La Divina Infantita

«Eres Niña Inmaculada, del Señor obra maestra, pues la fuerza de su diestra quedó en tu ser agotada, y porque fuiste formada sin la culpa original, eres Reina universal y de mi vida pastora.»

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Por: Diego Rodarte

La Iglesia Católica celebra el 8 de septiembre el nacimiento de la Virgen María, una fiesta poco conocida, pero gracias a una devoción surgida en México en la primera mitad del siglo XIX, la fiesta de “La Natividad de María” ha comenzado a tener auge, principalmente entre los devotos de la Inmaculada Niña, mejor conocida como la Divina Infantita.

El 6 de enero de 1840, la monja concepcionista Sor Magdalena de San José, del convento de San José de Gracia, tuvo una revelación al estar contemplando el pesebre del Niño Jesús. Mientras oraba, se preguntó por qué no se honraba a la Virgen María el día de su nacimiento, en ese momento apareció la Virgen recién nacida recostada sobre las nubes y expresándole su deseo de ser venerada en el misterio de su infancia:

“Concederé todas las gracias que me pidan las personas que me honren en mi infancia, pues es una devoción muy olvidada”.

Inspirada por aquella sublime visión, Sor Magdalena comunicó lo ocurrido a la abadesa Guadalupe de San Lorenzo y solicitó su permiso para hacer una imagen como la que había visto y así dar a conocer el deseo de la Virgen Niña. La abadesa no hizo mucho caso de aquella petición y juzgó que si todo era cierto, la monja insistiría.

Días después, mientras limpiaba la sacristía, Sor Magdalena encontró la cabeza de un ángel que se había desprendido de una custodia y de inmediato la llevó con la abadesa para que le diera permiso de hacer la imagen aprovechando aquella cabecita. Al ver la insistencia de la monja, la madre concedió el permiso y mandaron llamar a un escultor. Sor Magdalena explicó con detalle la imagen que había visto y por un precio muy bajo, el escultor elaboró la bella imagen del tamaño de una niña recién nacida.

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Llena de fervor, Sor Magdalena comenzó a promover la devoción a la Divina Infantita y el culto comenzó a extenderse entre las personas que con fe, acudían al amparo de la Virgen Niña para pedir su intercesión. Sin embargo, las autoridades eclesiásticas prohibieron este culto hasta comprobar su autenticidad.

Movida por su profundo amor a la Divina Infantita, Sor Magdalena viajó a Roma para entrevistarse con el Papa Gregorio XVI, a quien le expuso lo ocurrido y lo que la Virgen le había dicho, además de los favores que los fieles habían recibido al invocar a María en el misterio de su infancia, consiguiendo así la aprobación del Papa.

A su regreso a México, Sor Magdalena acondicionó una habitación para la Divina Infantita adornada con flores, velas y obsequios que los devotos le enviaban como muestra de agradecimiento. Antes de su muerte ocurrida en 1859, la madre Magdalena pidió a la abadesa continuara propagando la devoción a María Niña y a la edad de 69 años entregó su espíritu.

Con el paso de los años, el culto fue perdiendo fuerza, pues en el monasterio nadie se encargaba de seguir fomentando la devoción entre el pueblo, fue así como la superiora tuvo la idea de mandar hacer una imagen más pequeña para enviarla a las casas de los devotos. El escultor a cargo transformó una imagen del Niño Jesús a Divina Infantita, pero esta quedó tan fea, que la madre Guadalupe decidió guardarla en un armario, sin saber que con esa pequeña imagen se propagaría la devoción a la Divina Infantita por todo el mundo.

ROSARIO ARREVILLAGA Y LA DIVINA INFANTITA

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El 12 de noviembre de 1860 nació en la Ciudad de México una niña que se encargaría de continuar con la labor de Sor Magdalena, su nombre María del Rosario Arrevillaga Escalada.

Desde pequeña, “Rosarito” como la llamaban de cariño, se caracterizó por su devoción a la Virgen María, siendo una niña cariñosa, amable y educada, que rezaba el rosario de manera fervorosa, ganándose el cariño de quienes la conocían.

A la edad de 19 años, una amiga la llevó con las Hermanas Concepcionistas, con quienes comenzó a hacer amistad y las visitaba con frecuencia. Cuando las monjas descubrieron su profunda vocación mariana, la abadesa le mostró la imagen de la Divina Infantita que mandó hacer Sor Magdalena.

Fue tal la emoción de Rosario al ver aquella imagen que de inmediato se puso de rodillas y exclamó: “Así es como llena mi corazón”. Desde entonces, la joven se encargó de cuidarla y mantener su altar limpio y adornado mientras le hablaba cariñosamente. Al ver aquel amor tan grande que Rosario profesaba por la Divina Infantita, la abadesa decidió regalarle la pequeña imagen que había permanecido oculta en el armario durante 20 años.

Al verla, Rosario se conmovió tanto que la tomó con emoción y comenzó a hablarle cariñosamente, al llegar con las monjas les dijo que la daría a conocer por todo el mundo, que le construiría un templo en el lugar más importante de México y que irían a visitarla desde las personas más nobles hasta los más pobres, en fin, dijo tantas cosas que las monjas la mandaron a su casa para que no dijera más disparates.

Al llegar a su casa, Rosario vistió a la Virgen como una reina y levantó un pequeño altar para venerarla adornado con cajas y botellas forradas de papel brillante debido a que la situación económica de la familia era difícil y no tenía los medios para honrar a la Divina Infantita como ella deseaba.

Movida por su fe, la joven comenzó a hablarle a sus vecinos de la pequeña imagen y los invitaba a visitarla para pedir cualquier favor que quisieran obtener por intercesión de la Divina Infantita. Los milagros no se hicieron esperar y cada día era mayor el número de personas que visitaba la casa de Rosario para ofrecer sus oraciones a la Inmaculada Niña, llevándole presentes para adornar el sencillo altar.

Con el tiempo, ya no eran solo los pobres los que visitaban a la Divina Infantita, también la aristocracia mexicana paso por aquella modesta casa. En muestra de agradecimiento, las personas regalaban lámparas, velas y otros objetos, convirtiendo aquel modesto altar en un verdadero oratorio digno de la Reina del Cielo.

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Sobre aquellos años se pueden contar muchas anécdotas y acontecimientos milagrosos que ocurrieron en torno a la Divina Infantita. El amor desbordante de Rosario la llevó incluso a hacer pequeñas locuras: cuando la joven se enteraba que habría una celebración importante con orquesta, colocaba la pequeña imagen en una canasta y al llegar a la iglesia, convencía a los sacristanes para colocar a la Niña en el altar.

Cuando comenzaba la celebración, Rosario murmuraba cariñosamente: “Todo esto es para ti… ¿Cómo no cederá gustoso cualquier santo todos estos homenajes a la que es su Madre y su Reina amabilísima?”

Veinte años después, la devoción a la Divina Infantita había crecido de tal manera que la casita de la calle Verde con el número 7 era insuficiente para recibir a los fieles. Por esa razón, Rosario pensó en construir un templo donde pudiera recibir un culto verdadero garantizado por la iglesia, pero no sabía cómo hacerlo debido a los gastos que esto implicaba.

Al no contar con los recursos suficientes para esta nueva misión, Rosario se vio en la necesidad de pedir ayuda económica a los fieles quienes se reían de ella o en el mejor de los casos le dirigían palabras de aliento, pero nadie se quiso comprometer con aquella idea.

Pero la fe y la confianza de Rosario dieron frutos, pues tras pedir ayuda por todos lados, un rico hacendado llamado Romualdo Zamora y Duque donó el terreno para la construcción del templo y tras una serie de largos trámites se colocó la primera piedra el día 15 de enero de 1900.

Con la colocación de la primera piedra comenzó un penoso peregrinar para Rosarito, que diariamente recorría las casas de los devotos pidiendo donativos para la construcción del templo, situación que se fue complicando con el paso del tiempo, a tal grado de afectar la salud de Rosario. Fue con la ayuda del sacerdote español, el Padre Federico Salvador Ramón, que Rosario consiguió concluir las obras del templo inaugurado el 30 de agosto de 1903.

Pero la obra de Rosario no terminaría con la construcción del templo. Inspirado por la Divina Infantita y siguiendo el camino de la Infancia Espiritual, el padre Federico Salvador Ramón, venido de España en 1898, fundó la orden de las Esclavas de la Inmaculada Niña, y bajo la dirección del mismo, Rosario Arrevillaga se convirtió en la Madre Fundadora de esta congregación.

Con este cargo, la Madre Rosario de Jesús emprendió una ardua labor para promover la devoción a la Divina Infantita por todo el mundo, trabajando incansablemente hasta su muerte ocurrida el 10 de enero de 1925.

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Tras la muerte de Rosarito, la congregación pasó por muchas dificultades, pues aunque logró mantenerse en pie durante la persecución religiosa, el templo de la Divina Infantita fue expropiado por el gobierno en 1932, quedando la pequeña imagen en el cautiverio.

Movidas por el amor y decididas a recuperar su tesoro, las madres corrieron el riesgo de romper los sellos de clausura e ingresaron al templo para rescatar a la Divina Infantita junto con otros objetos de valor. Tras un penoso peregrinar, las Esclavas de la Inmaculada Niña lograron establecerse en el centro de Tlalpan, en la calle de Madero donde fundaron cinco comunidades, estableciendo la nueva casita de la Divina Infantita en la casa de Madero número 2 donde los devotos acuden a venerarla.

Cada año, las Esclavas preparan un novenario previo a la fiesta de la Natividad de María, en el que la pequeña imagen que perteneció a la Madre Rosario Arrevillaga recorre los colegios y conventos de la congregación, concluyendo el 8 de septiembre con la misa solemne.

La imagen que perteneció en un inicio a Sor Magdalena es resguardada por las Hermanas Concepcionistas que radican actualmente en la Calle Sur 89, en la Alcaldía Iztapalapa. Estas dos imágenes son las más antiguas que se conocen y con las que inició el culto a la Inmaculada Niña María, devoción que con el paso de los años se iría extendiendo por el mundo entero.

2 comentarios

  1. Alguien por favor que me de informes de la dirección y horarios para visitar a la Divina infantita…es muy importante para mi. Les agradezco mucho. Bendiciones!!

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    1. Buenos días:
      El convento se ubica en la calle de Madero no. 2 casi esquina con San Fernando en el centro de Tlalpan. Es una puerta café de madera, toca el timbre y las Madres le dan acceso a la capilla. Del 31 de agosto al 8 de septiembre la Divina Infantita baja de su camarín para su novenario y podrán contemplarla de cerca.

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