Por: Héctor Josué Quintero López
San Martín Hidalgo, es un poblado cercano a la capital del estado de Jalisco, el cual se ha dado a conocer por sus costumbres y tradiciones entre ellas la arraigada, centenaria y única tradición de los «Tendidos de Cristos».
Llegada la Semana Mayor, cientos de visitantes acuden a contemplar las decenas de altares que se colocan a lo largo y ancho de la población, siendo los más tradicionales los que se exponen en los barrios de La Flecha, San Pedro, (los más antiguos) Cruz Verde, Zona del Río, El Centro y El Calvario, convirtiendo las casas en místicos santuarios para venerar la imagen de Cristo muerto, en su mayoría desprendido de su cruz, velándolos durante toda la noche de Viernes Santo, como si se tratara de un velorio con elementos típicos de la comunidad.
La tradición se remonta a la época de la conquista, como instrumento para la evangelización de los naturales, por lo que se encuentran ciertos elementos como semillas o el uso de copal, además, se pueden encontrar entre los altares Cristos antiguos de pasta de caña y madera, algunos de “procedencia divina” como el Señor del Mezquite o algunos más modernos de pasta, encontrándose imágenes que van de los 22 centímetros hasta 1.80 metros.

El ciclo ritual de la tradición comienza el Miércoles Santo cuando por la mañana las familias poseedoras de los Cristos se encaminan al atrio del templo El Calvario, para ello, ya han decidido quién será el «varón» que se hará cargo de su imagen de Cristo crucificado; cabe señalar que el papel del varón es representar a José de Arimatea, aquel hombre noble y justo que veló por que Cristo fuera sepultado y nada hiciera falta para ello, por tanto, el varón, es el encargado de tender al Cristo, dotarlo de un cendal nuevo y cuidar que no falte nada en el altar. En el atrio del templo se preparan para realizar la ceremonia del «Baño de los Cristos» en la que se realiza la limpieza de las imágenes (de manera simbólica utilizando algodones) y la bendición y cambio del nuevo cendal, una vez terminada esta labor, acuden en procesión a la iglesia para escuchar la Santa Misa.
El Viernes Santo por la mañana comienza la tarea de preparar el altar dónde será tendido el Cristo. La capilla ardiente es decorada según el gusto y posibilidades, lo que nos permite encontrar altares de todo tipo, los cuales se abren a los visitantes a las tres de la tarde. Los elementos que no deben faltar, son ramas de laurel de cerro, trébol y alfalfa con las que se elabora un tapete en toda el área, también se unen a la decoración ramas de sabino, sauz y jaral para representar el huerto de los olivos, cubriendo muros y en algunos casos el techo. Sobresalen entre la decoración naranjas agrias decoradas con clavos de olor (elemento que usaban los indígenas para disimular el olor de los cuerpos en descomposición), germinados de trigo, que son sembrados el “Viernes de Lázaro” dando sentido a que al brotar, nos recuerda la resurrección y la aromática manzanilla que purifica el ambiente junto al humo del copal. Entre el altar, puede observarse la imagen de «La Dolorosa», la Virgen Madre que se encuentra triste por la pérdida de su hijo, siendo acompañada por palomas habaneras, las cuales con su triste canto dan consuelo a la Virgen en su soledad. La profusión de velas y veladoras depende del gusto, siendo de preferencia treinta y tres veladoras por la edad en que murió Cristo y en grupo de doce, por los doce apóstoles que acompañaron a Jesús y 5 cirios por las llagas de Cristo.

La imagen del Santo Cristo es el centro de atención en todo el místico altar, despertando entre los visitantes comentarios sobre su origen, el cómo llegó a la familia y la serie de milagros que ha realizado a lo largo de los años, mostrando algunos cristos infinidad de «milagritos» en su cendal, o como el Cristo de la Piedad, que luce infinidad de velas que los fieles le prenden este día para pedir o agradecer un favor recibido. Durante toda la tarde-noche de viernes Santo en que se realiza la visita a los altares, los dueños de la casa ofrecen nieve, calabaza cocida, chilacayote, aguas frescas, tamales de cuala, nieves, empanadas y galletas, además de estampas o la oración del Cristo al que se visita. Cabe señalar, que en la plaza principal y en algunos puntos del pueblo, se pueden degustar deliciosos platillos típicos para la ocasión, que harán la vivencia de esta tradición aún más especial. Por la noche, se realiza la marcha del silencio, en la que se puede observar una fina urna con cristales que posee en su interior la imagen de Cristo yacente al pie de la Virgen Dolorosa, acompañada de fieles vestidos de negro y velas o antorchas, a lo largo del recorrido, el sacerdote eleva la voz diciendo: “Silencio, Cristo ha muerto y cuando alguien muere, hay que guardar silencio” siendo este sentimiento esparcido por todo el pueblo, el cual luce apacible y callado por el luto que embarga a todos por la muerte de Cristo.
Para finalizar el día, ya que se han terminado las visitas, el varón junto a los moradores del hogar, velan con devota veneración la imagen de Cristo, en algunos tendidos se canta “el alabado” o alabanzas que sean adecuadas para acompañar el velatorio. Por la mañana del Sábado Santo, al divisarse el alba, el varón se prepara a recoger al Cristo, entregando la imagen a sus custodios a las 8:00 de la mañana para que se sitúe en el lugar donde recibirá veneración a lo largo del año.
Cabe señalar que esta hermosa y única tradición, ha sido nombrada Patrimonio Inmaterial del Estado de Jalisco, la cual es un orgullo para todos los sanmartinenses, que año con año se empeñan en mantener viva está hermosa tradición. Es por ello que se invita a todos los que deseen visitar San Martín Hidalgo para vivenciar esta hermosa y única tradición, a informarse en la página oficial www.tendidodecristos.com para que encuentren toda la información que requieran y tengan una estancia agradable.
Agradecimientos especiales al Maestro Sergio Zepeda Navarro, la Lic. Ariadna Alejandra Tornero Contreras, a los organizadores de la Dirección de Cultura y a la familia García Flores por las atenciones recibidas.
Fotografías: Héctor Josué Quintero López