«Hemos encontrado una Cruz, la nuestra que resulta ser la de Cristo»
Por: Diego Rodarte
Después de los días de fiesta que iniciaron el pasado 2 de mayo con el descendimiento de la Santa Cruz del Cerro de Xochitepec, llegó el momento de despedir este símbolo sagrado para los habitantes de esta población que adornaron las calles para honrar su paso con tapetes de aserrín y papel picado.
Las danzas no podían faltar para la despedida y al momento de salir con la Cruz a hombros, la banda entonaba Las Golondrinas. A su paso por las calles, los ancianos del pueblo entonaban con devoción «alabados» en honor a la Santa Cruz, mientras la gente arrojaba confeti, globos y pétalos de flores al paso de los cargadores que con gran esfuerzo trasladaban la Cruz hasta la cumbre del Cerro de Xochitepec.
Una vez llegados a las faldas comenzaba la cuesta más dura, y atada a largos y gruesos lazos los hombres comenzaron a subir la pesada Cruz. El esfuerzo era evidente, se marcaba en los rostros de decenas de hombres que realizaban la faena, por un momento parecía que el peso de la Cruz los vencería, pero era más grande el anhelo de llegar a la cima; detrás de ellos, las mujeres oraban para que Dios les diera fuerza ante los gritos desesperados por el dolor que causaba la cuesta más dura y la pesada carga que llevaban en hombros.
Pero el esfuerzo se vio coronado al llegar a la cumbre, había quienes lloraban sobre la cruz, emocionados y satisfechos de haber cumplido, el signo de nuestra salvación se levantaba majestuoso sobre la cima del legendario Cerro de Xochitepec.
LA SOMBRA DE LA SANTA CRUZ
Por el año de 1870, un hombre de Santiago Tepalcatlalpan fue detenido por las autoridades por desobedecer el toque de queda y fue encarcelado en Tlalpan para cumplir con la sentencia por su falta. Parte de su castigo era trabajar en el camino real que conducía a Cuernavaca y todos los días era llevado con los demás presos para realizar agotadoras labores que consistían en remover piedras y limpiar el camino para que pasaran las carretas de los arrieros que pasaban por esos rumbos.
Cierto día, un arriero de detuvo a ofrecer mercancía a los soldados que lo vigilaban y ellos se acercaron para ver lo que traía. Aprovechando la distracción, el hombre escapó por el campo tratando de alejarse lo más pronto posible, pero los soldados no tardaron en darse cuenta de ausencia y comenzaron a perseguirlo por la serranía que baja de San Pedro Mártir hacia Xochimilco.
La huida llevó al hombre hasta la cima del cerro de Xochitepec, muy cerca de Santiago Tepalcatlalpan. Al ver que los soldados le pisaban los talones y al no tener donde esconderse, el hombre agotado se aferró a una pequeña cruz que coronaba la cima del cerro implorando su protección ante la inminente captura.
Al llegar los soldados, los buscaron por los rincones del cerro y aunque pasaron varias veces junto a él, no lo vieron por ninguna parte. Después de una larga búsqueda, los soldados fastidiados se alejaron de aquel lugar sin notar siquiera que el hombre seguía aferrado a la cruz.
Un tanto temeros, el hombre esperó a que los soldados se alejaran hasta perderlos de vista y salió corriendo a su casa sin descanso. Una vez con su familia, el hombre relató lo que había sucedido desde su captura y el milagro que la Santa Cruz le había concedido y como muestra de agradecimiento, la familia acordó celebrar el día de la Santa Cruz con una gran fiesta y en el lugar levantaron una base más grande y colocaron una cruz monumental. Fue así como inició la fiesta de la Santa Cruz en el antiguo pueblo de la Magdalena que cambió su nombre por el de Santa Cruz Xochitepec.