«Siempre paso Señor para mirarte y pedirte que ilumines mi camino, que ayudes a mis hermanos y pedirte por el que sufre, por el triste, el pobre y el enfermo».
Por: Diego Rodarte
Son muchas las formas en las que se puede expresar el amor a Nuestro Señor Jesucristo, pero no cabe duda que la caridad y el amor al prójimo son las acciones que agradan al corazón de Dios, prueba de ellos es la historia que ocurrió en torno a un Cristo que se venera en el poblado de Atlacomulco, ubicado al noreste del Estado de México.
A mediados del Siglo XVII, una anciana de Atlacomulco era poseedora de un pequeño huerto que cuidaba con esmero y cariño, en el que resguardaba una bella imagen de Jesús a la que veneraba con profunda devoción, colocando a sus pies flores que ella misma cultivaba y le dedicaba algunas oraciones.
La mujer se caracterizaba por ser sumamente bondadosa y caritativa, pues gustaba de recoger los frutos de su cosecha y compartirlos con los vecinos de la comunidad. Pasado un tiempo, los pobladores se percataron de la ausencia de la mujer y nadie sabía dar razón de ella, por lo que decidieron ir a buscarla a su casa, llevándose una triste y conmovedora sorpresa: la solitaria mujer había muerto de rodillas a los pies del Cristo y a pesar de llevar varios días sin vida, su cuerpo no presentaba signos de descomposición y en el huerto se percibía un suave y delicado aroma.
Después de darle cristiana sepultura a la mujer, una familia fue la encargada de custodiar la sagrada imagen del Cristo, al que los pobladores comenzaron a llamar «El Señor del Huerto» en honor a aquel lugar donde fue venerado fervorosamente por una santa mujer.
Con el tiempo, la imagen del Señor del Huerto se fue deteriorando. Para 1810, el deterioro ya era bastante evidente pero cuentan que el Cristo se restauró de forma milagrosa conservándose hasta nuestros días.
Sobre la construcción de su santuario existen dos versiones: una nos cuenta que cuando el Señor del Huerto fue llevado a la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe, en el centro de Atlacomulco, a otro día desapareció y fue encontrado en el huerto que había pertenecido a la anciana, y cada que lo regresaban a la iglesia, el suceso se repetía, notando que cada vez, el cristo se ponía más pesado, por lo que decidieron construirle su templo en ese lugar.
La otra versión señala que cuando El Señor del Huerto era llevado en procesión, al pasar por el huerto se ponía pesado, dando señales de que quería quedarse en ese lugar, fue así como se levantó el templo que actualmente lo resguarda.
El tercer domingo de septiembre, el pueblo de Atlacomulco estalla de júbilo para celebrar al Señor del Huerto, del que se dice, ha hecho muchos milagros a sus fieles. El viernes previo a la fiesta, la sagrada imagen sale en procesión por las calles hacia la catedral, acompañado por los santos titulares de las parroquias vecinas, entre danzas y música de viento.
El domingo de la fiesta nuevamente sale en procesión acompañado de cientos de personas que los vitorean y arrojan pétalos de flores a su paso. Durante la octava de la fiesta, por tercera ocasión, el Señor del Huerto sale de la catedral de regreso a su santuario donde es recibido en medio del júbilo de su pueblo para concluir con las festividades en su honor, hermanando a la comunidad en una sola expresión de fe.