«Dios te salve María, del Carmen bella flor, estrella que nos guías hacia el sol del Señor».
Por: Diego Rodarte
Patrona de las fuerzas armadas, de los pescadores, de los marinos, de los transportistas y de los comerciantes, Nuestra Señora del Carmen es la devoción más antigua y popular con la que la iglesia honra a la Santísima Virgen María, madre de nuestro Señor Jesucristo.
Su nombre viene del Monte Carmelo, ubicado en palestina y significa «campo florido». El Antiguo Testamento refiere que el pueblo de Israel fue castigado con una terrible sequía ya que había dado la espalda al verdadero Dios para adorar al dios pagano Baal. Tiempo después, Dios demostró su poder en el Monte Carmelo encendiendo fuego sobre la ofrenda que había hecho Elías y despreciando la ofrenda de los paganos quienes cayeron de rodillas al comprobar el poder del Dios de Israel.
Una vez purificados de la idolatría, Elías anunció el fin de la sequía y desde la cima del monte Carmelo observó que una nubecilla se elevaba desde el mar e iba creciendo hasta convertirse en una lluvia generosa. Desde entonces el monte Carmelo se convirtió en un lugar sagrado al que llegaban algunas personas para vivir en soledad, penitencia y oración, formando con el tiempo una pequeña comunidad a la que por el lugar le dieron el nombre de Los Carmelitas.
La Iglesia Católica ha relacionado esa nubecilla que apareció en el Monte Carmelo con la figura de la Virgen María, pues con Ella llegaría una abundante lluvia de gracias y la salvación de los pecadores y fue precisamente a la Madre de Dios a la que los ermitaños del monte Carmelo se consagraron y le construyeron un templo en el que la invocaban con el nombre de Nuestra Señora del Carmen, que significa: tierra fértil que produce buenos frutos.
Con la invasión de los Mahometanos en el siglo XI muchos monjes carmelitas murieron a sangre y fuego mientras cantaban himnos a la Virgen María, pero otros lograron embarcarse y huir a Europa donde comenzaron a propagar la devoción a Nuestra Señora del Carmen, uno de ellos fue San Simón Stock quien fuera nombrado general de la Orden Carmelita en 1246.
En aquel tiempo la Orden del Carmelo estaba sufriendo dificultades y parecía estar condenada a desaparecer, por lo que San Simón se retiró a orar e invocó a la Santísima Virgen como La Flor del Carmelo y la Estrella de Mar, suplicando su protección para toda la comunidad.
En respuesta a su ferviente oración, la madrugada del 16 de julio de 1251 la Santísima Virgen María se apareció a San Simón Stock y le entregó su escapulario para la Orden con la promesa de conceder ayudas especiales a quienes lleven esta prenda celestial con el deseo de convertirse y de llevar una vida más santa:
«Este debe ser un signo y privilegio para ti y para todos los Carmelitas: quien muera usando el escapulario no sufrirá el fuego eterno».
En el siglo XIV, la Virgen del Carmen se apareció al Papa Juan XXII y le prometió que quienes llevaran el escapulario y cumplieran con las recomendaciones de esta devoción, serían liberados por Ella de las penas del purgatorio el sábado siguiente después de su muerte:
«Como Madre de Misericordia, con mis ruegos, oraciones, méritos y protección especial, les ayudaré para que, libres cuanto antes de sus penas, sean trasladadas sus almas a la bienaventuranza». Por eso la devoción a la Virgen del Carmen está ligada con la devoción a las ánimas benditas.
La palabra escapulario viene del latín «scapulae» que significa «hombros». Originalmente era un vestido que cae de los hombros cubriendo el pecho y la espalda y los monjes lo usaban durante su trabajo como símbolo de dedicación especial a la Virgen María y el deseo de imitar su vida de entrega a Cristo y al prójimo.
Con el tiempo, los laicos sintieron el llamado de llevar una vida comprometida y crearon la cofradía del escapulario y comenzaron a usarlo de una manera más sencilla, reduciéndolo a dos pequeños rectángulos de tela de color café unidos con cordones que se usa bajo la ropa. A este tipo de prenda se le conoce como sacramental, es decir, un objeto religioso aprobado por la Iglesia como un signo que mueve el corazón a renunciar al pecado y llevar una vida en santidad.
Pronto comenzaron a comprobarse las bendiciones y ayudas especiales que la Madre de Dios concedía a quienes portaban con fe el Santo Escapulario, como la protección durante incendios y fenómenos naturales, así como la conversión de los pecadores. En Francia, en plena batalla, el rey Luis XI vio que a un soldado le llegaba una flecha al corazón y milagrosamente se le clavaba en el escapulario sin ocasionarle ningún daño. Inmediatamente el rey y sus generales se colocaron el escapulario y se consagraron a la Madre de Dios.
La Orden de los Carmelitas llegó a México en 1585 y comenzaron a propagar la devoción a la Virgen del Carmen, fundando el convento del Barrio de San Ángel, el convento de San Joquín en Tacuba y el de El Desierto de los Leones. Con el tiempo, la devoción a la Virgen fue creciendo y muchas comunidades fueron consagradas a la Madre del Monte Carmelo.
A la Virgen del Carmen se le representa con el hábito carmelita que consiste en un hábito de color café con un gran escapulario y una capa blanca que representa el manto del profeta Elías, lleva en sus brazos al Niño Jesús y en sus manos el Santo Escapulario. En la mayoría de sus representaciones se puede ver a la Virgen consolando a las ánimas del purgatorio.