor de 64 mil 400 peregrinos arribaron a la Basílica de Guadalupe con motivo de la 128 Peregrinación de la Diócesis de Querétaro al Tepeyac y que estuvo integrada por más de 5 mil ciclistas, más de 23 mil mujeres y alrededor de 36 mil 400 varones.

A las 9:00 de la mañana llegó la columna femenil integrada por 175 delegaciones provenientes de los diferentes decanatos del estado de Querétaro. Algunas de ellas caminaron 17 días desde la Sierra Gorda Queretana para encontrarse con la Guadalupana. Solas o acompañadas por sus hijos, su camino estuvo lleno de dificultades, pues tuvieron que soportar el frío de la madrugada y el frío de la noche, incluso una tromba inundó el lugar donde pernoctaban, pero eso no fue impedimento para continuar con su camino a la casita sagrada de la Señora del Cielo.

Vestidas de blanco, con coronas de flores y visiblemente emocionadas, las mujeres peregrinas cantaban y bailaban alabando a la Virgen de Guadalupe, pues aseguraban que el cansancio desapareció en cuanto vieron a lo lejos la casa de la Virgen.

Encabezado por el Obispo de la Diócesis de Querétaro, Mons. Faustino Armendáriz, el contingente ingresó al Santuario Mariano entonando cantos a la Virgen, alabanzas que se convertían en lágrimas de emoción al contemplar a la Virgen de Guadalupe, quien las esperaba como la amorosa madre que espera el regreso de sus hijos. Poco a poco, cada uno de los grupos se fue integrando al atrio de la Basílica donde se reencontraron con sus familias que corrían para abrazarlas y a darles la bienvenida.

En su homilía, Mons. Armendáriz expresó: «Queridas peregrinas, que esta experiencia de haber estado durante estos días cerca de Jesús, sea el impulso para que, de ahora en adelante, no den por descontado el descanso en el Señor».

Poco después de la 1:00 de la tarde, el contingente masculino ingresó a la Basílica. La voz de los varones retumbaba en el santuario, pues emocionados entonaban cantos a la Guadalupana, muchos de ellos de la mano de sus hijos e incluso hubo grupos de niños liderados por jóvenes que cantaban y bailaban para honrar a la Virgen. El cansancio era evidente, muchos de ellos llegaron descalzos y con los pies lastimados, pero felices de encontrarse una vez más a los pies de la Guadalupana.

Con lágrimas en los ojos, los peregrinos se incorporaron al atrio para encontrarse con sus familias y participar en la Santa Misa, en la que el Obispo Armendáriz llamó a los fieles a mirar y dejarse mirar por Ella: «Al pasar nuevamente hoy bajo la imagen bendita de Nuestra Señora de Guadalupe y contemplar esa mirada tierna de madre amorosa, se renueva en nosotros el amor  y la devoción a la Señora del Cielo, a la Morenita del Tepeyac, y así, movidos por esos sentimientos queremos volver a nuestros hogares para continuar con nuestra vida y con nuestro testimonio cristiano».

Al final de la celebración, los peregrinos elevaron sus sombreros al cielo para despedirse de la Virgen de Guadalupe, mientras que a una sola voz entonaban el canto «Adiós Reina del Cielo», con la promesa de regresar el próximo año.

La peregrinación de la Diócesis de Querétaro es una de las más grandes y representativas que recibe la Basílica de Guadalupe, pues en ella se mezclan las emociones, el color y la alegría de un pueblo fiel que a pesar de las dificultades confía en la mirada dulce de la Guadalupana.

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