Milagro y leyenda: El Señor del Rebozo

«Acude al altar el pueblo, pues según el vulgo cuenta, sin ante el Señor del Rebozo treinta y tres credos se rezan de tres gracias que le pidan, una gracia nunca niega, siempre que resulte justa y al creyente convenga».

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Por: Diego Rodarte

El rebozo, prenda de vestir que acuna la vida desde el nacimiento hasta la muerte. Desde sus orígenes ya era utilizado por las mujeres mestizas para cubrir sus cabezas al entrar a la iglesia y con el tiempo esta prenda se convirtió en símbolo de la identidad mexicana.

Desde hace más de 300 años, el rebozo también forma parte de la fe popular, principalmente de quienes acuden al templo de Santo Domingo de Guzmán en el corazón de la ciudad, para visitar a un Nazareno de mirada triste que ha sido testigo de la historia de la Ciudad de México.

CUENTA LA LEYENDA…

Las religiosas de Santa Catalina de Siena llegaron a la Nueva España a mediados del siglo XVI y fundaron un convento en lo que hoy es la calle de República de Argentina, lugar en el que llevaron una vida de clausura entregadas a la contemplación.

En el año 1666, el Arzobispo de México, Fray Marcos Ramírez obsequió al convento una imagen de Jesús Nazareno al que las religiosas veneraban con profunda devoción; una de ellas fue Severa de Gracida y Álvarez, que se vio cautivada por la compasión que el Nazareno inspiraba.

Siendo muy joven, Severa ingresó al convento de Santa Catalina de Siena para consagrar su vida con el nombre de Sor Severa de Santo Domingo. Cada vez que acudía al templo, Sor Severa se detenía unos momentos frente al Nazareno para hacer oración y mientras lo contemplaba lo advertía cada día más triste y agobiado bajo el peso de la cruz, despertando en ella una gran devoción.

Todos los días, la religiosa colocaba flores frescas a los pies del Nazareno y encendía numerosas velas en su altar, sumergiéndose en una profunda contemplación elevando sus oraciones al que ella llamaba su «Divino Esposo» y cada día pasaba más tiempo frente a la sagrada imagen.

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Con el paso de los años, Sor Severa fue envejeciendo y su salud se deterioró de tal forma que ya le era imposible visitar al Nazareno, lo que llenaba su corazón de profunda tristeza y tal era su adoración al Señor de la cruz a cuestas que lo llamaba desde su celda.

Una noche de tormenta, Sor Severa se encontraba bastante delicada y con voz casi inaudible llamaba a su «Divino Esposo». De repente, en medio de aquella noche tempestuosa, tocaron quedamente a la puerta de su celda y con mucha dificultad la monja se levantó de la cama y abrió para encontrarse ante la figura triste de un mendigo que imploraba pan y abrigo.

La religiosa tomó un trozo de pan y un poco de agua que ofreció al mendigo, después sacó un rebozo del ropero y cubrió el aterido cuerpo de aquel hombre. Al cerrar la puerta, Sor Severa se estremeció y exhaló su último suspiro en paz.

A la mañana siguiente, las religiosas hallaron el cuerpo sin vida de aquella piadosa mujer y en su habitación se respiraba un extraño olor a rosas, mientras que en la iglesia se encontraba la imagen del Nazareno cubierta con el rebozo de Sor Severa.

Desde entonces, las religiosas y los fieles bautizaron a esta imagen con el nombre de «El Señor del Rebozo» y la fama de sus milagros no se hizo esperar. Se dice que una fuerte epidemia azotó el convento de Santa Catalina y el Nazareno apareció frente a las monjas enfermas para curarlas y desaparecer la epidemia.

A finales del siglo XVII, un ojo de agua comenzó a brotar en el interior del convento, provocando una aparatosa inundación, por lo que las religiosas invocaron al Señor del Rebozo y en respuesta, el Nazareno apareció en el centro del convento para bajar el nivel del agua. Al desaparecer, las religiosas fueron a la iglesia para ver la imagen y constataron que la túnica del Señor estaba húmeda.

Con la supresión de los templos religiosos, el convento de Santa Catalina de Siena cerró sus puertas y la imagen del Nazareno fue traslada al templo de Santo Domingo de Guzmán. Cuentan que durante su traslado las religiosas se despedían de su Divino Esposo en medio de sollozos y poco antes de entrar al templo, un fuerte terremoto sacudió la ciudad y al terminar el movimiento, la sagrada imagen se encontraba en el centro de la Plaza de Santo Domingo.

El rebozo que perteneció a Sor Severa fue enviado a Roma como testimonio de lo ocurrido para aprobar su devoción, estableciendo la fiesta del Señor del Rebozo el primer viernes de marzo de cada año.

PRENDA DE CARIDAD

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Para la Iglesia Carólica, el Señor del Rebozo recuerda las palabras dichas por Jesús en el evangelio: «lo que hagan con el más pequeño de mis hermanos lo estarán haciendo conmigo», es decir, que aquel acto de Sor Severa de cubrir con su rebozo el cuerpo de aquel mendigo, es un fuerte llamado a la verdadera caridad cristiana, que consiste en estar pendiente de aquellas personas vulnerables que necesitan ser arropadas con el «rebozo del amor», y aquel mendigo, Cristo detrás de la puerta, viene a recordar que es en los pobres y en los enfermos donde podemos reconocer su rostro.

Con este compromiso se formó la “Cofradía del Rebozo” en la que los integrantes trabajan activamente visitando a los enfermos y ayudando a los más necesitados. Además celebran una misa el primer viernes de cada mes en honor al Señor del Rebozo, en la que las mujeres de la Cofradía portan su rebozo como un signo de caridad.

Si se rezan treinta y tres credos frente a la sagrada imagen del Señor del Rebozo y se hacen tres peticiones, el piadoso Señor las concederá siempre y cuando sean para el bien del devoto. Cada credo recuerda los 33 años de vida de Cristo en la tierra y es un acto de verdadera confianza, pues quien practica esta devoción profesa su fe en treinta y tres ocasiones al decir «Creo en un solo Dios Padre Todopoderoso… creo en Jesucristo su único hijo… creo en el Espíritu Santo…».

Cabe señalar que el rezo de los treinta y tres credos forma parte de las prácticas cuaresmales que acercan a los fieles y los preparan para la Semana Santa.

Durante el primer viernes de marzo, peregrinos provenientes de Toluca, Cuautitlán, artesanos de Tenancingo, «la ciudad de los rebozos» y de la Ciudad de México, se dan cita en la iglesia de Santo Domingo de Guzmán para celebrar la fiesta del Señor del Rebozo y es costumbre que los devotos coloquen a los pies de la sagrada imagen un rebozo como muestra de agradecimiento por los favores recibidos a lo largo del año. Algunas otras bendicen esta prenda y la regalan a los fieles a modo de «manda» con el fin de que esta devoción se siga propagando.

La historia del Señor del Rebozo es considerada una de las más sublimes que conserva la Ciudad de México y forma parte del corazón de esta ciudad que mantiene viva su fe a pesar de los embates que ha sufrido, pues el rebozo de Dios la arropa en los momentos más difíciles que ha tenido que enfrentar.

Un comentario

  1. Hace 15 años unas monjas me enseñaron a mi mamá y a mi una oración hermosa para hacer rebozos de oración y regalárselos a toda persona que lo necesite y créanme hemos tenido unos testimonios hermosos y hasta hoy día lo seguimos haciendo.

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