Por: Diego Rodarte
Como parte de los preparativos de la Semana Santa y con el fin de recuperar una tradición que se estaba perdiendo, el Rector de la Basílica de Guadalupe, Mons. Salvador Martínez Ávila y el Cabildo de Guadalupe, pidieron a Mons. Diego Monroy Ponce el montaje de un Altar de Dolores en el recinto Guadalupano.
La bendición solemne del Altar de Dolores corrió a cargo de Mons. Salvador Martínez, quien al final explicó el significado de los elementos que lo conforman.
Siguiendo la tradición que nació en la Nueva España en el siglo XVII, el sexto viernes de Cuaresma, se prepara un altar dedicado a la Virgen de los Dolores con la finalidad de mitigar el dolor de la Virgen María durante la pasión y muerte de su hijo Jesucristo. En el siglo XVIII, el santuario Guadalupano contó con un altar permanente dedicado a la Virgen de los Dolores y durante su fiesta, el Cabildo la celebraba con un oficio especial, que incluía la participación de su capilla musical, que entonaba en esa ocasión el Sabat Mater, canto ofrecido en desagravio al duro trance de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo.
Con los elementos propios y tradicionales que componen este altar, tales como tapetes de aserrín, germinados de trigo, imágenes de ángeles pasionarios elaborados artesanalmente a base de semillas, esferas que reflejan la luz, banderitas de hoja de oro insertadas en naranjas, candeleros y veladoras, los instrumentos de la Pasión y cortinas de papel picado, se enmarca la imagen de la Virgen entronizada al centro del altar con el corazón traspasado por siete espadas de dolor y un pañuelo entre sus manos para enjugar las lágrimas de amor que derrama por su amado Hijo.
El Altar de Dolores de la Basílica de Guadalupe fue elaborado con el apoyo del artista plástico Luis Alberto Rosher, El Museo de la Basílica de Guadalupe y el departamento de mantenimiento y logística del Santuario.