«Despierta Reina y Señora que el Señor ya te eligió para nuestra protectora luego que ya amaneció».
Por: Diego Rodarte
El cuarto viernes de cuaresma, los pueblos de Tlayacapan y Tepoztlán se unen para celebrar un acontecimiento que hermanó a las dos comunidades en torno a una devoción arraigada en el corazón de los fieles: La Virgen del Tránsito.
Una de las versiones sobre el origen de la Virgen del Tránsito refiere que la imagen perteneció a Martín Cortés, «El mestizo», hijo natural de Hernán Cortés y la Malinche, quien llegó a residir a la cabecera principal de Tepoztlán, en el barrio de la Santísima Trinidad, y fue él mismo quien donó la imagen al templo de La Natividad a petición de los habitantes.
Otra versión señala que la Virgen se encontraba en casa de una familia que vivía en el barrio de San José y en cuyo patio había un ciruelo en el que se posaban varias palomas que se ponían a cantar, alegrando el hogar de la Señora.
Aunque no se tienen datos que sustenten alguna de las dos versiones, lo cierto es que durante su estancia en el Convento de Tepoztlán, con el paso de los años, la bella imagen tallada en madera se fue deteriorando y durante un incendio dentro de la iglesia, la Virgen sufrió serias quemaduras, por lo que los fieles tomaron la decisión de llevarla a restaurar a Tlayacapan.
En aquella época, Tlayacapan era un pueblo en el que vivían expertos en arte sacro, traídos por los misioneros agustinos para elaborar las imágenes de la Parroquia de San Juan Bautista y de las veintisiete capillas de los barrios. Los «tepoztecos» trasladaron la imagen a pie desde Tepoztlán hasta el taller de un hábil artesano quien con cariño y paciencia le devolvió a la Virgen su tersura y la belleza que la caracterizaba.
Al poco tiempo, la imagen fue entregada a los responsables y llevada de regreso a Tepoztlán. Cuentan que durante el camino de regreso por Amatlán, la imagen se fue poniendo pesada, y en medio de muchas dificultades llegaron al Convento de La Natividad para colocarla en su altar.
Cansados por aquel pesado viaje, los encargados comenzaron a desconfiar por aquel suceso y montaron guardia en la iglesia, pero a pesar de la vigilancia, la Virgen desapareció.
Los de Tepoztlán sospecharon que la desaparición de la imagen se debió a un robo por parte de los habitantes de Tlayacapan, así que regresaron con el artesano, quien sorprendido, no supo dar razón de lo que reclamaban, así que dieron parte a las autoridades para salir en busca de la imagen.
Tras recorrer el camino por el que pasaron, encontraron a la Virgen en un lugar llamado «El Plan de Jahueyes» cerca del manantial de Apilihuaya. Muy molestos, intentaron levantarla, pero esta se había puesto tan pesada que no pudieron moverla y tras varios intentos, comprendieron que era voluntad de la Santa Señora quedarse en ese lugar.
Fue así que Nuestra Señora del Tránsito fue colocada en una capilla cercana al lugar del milagro y años más tarde fue llevada a la capilla de San Martín Caballero en el centro de la población, lugar donde actualmente se venera.
EL CUARTO VIERNES DE CUARESMA

Desde entonces y para recordar este acontecimiento, los habitantes de Tepoztlán realizan una peregrinación a pie hasta Tlayacapan para celebrar a la Virgen del Tránsito el Cuarto Viernes de Cuaresma. La noche del miércoles, la peregrinación parte de la iglesia de la Natividad y pasando por el camino de Amatlán hasta llegar a San José de los Laureles, en la entrada de la población, los caminantes son recibidos por los mayordomos de Tlayacapan con la sagrada imagen de la Virgen y caminan juntos en procesión hasta la capilla que le fue dedicada en un principio.
Ahí se inician los preparativos: la capilla se adorna con jaulas que encierran palomas para que su canto acompañe el sueño de la Virgen. También se colocan banderitas de papel picado insertadas en naranjas alrededor del nicho que resguarda la escultura, se colocan flores y se ilumina el lugar con ceras escamadas.
El viernes por la mañana inician los festejos con las tradicionales mañanitas y durante el día, la Virgen recibe la visita de los devotos de ambas comunidades que llegan a pie o a caballo, mientras un grupo de «pastorcitas», niñas vestidas de blanco, bailan y cantan alabanzas frente a la Virgen. Esta tradición surge porque los matrimonios que desean tener una niña o tienen problemas para concebir un hijo, se encomiendan a la Virgen del Tránsito, y quienes son favorecidos con el nacimiento de una niña, presentan a la pequeña ante la Virgen y la llevan a bailar cada año como muestra de agradecimiento.
Después de la Santa Misa, se abre el nicho para que los fieles puedan contemplar a la Virgen. Por la tarde, Nuestra Señora del Tránsito es llevada en procesión por las calles adornadas con sencillos tapetes de aserrín y caminos de flor de bugambilia, que con su color morado, recuerdan el tiempo de cuaresma, al tiempo que se cantan alabanzas y la banda ameniza el recorrido. Al llegar a la capilla de Santa Ana comienza el camino de regreso para concluir los festejos con la quema de fuegos pirotécnicos.
Así es como se lleva a cabo la «fiesta grande» del Cuarto Viernes de Cuaresma. Esta devoción, aunque no tiene una relación directa con la solemnidad de la cuaresma, es un signo de que la Virgen María camina junto a sus hijos en el camino de conversión al que nos invita la iglesia en este tiempo de reflexión.
La próxima festividad en honor a la Virgen del Tránsito, la llamada «fiesta chica» se celebrará el 13 de agosto en vísperas de la Asunción de la Virgen María al cielo en cuerpo y alma.